domingo, 9 de julio de 2017

DISCRIMINACIÓN, PARIDAD Y MACHISMO

No cabe duda que el machismo ha sido una constante a lo largo de los siglos aunque hoy se revele como uno de los problemas más sangrantes de la sociedad; junto a él conviven la discriminación y la mal entendida paridad.
La paridad no deja de ser una estupidez que limita la excelencia a la hora elegir personas en el campo político o intelectual, porque cuando no se alcanza un mínimo de capacidad en la paridad asignada a los sexos, se cubre con mediocridades para alcanzar el 50% propuesto, si bien es cierto que en el caso de los hombres, la incapacidad manifiesta en muchos individuos de la clase dirigente era inevitable al no tener la mujer cabida en la mayoría de ocasiones, siendo permanentemente desacreditada, no solo por el consabido machismo ancestral, sino también por el radicalismo de movimientos feministas contraproducentes e interesados.

Igualarse al hombre supone limitar capacidad respecto a él cuando en muchos aspectos la mujer le supera con creces. Una cosa es hablar de derechos y otra de desarrollo como persona “su ratio”. Es obvio que la igualdad de derechos es algo incuestionable pero aquí se trata de la dignidad de la mujer como ser humano, y en ese sentido el feminismo objetivo y cabal ha hecho frente a una discriminación manifiesta en todos los órdenes de la vida.
El término género se ha manipulado hasta la saciedad, así justicia de género, violencia de género, oportunidades de género, socialización de género, etc., sin embargo la lucha por la presencia femenina en espacios tradicionalmente masculinos, aportando su voz y acción en instituciones públicas y privadas, abrió una brecha en el establishment masculino, que aprovecho el feminismo agresivo y fanático para intoxicar negativamente la incorporación natural de la mujer capaz y ponderada en el organigrama político y social, con aportación de activistas sectarias sin principios y escasa preparación para manejarse en “un orden superior”.     


Es evidente que solo la mujer que por sus propios méritos alcance puestos de poder, podrá erradicar la discriminación y equilibrar la mal llamada paridad, en el sentido de incluir puestos de responsabilidad en el ámbito público y privado a “personas” con la mejor preparación ignorando su género; seguramente nos encontraríamos con alguna sorpresa, porque la estadística sobre las licenciaturas alcanzadas en muchas facultades universitarias, porcentualmente la mujer supera con creces a los hombres  y ya sabemos que de la cantidad se obtiene la calidad.  

La irrupción de algunas jóvenes sin escrúpulos ni valores en el panorama político, no beneficia en absoluto al prestigio de la mujer y su contribución al progreso de la sociedad, siendo indispensable abandonar cualquier actitud de resentimiento, desprecio, y hasta odio respecto al género o a hacia quien no comparta sus propias ideas y  censure actitudes irresponsables.

Medir la competencia cognitiva individual de la persona, es condición sine qua non para huir de la justicia de la diferencia que tan negativamente afecta a la mujer. Es así que debe alcanzar su plenitud personal desde su feminidad y exigir su papel integrada en todos los estamentos del estado como segmento imprescindible en el concierto social. La presencia de la mujer en las instituciones no basta, debe contar a la hora de tomar decisiones.
Una sociedad que durante décadas ha asumido criterios sesgados respecto al género, deberá afrontar el difícil reto de un constante ejercicio de neutralidad, solo así la mujer alcanzará como persona el puesto que le corresponde en coherencia a sus méritos.

Según, la que fuera notable periodista en cuestiones políticas y secretaria de estado para la mujer en el gobierno de Jaques Chirac, Françoise Giroud (la mujer será igual al hombre cuando una incompetente acceda a un cargo orgánico o puesto relevante). Giroud juega emulando las malas prácticas en el orden jerárquico masculino, pero la igualdad en el contexto social no se alcanza con la incompetencia, la mujer deberá superarla con la excelencia. 

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona 5 de Febrero de 2017 

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