martes, 27 de agosto de 2019

CINCO LÍDERES POLÍTICOS Y UN TONTO

Habría mucho que decir de esos políticos con nombres y apellidos, pero seguro que desgranando sus connotaciones políticas, obsesiones, y calificativos inherentes a sus personalidades, no será necesario nombrarlos porque se identifican perfectamente.
Podríamos etiquetarlos como, cínicos, ambiciosos, oportunistas, autoritarios y embusteros, si bien podría atribuírseles algún adjetivo más.
Existe en uno de ellos un cierto conservadurismo moral, esgrimiendo una ideología para acomodados, defendiendo lo tradicional en lo social y en lo teológico.
La herencia del próximo pasado lo atenaza y debe conciliar las corrientes liberales, progresistas y conservadoras en una transversalidad imposible pero hoy imprescindible.

Otro es un maestro polarizador, arrogante, arbitrario, embustero, y empecinado en lo que le era favorable ayer, y hoy de lo contrario. El “no es no“ y su moción de censura para quitarse de en medio a Rajoy y acceder al gobierno pensando en mantenerse a cualquier precio, hoy le pasan factura. Saca de la chistera decretos leyes sin el menor pudor, maneja los elementos públicos propagandistas como nadie, pero es incapaz de aprobar los presupuestos. Aquí encajaría una cita de Jean Le R. d’Alembert “La guerra es el arte de destruir a los hombres, la política es el arte de engañarlos”

Al siguiente nadie sabe si pretende ser socialdemócrata o liberal, o las dos cosas al mismo tiempo. Huye de ser bisagra y fija líneas rojas cuando no toca. Su intento de convertirse en el principal partido de centro derecha no dio sus frutos y ahora se encuentra en la encrucijada de mantener su alineación con el bloque de las derechas o a redefinirse ante la aparición de la extrema derecha que obliga, si o si, a negociar para lograr objetivos con el bloque comprometido. Nadie entiende su actitud intransigente de negarse a negociar con la extrema derecha, cuando el bloque de izquierdas lo hace con su extrema de forma natural. Esta crisis de identidad ha provocado no pocas deserciones que más pronto que tarde lo reubicarán a en su segmento real de representatividad.

Del cuarto no hay mucho que decir, podríamos tacharle de nostálgico, autoritario y fetichista, aunque diga verdades como puños. Es la novedad que se suma a la corriente ultra derechista de la U.E. aunque poco tenga que ver con los partidos ultra ya existentes. En España es la escisión más extrema del PP con una marcada identidad nacional y una beligerante oposición al independentismo, no en vano ha sido el único partido presente como acusación particular en el juicio al “Proces”. Su trasnochada ideología lo lleva a declaración de intenciones propias del siglo pasado a todas luces utópicas.

“El coletas” primero fue el redentor de los perro-flauta, luego inconsistente en su discurso en cuanto pisó la moqueta del Congreso olvidándose de la desigualdad y la pobreza. Oportunista sin oportunidad real. Las crisis internas de su partido han sido una constante y su autoritarismo ha provocado deserciones y desencanto a no pocos seguidores. Sus maniobras populistas han llegado hasta a feminizar el nombre de su partido.

Finalmente y a pesar de su irrelevancia personal pero no menos importancia política. El vasallo del prófugo nos tiene avergonzados, al menos al 50% de los catalanes. Sus declaraciones hablan por sí solas y no tienen desperdicio, dignas de ser incluidas en el libro cómico “Un osito de peluche mata 2.500 truchas” del periodista Ramón Arangüena. Últimamente parece que el cargo se le ha subido a la cabeza, y pretende desmarcarse de su jefe; no sé qué será peor.
Halagüeño panorama nos ofrecen los políticos de turno, incapaces pactar mayorías para alcanzar gobiernos estables. Ya es lamentable que ahora tengamos que fijarnos en Grecia.

Tarragona, 10 de Julio de 2019
Luis Álvarez de Vilallonga 
 
 
 

domingo, 4 de agosto de 2019

LAS CUNETAS DEL ODIO

No cabe duda que en toda confrontación hay vencedores y vencidos, pero en una contienda civil las consecuencias, en uno y otro bando, suceden de forma terrible y despiadada, y a lo largo del tiempo generan actitudes revanchista y vengativas.

Leía hace pocos días un excelente artículo titulado “Verano sangriento del 36 en Tarragona” de Salvador Caamaño Morales; la espantosa realidad expuesta por el autor en nuestras comarcas, bien podría extrapolarse a las provincias españolas que la historia señala como zonas republicanas, donde asesinato de sacerdotes, quema de iglesias y conventos y persecuciones a todo lo vinculado con lo religioso fue una constante.

Finalizada la guerra civil, nadie duda de la represión ejercida por el bando vencedor que imposibilitó, durante una dictadura de más de 40 años, una utópica reconciliación entre las dos Españas, pero transcurrida una modélica transición, parecía que era posible. Sí, quedaban heridas aun no cicatrizadas del todo que el tiempo y las generaciones posteriores a la contienda habían conseguido atenuar a pesar de la sangrante realidad de lo ocurrido.
Se trataba de conciliar las voluntades y la generosidad de los herederos de una fratricida guerra, pero he aquí que una vez más el dislate histórico se produjo. En efecto, durante el gobierno de Rodríguez Zapatero se promulgo la Ley de Memoria Histórica, que reabría heridas y un debate innecesario y perverso, que en el fondo buscaba revertir una derrota en victoria política de un pasado que nunca debió suceder.

Si bien es a todas luces justo, humano y necesario que se recuperen los restos de todos aquellos que fueron arrojados a las cunetas, la Memoria Histórica, pretende ir más allá con un ataque sistemático a personalidades relevantes o ciudadanos significados en cualquier ámbito de la vida que alcanzaran un reconocido prestigio durante la dictadura, o retrotrayéndose en el tiempo, pretender borrar del recuerdo, eliminando la rotulación de calles, de ilustres personajes de siglos pasados que nada tenían que ver con la dictadura. Por otra parte es lamentable reconocer que muchos españoles republicanos, tras la guerra, se adhirieron al régimen del Movimiento Nacional y una vez restaurada la democracia, fueron los primeros en declararse vehementes antifranquistas apuntándose al carro socialista, ocultando hipócritamente su pasado; son precisamente estos los que más han dañado el espíritu conciliador de la transición siendo incondicionales valedores para transmitir la interpretación más abyecta de la Ley de Memoria Histórica, el odio y la confrontación.

Basta de políticos ineptos, procaces y grotescos. Hoy hace falta una nueva generación íntegra, libre de rencores, que supere de una vez secuelas y perdone pasados desmanes, odios y locuras que sucedieron en aquel irracional período de nuestra historia y nos devuelvan desde una auténtica conciencia política el discurso humano y conciliador que nunca debió abandonarse.
Quizá uno sea objeto de ensoñación, pero a veces los sueños tarde o temprano se cumplen.

Tarragona, 27 de Junio de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga 
 
 
 
 
 
 





EL PARAGUAS DEMOCRÁTICO

Visto el “Despotismo Democrático” de Donald Trump, o el drama del Brexit en el RU ya nada podría sorprendernos, pero las argucias políticas son ilimitadas y los lideres instaurados y los emergentes son capaces de mimetizar la realidad hasta el punto de hacer dudar a los politólogos más avezados. Algo parecido sucedió, salvando las distancias, a mediados del siglo XVIII cuando los reyes absolutistas implantaron el Despotismo Ilustrado con reformas que favorecían la cultura, la mejora de condiciones de vida a los súbditos o permitiendo la creación de sociedades económicas, pero salvaguardando el poder omnímodo de los monarcas, así lo resumía el célebre lema “Todo para el pueblo pero sin el pueblo”.
Hoy bajo el paraguas del vocablo DEMOCRÁCIA cabe un sinfín de engaños, farsas y cambalaches para lograr fines políticos que al fin y al cabo acaban rentabilizándose en bienes personales y de partido. En efecto, en el siglo XXI, un nuevo despotismo encubierto planea sobre los poderes fácticos. La proliferación de líderes populistas en una sociedad falta de referentes morales y de honestidad política, con aspirantes de toda índole, prestos a acomodarse en la prostituida poltrona del poder, es el reflejo de una sociedad inerte, incapaz de reaccionar, solo movida individualmente y por intereses personales.

Si hoy tuviéramos que señalar la figura de un líder anti populista, se nos haría harto difícil perdidos en la nebulosa de políticos capaces de escribir sin rubor decencia y honradez con renglones torcidos; pero lo grave radica en la opinión de una joven sociedad huérfana de educación objetiva en política, historia o humanismo, ávida de derechos y parca en obligaciones, toda una incógnita de futuro a la hora de emitir su voto con y la injerencia de un perverso maniqueísmo que señala a buenos y malos en función del sufragio.

En un auténtico Estado de derecho, debe privar una rigurosa separación de poderes, una inflexible condena a toda forma de corrupción, una ley electoral justa y equitativa, al tiempo que se armonice la excesiva desigualdad social; pero la metodología populista va calando en los políticos de turno con discursos que resoplan palabras altisonantes en contra a sus adversarios pero vacías de contenido, inventando sus verdades y obviando las realidades, polarizando adeptos-rivales, y fomentando la aversión cuando no el odio y la movilización de masas.
Así las cosas, parecería utópico augurar la autodestrucción de la democracia en términos absolutos, sin embargo acechan a la vuelta de la esquina referéndums plebiscitarios, políticas neoliberales o autoritarismos dogmáticos logrados en las urnas. Ante esas recetas, la irrupción de líderes demagógicos que alcancen el poder en comicios democráticos, asumiendo una soberanía que las urnas les conceden solo en usufructo, y que en determinada coyuntura podrían usurpar al pueblo, supondría poner en peligro el sistema más garante que hoy conocemos.

Afortunadamente parece que en España, las mayorías absolutas quedaron atrás, pero en cualquier caso la amenaza subyace y la UE deberá ser garante que evite se adultere nuestro serio sistema democrático.

Tarragona, 14 de Junio de 2019


 Luis Álvarez de Vilallonga

sábado, 3 de agosto de 2019

LOS EXTREMOS NO SE TOCAN

Finalizado el tiempo de sufragio universal, como mínimo en dos convocatorias electorales, es tiempo de señalar algunas particularidades y conceptos asumidos por nuestra querida España y por asimilación sustancial por nuestra identitaria Cataluña.

La aparición de Vox en el escenario político ha puesto en alerta a todo el aparato de partidos a lo largo y ancho del territorio. A Vox se le tacha de fascista, nostálgico, homófogo, machista, franquista y hasta friki; uno no entrará a juzgar todos estos calificativos que podrían ser ciertos, pero primero hay que demostrarlo (como bien sabemos los catalanes, no bastan las declaraciones de intenciones para que se consume la de investigado) por otra parte reivindicar la monarquía, respetar a las Fuerzas Armadas, a la Guardia Civil, a la Policía Nacional, o salvaguardar la unidad de España, son realidades que muchos partidos políticos asumen con naturalidad. Es así que la extrema derecha en nuestro país parece que produce un pánico y rechazo irracional después más de cuarenta años de democracia. Cuando Podemos irrumpió en la política (entonces era extrema izquierda pura), nadie se rasgó las vestiduras y tras una reconversión racional a la moderación, bajaron a la tierra (condición sine quanon) para tener alguna posibilidad de tocar poder.

Está claro que por diversas razones ideológicas y de planteamientos populistas, en este país, los extremos no se tocan, y Vox tendrá el recorrido que los votantes quieran, pero no hay que menospreciar el equilibrio que puede aportar a las fuerzas de derecha, a fin y al cabo el arte de gobernar, pasa desde pactos contra natura, hasta cambios radicales de posicionamientos en función de intereses personales o de partidos.

La mentira es una expresión despreciable, reprobable, pero que solo adquiere un tono condescendiente con los políticos, quizá porque nos hemos acostumbrado a ella ya que está instaurada de forma permanente en debates y campañas electorales. Otra cosa es cuando ya obtenido el rédito electoral, se produzcan pactos negociados bajo el mostrador. En todo caso lo evidente es que las últimas legislativas han puesto de manifiesto la moral colectiva a los pies del trono Sanchista.

El caso de Cataluña, merecería un capítulo aparte, que abordaré en otra ocasión, quizá después de las autonómicas seria el momento. En todo caso comentar que el contexto en que se desarrolla toda actividad política, legislativa y judicial en el ámbito del Govern de la Generalitat, subyace el nacionalismo (independentismo) en contraposición con el patriotismo (españolismo) ambos valores despreciados recíproca y sistemáticamente sin razonamientos claros y convincentes. Quizá porque a estas alturas pesan más los sentimientos que las realidades históricas.

Tarragona, 05 de Junio de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga




CON PEDRO SÁNCHEZ LA UTOPIA CONTINUA


El hartazgo del procés nos ha hecho finalmente poner en cuestión principios que toda sociedad avanzada tenia asumidos como válidos, y así la democracia venía a corroborar un sistema en el que el estado de derecho estaba garantizado, sin embargo alguien pretende que las leyes, los instrumentos que todos nos dotamos para articular el gobierno de un estado, se banalicen, se ignoren o se transgredan, aduciendo que la democracia prevalece ante todo, cuando es desde la propia democracia desde donde emergen todas las leyes, códigos, reglamentos y jerarquías establecidas que deben respetarse, en tanto no se alteren, modifiquen o deroguen democráticamente. Queda por tanto claro que todo intento secesionista de forma unilateral, atenta contra el estado de derecho y la propia democracia, por otra parte el independentismo es claramente excluyente y enemigo de la democracia pluralista.

Hoy vemos que una buena parte de políticos proviene del activismo radical de izquierdas que encontraron su momento en la crisis de 2012 cuando la izquierda sociológica de Zapatero encontró causas concretas que ideologizadas atrajeron a una juventud desengañada que se alineó con una izquierda rupturista y electoralmente competitiva.
Tras muchos años de un “proces” relativamente encubierto y luego descaradamente ostensible y desafiante ante unos gobiernos débiles y en la inopia, el Parlament sentó unas bases y promulgo leyes que luego declaró simbólicas para cubrirse de posibles responsabilidades penales.

Dos nuevos partidos habían protagonizado cierto desasosiego en el panorama electoral:    
Podemos y ciudadanos, el primero frustrado al no haber materializado el sorpaso y ciudadanos con cierto éxito sobre el centro derecha pero sin cuajar una alternativa posible; así las cosas el eje de la política nacional se centró sobre Cataluña, el principal problema a abordar desde el gobierno. Si ciertamente a la nueva izquierda en parte se la reconoce como heredera del 15M, su postura frente al nacionalismo denota una cierta ambigüedad y posicionamiento oportunista, no así Ciudadanos que desde su origen catalán nació en contraposición a la discriminación lingüística que planteaba la llamada “nurmalització” y su desigual aplicación en las distintas escuelas del territorio, un bilingüismo que paulatinamente iba desapareciendo de las instituciones catalanas en favor su lengua autóctona; por otra parte la independencia de Cataluña desde el punto de vista de la izquierda pristína se presenta cuanto menos ambigua, no olvidemos que durante 36 años un gobierno burgués ha impuesto su mayoría en el Parlament, pactando tanto con PESOE como con PP acuerdos ventajistas para su autogobierno y a pesar de ello produjo durante la crisis los mayores recortes en Cataluña de entre todas las autonomías del Estado.

A partir de la implicación independentista del expresident Mas, la deriva secesionista ha sido una carrera frenética hacia adelante, pactos y componendas contra natura con partidos de izquierda y anti sistema se han producido con tal de imponer un relato secesionista idílico ante parte de una sociedad catalana rendida a sus quimeras. El éxito de una demanda independentista obligaba a obtener un apoyo porcentual bastante superior al 50% que refrendase una hegemonía secesionista aparentemente democrática, sin embargo la mayoría expresada en votos no alcanzaba ni siquiera el 50% y había que prolongar el proces hasta lograr una mayoría suficiente en términos democráticos, y surgió el manoseado “derecho a decidir, un concepto inexistente en nuestro ordenamiento jurídico que se antepone al principio democrático, medidas plebiscitarias de apariencia democrática para sortear nuestra ley fundamental, en definitiva embrollar el proceso y ganar tiempo para manipular voluntades e incorporar nuevos adictos.

No cabe duda que la aventura secesionista ha creado prevención social, inestabilidad política, recesión económica, una ostensible fractura social y un obstáculo para la convivencia entre el mestizaje del pueblo catalán, porque si bien el movimiento separatista no es en sí mismo violento, tampoco es pacífico porque ha engendrado un sentimiento propagandístico de rechazo con matices que rozan el odio hacia todo lo que se anteponga a los postulados independentistas.

Tras el relato oficial secesionista, subyacen históricamente para el catalán de finales del XX y principios del XXI figuras tan contrapuestas como Cambó, Casanovas, Companys, Tarradellas o Pujol, y hoy se nos antojan increíbles en Cataluña pactos tan hipócritas como irreales entre la burguesía, el socialismo, izquierdas y partidos antisistema o asamblearios. Por otra parte, nunca los medios de la Generalitat han expresado en términos económicos, sociales, nacionales e internacionales el alcance de una hipotética Republica Catalana, las ventajas y los inconvenientes, las realidades y las ficciones, que para algunos catalanes de buena fe, otros por desconocimiento o ignorancia y la mayoría llevados por un sentimiento ancestral como pueblo, éste sea un proceso necesario y democrático, pero no lo es, en efecto, nuestra Constitución fue votada plebiscitariamente y sancionada por una mayoría abrumadora, y la propia Constitución establece los mecanismos para su reforma o derogación. El arte del parlamentarismo democrático consiste en alcanzar las mayorías que permitan lograr los objetivos propuestos.

Los nuevos actores y su declarada voluntad de negociar, se nos antoja un brindis al sol, ya que desde posturas tan firmes y radicales por ambas partes solo es previsible negociar paja. Desde puntos de partida intocables como la continuación del proces hacia la Republica Catalana o el respeto a la indisolubilidad del Estado y a la Constitución, no hay nada que parezca negociable, pero España es diferente y aun con las cartas boca arriba, la utopía separatista continuará.

Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona, 09 de Junlio de 2018