No me cabe ninguna duda que
tras los argumentos esgrimidos por parte de algún político y ciudadano sobre el
cambio de la rotulación de los indicadores, que señalan de forma errónea e
inadecuada “la ermita del Llorito”, intentando justificar lo injustificable con
pretendidas tesis magistrales con antonimias sobre raíces o desinencias
etimológicas, fonéticas o topónimos que serían objeto de otro debate, en el que
doctores tiene la iglesia aparte de algún que otro político avizado (no incluyo
a mi admirado y buen amigo Joan Martí compañero de bachillerato, primer rector
de la URV y responsable de L’Instiutut d’Estudis Catalans cuya capacidad y
rigor están fuera de toda duda, pero que su dictamen, opinión e influencia algo
habrán tenido que ver en este affaire), ya no me queda otra que sin dudar de la
capacidad cultural de los empecinados, si del sometimiento a las directrices
políticas.
Tampoco se trata de impartir
lecciones de historia, más aun tratándose de la procedencia de la Santa Casa de
Loreto de Nazaret que visitó el Arcángel Gabriel en la Anunciación a la
Santísima Virgen María y la advocación Lauretana en Tarragona con la llegada de
la Congregación de los Padres Rogacionistas; es por tanto una cuestión que se
ha querido trasladar al terreno puramente político. En efecto dos son los vocablos
que plantean el vasallaje de lo políticamente correcto en la actual Cataluña
que nos toca vivir: Llorito y Loreto; y
aquí nos aborda una sospecha, quizá porque uno con sus ya 73 años lleva sus
espaldas experiencias de todos los colores y a veces se carga el debate donde
no tiene ninguna entidad obviando lo sustancial y el fondo de la cuestión.
En efecto dos ideologías
podrían revelar la demora y falta de interés de las administraciones en
solventar un problema de fácil solución. Por una parte una ideología laicista que
margina todo hecho religioso (distinto de la laicidad positiva que procura una
justa autonomía política evitando un Estado confesional pero asumiendo el hecho
humano de la religiosidad) y por otra la ideología catalanista que evita
incorporar a la llengua cualquier
vocablo castellanizante, intentando por el contrario catalanizar lo que no
suene a nuestra propia lengua.
Los exhaustivos argumentos
sobre la toponimia de Cataluña desde el siglo XVI no contradicen la realidad de
aceptar que desde la construcción de la ermita de Loreto y su posterior
declaración como santuario existe un recinto perfectamente determinado en lo
más alto de la montaña donde se levanta entre otros edificios el Santuario de
la Virgen de Loreto.
Otra cosa es que no se quiera
indicar que en este lugar existe un santuario donde se venera una imagen de la
Virgen de Loreto, y es querer rizar el rizo cuando para eludir esta realidad se
declara que “en Tarragona tenemos un lugar de la ermita del Llorito en el
espacio que hay el santuario donde se venera la Virgen de Loreto”
verdaderamente patético.
Si no se quiere publicitar que
en lo alto de la montaña existe el Santuario de la Virgen de Loreto, que no se
rotule, y si es tan importante mantener el vocablo Llorito que de diga y que se
anuncie parque del Llorito, font del Llorito o lo que se quiera, pero que se
obvie y se deje tranquilo al Santuario de Loreto que los tarraconenses lo
conocen suficientemente acudiendo diariamente, y masivamente a cada celebración
señalada, aunque por estos derroteros no nos extrañaría que a los andaluces en
su anual peregrinación rociera al parque del Llorito les cambiasen a su Blanca
Ploma por “Blanca Tudóma”
BRAFIM 1873 GOIGS DE N.Sa.DE LORETO VENERADA EN UNA DEVOTA ERMITA SITUADA EN LO TERME
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 7 de
Marzo de 2017
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