lunes, 10 de julio de 2017

MUERTE DIGNA O DIGNIDAD DE LA MUERTE

En toda muerte humana existe una irreductible dignidad a la propia forma de morir. Por otra parte la dignidad de la muerte procede de la condición inevitablemente misteriosa de la propia
muerte.
La Dignidad de la Muerte no excluye en absoluto ningún tipo de muerte digna sino que se sitúa en otra dimensión y por eso las relativiza, por eso no existen muertes consideradas dignas que  atenten contra la propia dignidad de la muerte o la ignoran.

Muerte Digna sería aquella muerte políticamente correcta, es decir según las conveniencias y costumbres de la época. En la sociedad actual, identificada con la cultura del bienestar, quiere decir que cuando una persona está cansada de sufrir, y tiene miedo de que el sufrimiento pueda durar o aumentar, prefiere morir, y encargaría a un experto que extinga su vida prontamente y con el menor sufrimiento. 

La Dignidad de la Muerte sería algo inherente a la condición humana en todas las épocas y en cualquier circunstancia.

En realidad Dios sitúa al hombre en el lugar central del universo, confiriéndole la suprema dignidad y el don de la libertad; y es esa propia dignidad la que lo limita en el ejercicio de su libertad y lo somete al buen uso de la posición privilegiada que alcanza el hombre en el mundo y su compromiso con el modelo del humanismo cristiano.

La semántica juega un papel importante cuando se trata de confundir, empleando términos que enmascaran el fondo de lo que se persigue, influyendo en el ánimo de quienes con una equívoca compasión o falsa piedad aceptan razonamientos de quienes relativizan el valor de la vida; en realidad se trata de eludir la incomodidad, el esfuerzo y responsabilidad de afrontar la atención y cuidado permanente del enfermo terminal, y así aparecen defensores de la eutanasia activa que equivale a suicidio asistido; se habla de muerte digna en lugar de dignidad de la muerte, el derecho a la vida se somete al imperativo de morir, y el dolor y el sufrimiento como valores inherentes al ser humano se satanizan como un estigma indigno.  

Parece incuestionable que la medicina debe estar al servicio de la vida, conservando la salud del ser humano, mitigando los sufrimientos de los pacientes y en cualquier caso procurar salvar la vida de quienes precisen de la ciencia médica para sobrevivir. Hoy existen en todo el mundo unidades de curas paliativas que proporcionan alivio al sufrimiento y remedio a la angustia de los enfermos terminales. Los medios terapéuticos no pretenden retrasar la muerte mediante la inútil conexión a ingenios que mantengan la función vital artificialmente, pero en ningún caso pueden acelerar una muerte utilizando una jeringa letal. El acercamiento a la muerte del paciente debe ser un proceso natural, recibiendo el apoyo de la familia y de los facultativos en un entorno psicológico y humano adecuado, cuya importancia es vital para la predisposición del enfermo. Por otra parte siendo posible el control de la ansiedad, el dolor, el abatimiento y el miedo del enfermo, al sentirse arropado, tratado afectivamente y acompañado, asumirá su enfermedad hasta el final.

La cultura de la muerte puede inducirnos a pensar que la vida de determinadas personas no vale nada. La eutanasia en ese sentido desincentiva la ayuda a los débiles cuestionando porque hay que ayudar a alguien que igualmente morirá.

Legalizar la eutanasia podría conducir a crímenes encubiertos, asesinatos o testamentos vitales falsificados. La escalada de la legalización de la eutanasia tiende a que “el derecho a morir pase a ser una obligación a morir”.

Es monstruoso pensar que deben morir quienes no pueden sobrevivir por sus propios medios, así no tendrían derecho a la vida, los ciegos de nacimiento, los mutilados las personas con Alzheimer, los hemipléjicos etc. porque no pueden valerse por sí mismos y no son productivos. La eutanasia es el primer paso para conducirnos a considerar una ley que contemple la obligación de morir.

El proyecto de legalización de la eutanasia no es nuevo. En el 2001 por dos votos, no prosperó en el Parlamento de Cataluña una proposición de ley de Esquerra Republicana que pedía la despenalización en los supuestos de eutanasia activa.

Ayudar a morir no es ayudar al suicidio, morir con dignidad no es quitar la vida con dignidad (quitar la vida nunca será digno) en el fondo la eutanasia no es más que una forma sutil de homicidio. Solo prefieren morir, cuando llega el momento de afrontar dolor o sufrimiento, aquellos para quienes la existencia humana está concebida para disfrutar y sin el placer, la vida carece de sentido, sin embargo cuando el dolor se asume con esperanza y sentido trascendente, engrandece al hombre como un valor supremo.
La protección de la dignidad humana exige la garantía y el respeto al ciclo vital en cualquier circunstancia, es así que la eutanasia es una muerte indigna aunque etimológicamente signifique buena muerte, hacerse matar, no entraña ninguna dignidad.
Finalmente cabria reflexionar sobre la necesidad del aprendizaje al bien morir, esto es, morir sin miedos, con el mayor paliativo en dolor, aceptando el final de la vida con paz; claro que, además de eso, los cristianos afortunadamente poseemos el don de la fe, el  bálsamo de la oración y la esperanza en otra vida. 

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona 1 de marzo de 2017 
 

No hay comentarios: