martes, 4 de marzo de 2008

CLASES SOCIALES, GUETOS Y CASTAS

En los albores del tercer milenio, todavía es mucha la tinta que queda por verter, a medida que se produzcan cambios inevitables en las estructuras del entramado social. Es preciso una progresiva evolución en los estratos que conocemos, aceptar una nueva organización social donde no tengan cabida la marginación, la xenofobia, el racismo o las bolsas de pobreza. Durante el siglo pasado se produjo un evidente acercamiento y homogeneización en la sociedad occidental; las clásicas aristocracia, clase media y obrera han ido limando diferencias, sobre todo en el ámbito social y económico, pero persisten demasiados perjuicios a la hora de valorar comportamientos integradores entre de unos y ortos grupos sociales.
El desarrollo económico, la capacidad de especulación financiera, la producción a gran escala, el consumo, o las transacciones en mercados internacionales, ha dado lugar a una nueva forma de objetivar la vida, fruto del enriquecimiento rápido y fácil de una parte de la sociedad, y se ha hecho realidad la máxima de que el dinero abre puertas.

Frente al hecho positivo que tiene la aproximación entre las distintas capas sociales, queda patente el desequilibrio producido al considerar el indicativo con mayor influencia integradora al dinero, para unos, como medio para introducirse en ámbitos antes vedados, para otros como recurso a una necesidad receptiva, cuyo respaldo económico suponía el mantenimiento o incluso la supervivencia en un determinado status. Por contra se produce una mayor marginación de aquellos grupos sociales más desfavorecidos, ya que la nueva clase adinerada acostumbrada a desenvolverse en un mercado especulativo, dominado por multinacionales, tiende a deshumanizarse.

Hoy el culto al dinero ha relegado valores como la educación, las formas y el protocolo, y propiciado cierta tibieza en aquellos que distinguen la calidad de las personas. A la integridad, la equidad, o la generosidad se les concede escasa consideración en determinados estamentos. Es alarmante observar como los grupos sociales se constituyen en guetos, unas veces por auto exclusión espontánea, por afinidad de ideas, conductas, o por simple rebeldía frente a la norma establecida, otras por la brutal marginación a que los somete el medio social dominante; sin embargo en muchos de ellos encontramos valores encomiables, enfrentados a instintos primarios, desarrollados traumáticamente en un entorno hostil, presentando una agresividad patológica fuera de su ámbito.
Merece atención a parte, el tratamiento de castas, que todavía hoy persisten en países como la India, y en ese terreno, basta con leer el libro "Yo, Poolan Devi, reina de los bandidos" para darse cuenta de una realidad que pretende atribuirse a épocas pasadas. El testimonio desgarrador del sometimiento, humillación y degradación a que puede someterse un ser humano por razones de casta, y el sentimiento de venganza que genera en la victima como elemento liberador, no menos sanguinario y brutal, hace sino que llamar la atención sobre situaciones marginales para vergüenza de una civilización cuyos progresos, en cierta medida, han ocasionado las mayores diferencias entre el genero humano.