jueves, 18 de febrero de 2016

LOS NUEVOS CHAMANES

Hablar de política en tiempos complejos, difíciles o complicados entiendo que es, para los que escribimos, una imposición moral que cada cual decide a la hora de posicionarse públicamente, aunque ello en democracia no suponga ningún mérito.
No cabe duda que los períodos de crisis son terreno abonado para la floración de personajes populistas de fácil retórica maniquea y reduccionista, salvadores de las desigualdades sociales, que prometen erradicar la pobreza y ofreciendo un cambio idílico en el que el Estado se hará cargo de todas las carencias de los ciudadanos donde no habrá pobres ni ricos; pero más allá  de su impureza ideológica o la dejación de sus principios, estos nuevos chamanes cubren y gravitan sobre un amplio espectro social frustrado, desde posiciones socialistas pasando por el centro, la derecha hasta un liberalismo ataviado. Es su momento y han florecido en los nuevos partidos pero también en algún otro tradicional ha emergido el salvador de todos los males de la derecha, mostrando una semántica gratuita y un nuevo significado del término progresista.

En su ABC populista inciden machaconamente en el cambio social, en una nueva forma de hacer política, cierto euroescepticismo, pero no delimitan los fines de los medios y cargan tintas sobre la corrupción como si su origen político fuera impoluto.
Vivimos un período en el que la política se ha vuelto extremadamente ideológica y no se reconocen los avances conseguidos tras la dictadura. Se pone en cuestión los beneficios de la transición y hasta algunos señalan que el paso de dictadura a democracia no existe sin ruptura, y en ese sentido aunque el argumento pueda tener cierta base científica, en el caso de nuestra transición es la excepción que confirma la regla, de ahí lo extraordinario del proceso y el reconocimiento unánime internacional.

Pero donde más se concreta y personaliza el líder populista es en el contexto nacionalista. En efecto, el sentir identitario proviene de un origen trivial que lo identifica y, salvando las distancias, todo lo que esté fuera de la tribu es nocivo para   ella;  en el fondo todo catalán que no esté involucrado en el proces soberanista, cuanto menos molesta y aunque sean mayoría no se tienen en cuenta.
 El iluminado ex President estaba ya consumido, humillado, moralmente deslegitimado, y hasta denostado por buena parte de la sociedad catalana,  pero nos sorprendió con su último golpe de mano nombrando a un nuevo presidente catalán, un nuevo chaman que cumple a la perfección el encargo de su antecesor. Su discurso de nombramiento a presidente del Parlament,  no tiene desperdicio y cumple con todos los requisitos de lo que debe ser el ejemplo de buen chaman. Con todo debo reconocer que, si no se demuestra lo contrario, hoy por hoy es mi nuevo President y como tal debo acatarlo en tanto no se pronuncien las instancias superiores del Estado.

Hemos visto, más que oído, la constitución de las nuevas Cortes Generales, en una sesión que fue un espectáculo variopinto, cuando no esperpéntico, protagonizado por la nueva savia de “señorías” que se estrenaron en el hemiciclo, pero la democracia tiene cosas que gusten o no deben aceptarse, y si la educación, las formas, o el decoro deben dejarse a un lado porque así lo demandan los nuevos representantes elegidos, habrá que resignarse pero no evitará, sin ánimo de ofender, que uno tenga la impresión de que la sesión de la que hablamos fue una feria  vivida en el congreso.       

Finalmente todos los políticos debieran tener claro que la UE es algo determinante en las políticas de los países miembros y aunque los retos que se avecinan para su fortalecimiento y consolidación pasan por la unión fiscal que tarde o temprano debe llegar. Alemania y Francia tienen mucho que decir al respecto y llegar a acuerdos que afectarán a su soberanía y  a la todos los países miembros que en mayor o menor medida deberán ceder parte de la suya. Ante este reto España debe solventar cuanto antes su gobernabilidad y no dejar resquicios que puedan quebrar su unidad.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 14 de enero de 2016


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