martes, 11 de julio de 2017

LAS GRIETAS DE LA DEMOCRACIA

Los que hemos conocido la dictadura somos conscientes que en el siglo XXI la democracias tienen serios problemas, no tanto en su concepción como en su calidad que vemos verse  deteriorarse amparada en la legitimidad que le confieren las urnas y cuyo ejercicio deja mucho que desear a tenor de algunos mandatarios que se han erigido con el poder político.

Si en el siglo pasado la lacra de las dictaduras se imponía a través de golpes militares (Chile, Brasil, Argentina, Turquía o Tailandia) que sufrieron sangrantes efectos, afortunadamente en el siglo en que vivimos parece que las democracias se van imponiendo paulatinamente como el sistema mayoritariamente aceptado como conspicuo por considerables estados, con la incierta expectativa de que con el tiempo prosperen hasta alcanzar una utópica panacea política y social.

Pero he aquí que si en principio ostentar la autoridad política por gobiernos emanados de los sufragios emitidos por la sociedad civil garantizaba asegurar el ejercicio democrático del líder y gobierno de turno elegido; la experiencia nos demuestra que la solidez y estabilidad del sistema  no está tan claro, y esta es la cuestión.

¿Qué ha sucedido con gobiernos encabezados por populistas elegidos democráticamente? Que han personalizado su gestión controlando al poder judicial y legislativo, bastan algunos ejemplos: Chavez, Erdogan, Putin y últimamente Trump quienes nos han obsequiado con una pseudo democracia legítima pero que deja mucho que desear, es así que la vulnerabilidad del sistema queda reflejado cuando el poder sobre las instituciones son objeto de gobernantes populistas vaciando a la democracia de su esencia. Los cimientos democráticos van sufriendo deterioro  a causa de la corrupción que ha salpicado a todo el ámbito político priorizando los intereses de partido sobre los nacionales personalizados en su líder.
Por otra parte, también en nuestro país, la sombra del populismo planea sobre  el hemiciclo y la carencia de participación activa  de la sociedad civil en la política, de abajo hacia arriba, ha sido una laguna que ha facilitado el encorsetamiento de los grandes partidos. En estas circunstancias y a tenor de las fuerzas representadas en el Congreso de Diputados, lo que antes era impensable (la pérdida del norte moral, del respeto a las formas, la compostura y la aparición de una soez verborrea) hace imprescindible la reforma del reglamento para conferir poderes a la presidencia para advertir, invitar u ordenar al abandono de la cámara cuando las situaciones contravengan las normas básicas de respeto y decoro, en evitación de que el parlamento se convierta en una taberna a la antigua usanza. Uno se niega a aceptar que escenificaciones protagonizadas por personajes de Podemos E.R.C u otras minorías, sean el  reflejo que representa nuestra sociedad.
Pero volviendo al sistema democrático que mayoritariamente impera en casi toda da Europa, ya es preocupante que en la primera vuelta de las elecciones francesas, los votantes hayan decidido dirimir su próximo Presidente entre dos formaciones, el centrista Macron y la ultraderechista Le Pen, con el riesgo de que la populista pudiera alcanzar el Elíseo.

La marejada populista que hoy parece acechar en ambas orillas del Atlántico debe poner en jaque a la U.E. para huir de la democracia directa aunque legítima como el Brexit y las demagogias que aportan los populismos con aleccionadores elementos emocionales; son las democracias clásicas representativas que apelan a la racionalidad, marginan la polarización del debate público, modera los cambios mediante acuerdos consolidados de forma progresiva y sin convulsiones, las que pueden conducir al fortalecimiento del proyecto europeísta.

Hoy en la era de digital no se concibe la democracia sin la integración en el universo telemático, la participación en las redes sociales y las herramientas que internet pone a disposición de cualquier organización; ineludiblemente también la clase política deberá rentabilizar este poderoso instrumento que a la vuelta de la esquina entrará en todos los hogares con derecho a sufragio.  

En cualquier caso confiemos que los gobiernos moderados, donde prevalecen las leyes sobre las personas y el consenso de un gradual progresismo sobre absolutismos extremos, sean los que puedan garantizar importantes y necesarias reformas políticas que nadie duda deben abordarse a medio o corto plazo.

Luis Álvarez de Vilallonga
 Tarragona, 3 de Mayo de 2017 
 
 

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