Hace breves días recibí en un
chat de WhatApp el filmet de la canción: L’italiano de Toto Cotugno,
interpretada por The Gypsy Queens. Después de abrir el archivo y reproducirlo
un par de veces, inmerso en aquella melodía sentí algo especial y pensé que sin
ser italiano, ante una música que ni
siquiera representa un canto tradicional y menos un himno, por momentos envidié
no haberlo sido.
Creo que ningún italiano pueda sentirse indiferente ante una
creación que aglutina mucha idiosincrasia, tradición y esencia de la nación
italiana, sea de Liguria, Lombardía, Véneto, Toscana, Campania, Calabria o
Sicilia; y es que el ser italiano, como francés o americano, es algo que
trasciende a cualquier connotación provinciana o regionalista. Ello me da pie a
considerar una vez más porque España también en esto es diferente.
Uno es consciente de que
abordar el nacionalismo radical que inevitablemente degenera en secesionismo es
complejo y arriesgado, pero como primera premisa intentaremos someter de la
forma más racional posible cualquier tendencia emocional que distorsione la
realidad de los ciudadanos de Cataluña, cuya manipulación de sentimientos tanto
ha jugado el establishment político catalán para llegar a la actual situación
de Cataluña.
La historia no es nueva; tradiciones,
símbolos o episodios históricos se han convertido en mitos a fuerza de
reescribir una historia a la medida de intereses políticos. Las tradiciones son
el elemento ideal para adulterar y falsificar la historia evitando toda crítica
porque el término nacionalidad, nación o
pueblo puede aceptarse sin necesidad de atribuírsele soberanía sobre el
territorio que se asiente, de forma que el compromiso del historiador a la
veracidad de hechos y fidelidad a textos y fuentes diversas, son un componente
que el político desvirtúa a la hora de imponer una historia oficialista
partidista e interesada.
Las identidades nacionalistas
no nacen de forma espontánea, son instrumentalizaciones políticas artificiales
que en ocasiones se apoyan en costumbres o tradiciones muy localizadas en
pequeñas comunidades y que se sobredimensionan para darles un carácter
diferencial.
La historiografía revela que
los nacionalismos del siglo XX se nutren de tradiciones ciertas o
inventadas para, en cualquier caso,
darles políticamente utilidad. Por otra parte la semántica juega un papel
importante en cuanto a definición, interpretación o acuñamiento del término
escogido; así nación, Estado-nación, nacionalismo, Estado, pueblo o país, albergan
exégesis diferenciadas aunque haya
cierta coincidencia en que Estado es un territorio poblado, poseído y gobernado
por algún sistema; otra cosa es la nación que según el María Moliner es la
“Comunidad de personas que viven en un territorio regido todo él por el mismo
gobierno y unidas por lazos étnicos e históricos” de ahí la relevancia del
relato histórico para la argumentación nacionalista.
A nadie se le escapa que la
España del siglo XXI es un conglomerado de identidades, unas que políticamente
campan a su aire, y otras entienden que la convivencia en un marco plural autonómico, siempre mejorable, cumple con las
aspiraciones de sus ciudadanos en el conjunto del Estado; sin embargo hay quien
aboga por hacer suyo un territorio sobre el que se nos ha hecho creer tener
derechos históricos de propiedad, y esta posición institucional voluntarista se
ha transmitido al pueblo con todos los medios a su alcance ante la pasividad
del Estado.
La mentalidad, carácter,
madurez y sensibilidad de colectivos que forman un pueblo ya no depende de su
etnia; el componte inmigratorio ha transformado la quimera de los pueblos
autóctonos, su estirpe y su ascendencia; primero fue el hecho migratorio
sur-norte tras la guerra civil, y hoy la inmigración externa que ocupa un alto
porcentaje de la población.
Solo planteamientos políticos
artificiales son capaces de alterar la idiosincrasia natural de cada individuo
con su carga hereditaria de origen y procedencia.
En estas circunstancias parece
que la adscripción al sentido de Estado como unidad nacional aglutinadora de
todos los mestizajes, razas y pueblos hoy presentes en España, sería el
desencadenante valedor hacia una integración e inevitable trayecto hacia una
unión fiscal y política en la U.E.
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 12 de
Diciembre de 2016
2 comentarios:
TE DESEO UN FELIZ FIN DE SEMANA ...MAGNIFICO TU ESCRITO Y ME HIZO LEERLO POR LO DE LA MUSICA ...
NO SÉ COMO ESTÁ TU CUÑADO ,OJALA FUERA UN MAL SUEÑO.
ABRAZOS
DESDE LA DISTANCIA Y LA NOSTALGIA DEL RECUERDO, HA SIDO UN FELIZ REENCUENTRO LEERTE EN ESTE BLOG.uN ABRAZO
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