miércoles, 25 de noviembre de 2015

POPULISMO E INDEPENDENTISMO: ALGO EN COMÚN

Es posible que al abordar un tema tan resbaladizo como el que nos ocupa, pudiera incurrir en equívocos o interpretaciones supuestamente subjetivas pero aún en tal caso uno asume el riesgo, no sin el pleno convencimiento de que el planteamiento tendrá adictos y detractores como todo aquel que puede expresar algo sin tapujos ni condicionantes, atendiendo al imperativo de su conciencia al que no se quiere ni debe sustraerse.

Un escrupuloso análisis de los dos términos aplicados al tiempo en que nos movemos y, naturalmente concediendo el protagonismo a los gobernantes del pueblo catalán, uno no puede ocultar, desde la triste desazón, las conclusiones que el título de este artículo anuncia.
El populismo arrincona y abandona el orden legal, el independentismo, bien a través de la invocación de unos derechos superpuestos a los legales y constitucionales o argumentando el manido hecho diferencial, descalifica lo legal y se aferra un derecho a decidir unilateral sacado de la chistera de su jurisprudencia para finalmente ignorar el orden legal.
Para que se produzcan estos escenarios es necesario un Líder con cierto carisma y buena verborrea que conduzca el proceso con  habilidad y que su palabra se transforme en la palabra del pueblo. Su discurso reparte riqueza por doquier, promete estructuras de nuevo estado donde todos vivirán mejor,  pero también fomenta la animadversión hacia los que no apoyen su proyecto o proceso y se vale de todos los medios propagandísticos a su alcance para aleccionar al pueblo. Transmite la falsa ilusión de una mejor subsistencia y en el caso de Cataluña una nostálgica reivindicación histórica que nos remonta a los primeros Reyes de Aragón y condes de Barcelona como Ramón Berenguer IV, Alfonso II el casto o Pedro II el católico, y más aún Wifredo el Velloso (el mítico fundador de Cataluña) que reunió bajo su gobierno los condados de Barcelona, Gerona, Osona, Besalú, Cerdenya i Urgell, siendo el último conde nombrado por un Rey franco. A su muerte estos condados no adquirieron una entidad unitaria ni  independiente, sus hijos se repartieron los títulos y continuaron rindiendo vasallaje al rey franco.
Pero volviendo a nuestros días, nadie puede negar que desde ese intento independentista, orquestado desde el poder, se intenta adoctrinar, domesticar, dominar sutilmente al pueblo concibiendo una particularísima democracia que se arrogan y legitiman en la voluntad popular a la que previamente ha subordinado, al tiempo que niegan la constitucionalmente establecida; de ahí la obsesión de promulgar nuevas leyes que les otorguen mayores cotas de poder.
El populismo es camaleónico y es capaz de acomodarse a cualquier ideología. El independentismo, por lo menos en Cataluña, nos ha demostrado que la ideología es lo de menos, aglutinando en una sola candidatura un batiburrillo de ideologías contrapuestas y contra natura con tal de conseguir una mayoría que permita alcanzar el objetivo previsto.
Desgraciadamente, oyendo y repasando el discurso de Mas en la fallida investidura, hemos sido testigos de la engañosa ilusión de conseguir un estado independiente casi idílico, adulterando la verdad, y culpando al Estado central de los males del Estado autonómico con cifras alucinantes, pero hoy ya no engaña a al  que quiere, solo al que puede, y cada vez menos después aparecer la publicación de Josep Borrell y Joan Llorach “Las cuentas y los cuentos de la independencia” donde de forma contrastada y rigurosa se desmonta la aritmética de la Generalit y  se pone en evidencia frases populistas como “España nos roba”. Todo el castillo de naipes construido desde el poder autonómico se ha venido abajo tras las pasadas elecciones.

No nos detendremos más en constatar más paralelismos, obviando adrede el de la corrupción, que llenaría más de un folio, pero en todo caso la situación actual que vive Cataluña habla por sí misma: una sociedad fracturada, coaliciones políticas desmembradas, partidos sin serios objetivos políticos, una parlamento (con perdón) de feria, un patético intento de investidura y un desgobierno sin precedentes. Pero seamos positivos, de peores situaciones hemos emergido, solo hace falta aplicar el seny català que buena parte de políticos de tres al cuarto, que hoy  medran en nuestra cámara, han perdido o nunca poseyeron.
Ante este panorama es evidente que Cataluña necesita un cambio substancial, pero a estas alturas y a las puertas de unas legislativas, con la jerga de candidaturas previstas y con el espectáculo de una campaña electoral asegurado, uno ya no sabe a qué carta jugar; quizá habrá que emular la solución de aquel viejo chiste “Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy”  
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 26 de Noviembre de 2015


 


CATALUÑA ENTRE LA FRACTURA Y EL PIÉLAGO

Parece que un virus de la sinrazón ha contaminado a la presidenta y ciertos sectores del Parlamento catalán. Presumir de una fuerza que no se tiene y arrogarse la decisión del pueblo catalán en el sentido secesionista, que en ningún caso se ha producido, es una falacia de los partidos independentistas Junts pel Sí habiendo quedado palpablemente demostrado en las pasadas elecciones autonómicas que la propuesta del voto secesionista no alcanzó el 50%.
La megalomanía de  autoalimentar la supremacía de Cataluña sobre el resto de España es una percepción que en el siglo XXI y finales del XIX quizá tuviera cierta justificación, pero en los años en que vivimos no tiene ningún sentido y menos visos de realidad; junto con el manido fet diferencial ha provocado un desprecio zafio por el resto de comunidades, exceptuando el País Vasco por razones obvias.
Aunque uno no vivió los infaustos hechos de octubre del 34 y julio del 36, la experiencia de 72 años de vida repartida entre Madrid y Cataluña, podemos constatar que el nacionalismo catalán, a partir de los primeros años de la transición, se produjo a través de un adoctrinamiento encubierto a través de la ley de la inmersión lingüística que en su día nos pareció útil, reconociéndola necesaria, si no fuera porque iba más allá del mero aprendizaje y conocimiento de nuestra propia lengua. Desde las instituciones e instrumentos mediáticos públicos como TV3 y privados subvencionados, nunca se dejó de invocar la “intrínseca” modernidad catalana, la autosuficiencia, el victimismo y el desequilibrio económico provocado por Madrid. Ya desde los gobiernos de Jordi Pujol, pasando por Maragall con su nuevo Estatut (que nadie reclamaba), el tripartito de Montilla hasta Artur Mas (Junqueras), el proceso de nacionalización de la sociedad catalana ha sido constante con un goteo de gestos, símbolos y un nuevo lenguaje postizo y distinto al que practicamos toda la vida.
Pero esa fractura de la sociedad catalana no se entendería sin dos premisas muy bien articuladas desde los distintos gobiernos de la Generalitat. Uno el programa de las escuelas y centros educativos cuyas consecuencias hoy se hacen notar cuanto menos en una generación perdida que solo han tenido la posibilidad de acceder académicamente a la historia oficial de Cataluña sin contrastar otras versiones tan objetivas o subjetivas, tan ciertas o partidistas como las oficialistas, unido a ello el entorno social y mediático, es comprensible la fractura generacional en el seno de las propias familias; y segundo el hábil clientelismo instaurado por CIU (Jordi Pujol entre 1980 y 2003, Artur Mas entre 2010 y 2015) sin olvidar al nefasto tripartito. Todo ello unido a la crisis y a  la escandalosa corrupción del PP antes de conocerse la trama del “honorable”.
Por otra parte la utilización partidista del prestigio de catalanes universales para su causa, es una manipulación ostensible. Un ejemplo es la del insigne violonchelista Pau Casals que si levantase la cabeza seguramente se avergonzaría de aquellos que ahora enarbolan la bandera del independentismo. En 1971 recibió la medalla de la Paz de manos de U-Thant , secretario general de Naciones Unidas, y en aquel discurso que pronunció a los 95 años señalamos frases como “Cataluña es la nación más grande del mundo”, “tuvo un parlamento mucho antes que Inglaterra”, “sentó las primeras bases para las Naciones Unidas”, pero al margen de estas declaraciones Casals fue un genio universal, compositor y director que hablaba con el violonchelo y su universalidad la debe principalmente por su virtuosismo con el instrumento,  pero intenta ocultarse que junto con su gran catalanismo, con el que nos identificamos y que ahora es denostado por los independentistas, siempre afirmó su españolidad “soy catalanista pero jamás he sido separatista”, ligado a la monarquía través de su amistad con la reina María Cristina, en plena república lo hicieron hijo adoptivo de Madrid.   
Así las cosas hoy nos encontramos ante un probable final de un “proceso” con el fracaso del simulacro de referéndum del 9-N de 2014 -con una participación inferior al 40%, la ruptura de la coalición CiU tras las recientes elecciones municipales y autonómicas, la irrupción de un populismo que Mas necesita para formar gobierno, pero vista la propuesta unilateral de secesión y república catalana anunciada por la señora Forcadell, intuyo que el final está cerca aunque antes haya que resolver trámites jurídicos, legales y constitucionales. Solo nos queda investir a un nuevo President o proclamar un nuevo “mártir catalán” pero dudo si los Junqueras, Forcadell, Romeva, Rull o Franco estarán en ello, en todo caso el choque de intereses contrapuestos entre formaciones políticas tan opuestas hace difícil un consenso.
Uno hoy no es capaz de imaginar siquiera nuevos puentes de entendimiento, pero pasado el 20 de diciembre no cabe duda que los nuevos responsables de gobernar que salgan de las urnas, deberán forzosamente hallar fórmulas de entendimiento que sin apartarse de la legalidad democráticas satisfaga a las partes, empresa que se nos antoja harto difícil.
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 30 de Octubre de 2015







 

domingo, 1 de noviembre de 2015

AUTONOMÍA, FEDERALISMO Y NACIONALISMO

Superados ya 40 años de transición democrática, cualquier persona con una elemental  capacidad de análisis es consciente de que nuestro Estado  tiene una peculiaridad política  singular y determinante, que en nuestro territorio cohabitan sensibles y marcados nacionalismos interiores.

La crisis económica destapó, no pocas carencias y abusos en el estado de las autonomías al tiempo que el estado central, incapaz de afrontar reformas de fondo en temas capitales como la justicia, la educación, el modelo territorial, la corrupción o el sistema fiscal, nos ha conducido a una situación donde las nuevas generaciones han constatado los vicios y defectos  de un sistema incapaz de regenerarse y  ante la flagrante desigualdad social, el paro juvenil y la precaria situación laboral, provocando el desencanto y la desafección política hacia los partidos tradicionales los ha ido conduciendo a opciones de nuevos partidos con dudosas garantías de mejora a tenor de lo visto hasta la fecha.
En el punto que nos encontramos ya no cabe hablar de federalismos y nacionalismos si no es desde la óptica de una reforma constitucional, que sin denostar las aspiraciones de unos y otros, racionalice, actualice y solidarice las autonomías, y en ese sentido  las leyes no pueden ser vulneradas por quien siendo parte del Estado lo representa en su  comunidad. En cualquier caso, hoy en democracia, cualquier supuesto en una nueva modalidad de Estado, forma de gobierno o sistema político, se haría imprescindible una reforma estructural como la despolitización de la justicia, unificar competencias y sobre todo suprimir el reparto de las cuotas politizada por los partidos y normalizar el nombramiento de vocales del Consejo General del Poder Judicial

La educación, en términos académicos, es otro lastre endémico que arrastramos desde la transición con un pésimo posicionamiento en las listas de PISA (Programme for international studenta assessment) o PIAAC (Programa Internacional para la Evaluación de la Competencia de los Adultos); el evidente fracaso escolar impone una revisión del sistema y homogeneizar las materias troncales en todas las comunidades autónomas. No menos preocupante es el mercado laboral o el sistema fiscal, pero el caballo de batalla se centra en la lengua común y su oficialidad en todo el territorio, sin menoscabo de las otras lenguas reconocidas por la Constitución y los Estatutos de Autonomía.


La enseñanza de la lengua común, es decir el castellano, debe ser un derecho reconocido en toda el área docente junto a las otras lenguas propias de algunas comunidades, y ese derecho no puede ser vulnerado incumpliendo las leyes establecidas, en ese sentido cualquier modalidad de Estado, forma de gobierno o sistema político debiera asumirlo como requisito indispensable para la formación académica.     

El órdago lanzado por  Mas al Estado de la Nación, en una carrera febril e irracional hacia adelante, contempla la utopía nostálgica de la aventura independentista que intentaron,  entre otros Pau Claris, logrando el período más largo de pseudoindependencia tras  someterse al rey francés Luis XIII, episodio que duro 12 años.

Es evidente y notoria la capacidad, emprendimiento y seny del pueblo catalán frente a situaciones complejas; solo mentes abyectas y cerradas en el ámbito político han propiciado la fractura de la sociedad catalana, iniciando de forma perversa una querella de la lengua, utilizándola como frontera y como herramienta coercitiva asociada al poder, obviando que el bilingüismo es un hecho en nuestra sociedad en la que cohabitan las dos lenguas sin traumas ni discriminaciones en la ciudadanía avanzada del siglo XXI, quizá aspirando a la libertad de elegir en cual educar a los hijos valorando, con cual se puede ganar más dinero, con cual tener mayor reconocimiento social o simplemente apelando al derecho de elección; sin embargo lo inteligente y pragmático aconsejaría dominar  ambas lenguas y utilizar cada una en el tiempo, lugar, ámbito, circunstancia, y participación  adecuada.
Intuyo que en esta campaña electoral al Parlamento catalán, orquestada de forma plebiscitaria, oiremos declaraciones dogmáticas, absolutistas e irresponsables que crispen el debate político  para caer en una dinámica de ofensas, descalificaciones y ataques personales, en una frenética e inútil carrera por arañar votos; una procaz forma de confundir a las masas, presa de fácil manipulación para el voto dirigido, porque cuando no existe capacidad de análisis y la práctica de pensar por uno mismo es nula, se pierde el sentido de la democracia concebida para pueblos maduros, educados y con el pensamiento libre, donde las decisiones se fundamentan en la razón.
Confiemos que sea cual sea el resultado prevalezcan los cauces legales y las reglas del juego san respetadas en el “supuesto” estado de derecho.     

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 12 de septiembre de 2015