Parece
inverosímil que la mentira y la corrupción no hayan causado mella de forma
contundente y definitiva en nuestra sociedad, so pena de aceptar que la moral
es un concepto complejo hoy ausente de muchas conciencias, relegado a una
expresión sin compromiso ni consideración a la hora de valorar la integridad de
las personas.
Posponiendo
la lacra de la corrupción como un mal endémico favorecido por la clase
política, a pesar su jactancia sobre los inútiles portales de transparencia,
nos centraremos en la vergonzante y prolífica actualidad de la mentira pública.
En el ámbito
político es habitual que unas mentiras sean consecuencia de otras y que la
irresponsabilidad de unos políticos voluntaristas, hagan de la mentira su hoja
de ruta.
El tan manido
“diálogo” se ha convertido en un mantra sin sentido porque cuando se parte de
posiciones equivocas e inamovibles que transgreden la ley, no hay nada de que
hablar, salvo de recetas inútiles que disfracen el problema de fondo y que
mantengan latentes las reivindicaciones soberanistas.
Nuestro “pinocho” de turno, con tal de seguir
ejerciendo el poder, se ha puesto a los pies de los caballos de sus socios y se
permite desde la tribuna del Congreso tildar de mentirosos a sus contrincantes
políticos, en un ejercicio de desvergüenza inusitada; pero eso de mentir ya
está asumido en la Cámara, y fuera de ella, por buena parte de la sociedad.
No cabe duda de que Sánchez es un político hábil, con
una ambición desmesurada y sin escrúpulos, de los que venderían su alma al
diablo con tal de mantenerse en el poder, y con una pléyade de lacayos a los
que ha sabido y engatusar y manejar. Uno no sabe hasta dónde puede llegar, la
clave podría estar en el pueblo y sus tragaderas, porque uno no sale de su
asombro observando todos los episodios inadmisibles protagonizados por Sánchez
y su gobierno, sin que la sociedad civil se haya manifestado de forma rotunda,
empezando por uno mismo; y es que la derecha, instalada tradicionalmente en la
comodidad, hoy no tiene agallas para expresar alto y claro dónde estamos y
hacia dónde vamos.
La democracia es el mejor sistema conocido, tanto, que
en su nombre y basándose en mayorías, se han alcanzado auténticas dictaduras
encubiertas por pactos y concesiones aparentemente democráticos.
La intoxicación de los grandes medios al servicio del
poder cumple su cometido, el fake news
desconcierta y crea dudas, y los seguidores de las redes sociales transitan por
una amalgama de contradicciones, engaños y esperpentos. Así las cosas, mucho
nos tememos que el laiseez faire
continúe y las “tragaderas” del pueblo se consoliden.
Tarragona, 12 de febrero de 2020
Luis Álvarez de Vilallonga
No hay comentarios:
Publicar un comentario