viernes, 8 de mayo de 2015

LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN

Transcurrido un tiempo prudencial de la masacre producida en la redacción de Charlie Hebdo, cuando los ánimos de repulsa, condena e indignación parecen estabilizados, es hora de que uno se pronuncie sobre los asesinatos del 7 de enero que tanto debate han provocado en la sociedad y medios de comunicación, reviviendo el viejo debate sobre los límites en la libertad de expresión.

En primer lugar hay que manifestar con toda claridad y contundencia la repulsa y condena del atentado yihadista que en ningún caso tiene justificación sea cual sea el contexto en el que quiera adscribirse.

En una sociedad democrática nadie duda que la libertad de expresión es un derecho incuestionable pero sus límites deben ser regulados por ley. Efectivamente si no fuese así cada cual establecería su propio criterio en base a su moral, el buen gusto o educación, así el ateo, el fundamentalista o el amoral podría perfectamente ofender, agraviar o escarnecer la imagen o creencia de cualquier  persona, culto o religión sin mayor trascendencia.

Las caricaturas de Mahoma publicadas en Dinamarca en 2005 son una muestra de libertad de expresión pero al propio tiempo ofenden al mundo musulmán, como también sucedió en publicaciones satíricas sobre el islam en Charllie Hebdo. A partir de aquí la reacción salvaje e irracional de fundamentalistas islámicos se ha hecho sentir trágicamente y esto ha puesto en guardia a todo el orbe civilizado; pero que decir de las graves ofensas y escarnios producidos  sobre símbolos de la religión católica en nuestro país, en la Universidad Complutense y en parodias religiosas que se producen públicamente con desfiles sacrílegos ante la impunidad y permisividad de autoridades y jueces. Afortunadamente en el seno de la Iglesia Católica se sufre con dignidad estos atropellos sin que aparezca el fantasma de atentados criminales contra quienes los provocan.

Condenar la masacre y solidarizarse con las victimas de Charlie Hebdo  y las del supermercado judío es una cosa y otra es aplaudir chistes, viñetas o expresiones de mal gusto sobre el islam,  judíos o cristianos. Ya es lamentable que se haya llegado a esta situación para replantearse el debate sobre la libertad de expresión pero, inevitablemente este golpe del terrorismo islámico sufrido en una sociedad democrática donde estas cuestiones se dirimen pacíficamente en los tribunales, ha activado sentimientos xenófobos y de islamofobia que por otras cuestiones ya estaba latente en el seno de algunos países de la UE.

Uno recuerda la sentencia de muerte a que está sometido el escritor británico nacido en Bombay Salman Rushdie y la intolerancia de los aludidos por “Los Versos satánicos”, pero también en el siglo XVIII, Montesquieu, Voltaire, Rousseau o Diderot, sufrieron los ataques quienes rechazaban las ideas de la Ilustración. Es el eterno debate sobre la tolerancia de quien acepta el discurso ofensivo, la blasfemia o la mofa mientras no se pase a la acción, o el   intolerante con la ofensa, insulto o escarnio desde lo que se ha llamado fundamentalismo del agravio. No existen tesis convincentes en ningún sentido, por ello es necesaria una regulación por ley que marque la línea roja en el discurso sobre la libertad.

La democracia exige libertad de expresión, aun gozando de la mayor amplitud, ésta debe estar exenta de toda incitación a la violencia y en este sentido la afectación u ofensa de una frase,  viñeta o burla a la sensibilidad de cada persona o comunidad que es heterogénea, múltiple y diversa, prescindiendo de todo juicio u opinión personal, debiera estar regulada por Ley.

Decir libremente lo que pensamos sin burlas ni ofensas y sin miedo a represalias políticas o religiosas, es la más pura manifestación de la libre y democrática libertad de expresión. 

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 22 de Abril de 2015






jueves, 7 de mayo de 2015

LOS CAMBIOS DE PODER


No es nada nuevo señalar que la naturaleza produce ciclos que vienen sucediéndose desde que el mundo existe y nuestra vida forma parte de ella, siendo así no resulta aventurado argumentar que tales ciclos son inherentes a la naturaleza humana y por tanto se encuentran presentes, a lo largo de los siglos, en cualquier ámbito o actividad del hombre inserto en estructuras sociales y de poder.
La pregunta que nos planteamos respecto al poder es, si la democracia que  ha sucedido a  poderes, oligárquicos, dictatoriales y absolutistas es en sí misma un último poder en el ciclo hegemónico de los poderes.
El sistema democrático basado en partidos políticos ha venido evidenciando graves defectos que cuestionan su vigencia con su estructura cerrada y piramidal. Las luchas interinas se evidencian cuando se avecinan elecciones, y es que el figurar en las listas y perpetuar la carrara política hay que defenderlo cualquier precio. Hay personajes que toda su vida han vivido de la política, y debe de ser rentable porque sus hijos continúan el mismo camino, (no lo digo con ánimo de crítica porque deben tener una gran vocación y su trabajo es muy arduo, duro, y abnegado y además mal remunerado) evidentemente como todo en la vida no puede generalizarse, siempre hay excepciones.
En nuestra todavía joven democracia, los partidos mayoritarios existentes a nivel nacional y autonómico nos han ofrecido toda guisa de vicios, escándalos, corrupciones y abusos; ahora que ven peligrar su hegemonía se apresuran a lavar su imagen deteriorada por tantos imputado o presuntos defraudadores en sus cuados. Siendo así no es de extrañar que emerjan nuevos partidos unos de corte populista, que sin duda tendrán sus adeptos, y otros ya presentes en el escenario político que no han probado el poder y puedan gozar de un voto de confianza, en cualquier caso, lo cierto es que las nuevas generaciones demandan gente honesta y comprometida que configuren partidos que escapen a los parámetros de los partidos tradicionales, partidos dinámicos, horizontales, innovadores, transparentes, con planes y programas creíbles y realizables.
 
 Pero el poder es una droga que consumida durante demasiado tiempo deteriora, corrompe y embrutece, por ello deberían limitarse los mandatos. Quizá el poder en siglos pasados era difícil cambiarlo, quien lo ostentaba lo utilizaba a su antojo y beneficio. Hoy en democracia es fácil de obtener, complicado de ejercer y sobre todo fácil de perder. No obstante hemos visto como algunos partidos en comunidades autónomas han logrado permanecer en el poder más de dos décadas, indicativo de que el sistema tiene sus lagunas y  los grandes partidos intentan blindar las leyes electorales que en su día eran válidas como punto de partida, pero que hoy no les vendría mal una reforma acorde con los nuevos tiempos.
 
Soy de los que piensan que no existe democracia sin partidos políticos, y para la estabilidad de un país es necesario que existan partidos hegemónicos, sin embargo en el punto que nos encontramos, éstos deben regenerarse, dejar de ser antros de corrupción, abrirse al exterior dando paso a savia nueva con nuevas ideas, dejar de ser oligárquicos, desvincularse de sindicatos y patronales, ponerse al servicio de los ciudadanos e intereses colectivos, concretar cambios políticos e institucionales que sean útiles y eficaces y atender a la comunidad que, no olvidemos, es a la que deben servir.
Sé que pedir todo esto parece una utopía pero confío en que todavía existe gente honesta, cabal y entregada, que en los meandros de sus conciencias no exista laxitud de compromiso que pueda producir un relevo en los grandes partidos, que aclare el oscuro panorama que se nos puede venir encima.
 
Tarragona, 20 de Marzo de 2015
Luis Álvarez de Vilallonga  

miércoles, 6 de mayo de 2015

TARRAGONA: SEMANA SANTA 2015

Un año más la Semana Santa acelera el pulso de la ciudad con un sinfín de actos que van más allá de la Cuaresma y el Triduo Pascual y se prolongan durante todo el tiempo del año litúrgico, si bien la mayoría se centran en estos días santos. La agenda de actos que coordina la Agrupació d'Associacions de Setmana Santa de Tarragona y organizan las hermandades, cofradías y la propia Agrupación, incluye desde mesas redondas, congreso de cofradías, presentación de opúsculos, conciertos, vía crucis, procesiones y oficios, hasta conferencias, sermones, concursos de dibujo, fotografía o narrativa, exposiciones y un largo etcétera.
 
Pero este año solo faltaba que la Semana Santa fuera escenario de precampaña electoral debido a la proximidad de los comicios municipales; supongo que es inevitable que los candidatos de los diversos partidos políticos acudan a la presentación de opúsculos, procesiones y oficios, aprovechando la ocasión que les brinda el escaparate de la Semana Santa.
 
Nuestra Semana Santa ostenta connotaciones e identidad propia, serenidad, respeto, silencio y recogimiento que deben preservarse, y aquí se plantean ciertos debates entre la religiosidad y el posible "foclore", principalmente en los desfiles procesionales.
 
Es conocido el auge de las bandas de tambores que de forma exponencial han ido creciendo año tras año hasta el punto de que cada cofradía o hermandad dispone de una que acompaña a cada misterio o paso, cuyos componentes, en muchos casos, rozan la tierna infancia, no sé si debiera ponerse coto, sobre todo en el número de participantes, y aquí se produce el primer desencuentro entre los que consideran que éste es un aliciente válido para la iniciación de los más jóvenes a la participación, o los que opinan que esas bandas excesivamente numerosas y ruidosas rompen el silencio, se superponen y forman parte de un "foclore" exento de religiosidad.
 
Otra discrepancia se observa entre los partidarios y detractores de los encuentros de misterios o pasos con las repetidas reverencias que algunos tachan de baile; así años atrás en la Plaza del Rey, una vez finalizada la procesión del Santo Entierro, se producía un emotivo encuentro entre la Soledad y el Santo Sepulcro, que puede considerarse foclorista pero que en el fondo estaba lleno de sentido y contenido religioso, actualmente ya no se celebra, solo el Gremi de Pagesos de Sant Llorenç i Sant Isidre efectúa el encuentro entre la Piedad y el Santo Sepulcro en la solemne Processó dels Dolors que precede al Vía Crucis en la iglesia de Sant Llorenç, y que concentra a numerosísimos fieles y publico contemplando impávidos el encuentro de los misterios bajo un silencio sepulcral solo roto por el sonido de las cajas chinas y redoble del tambor que marca las reverencias.
 
 
Esto es solo una muestra de algunas discrepancias entre los que opinan que los actos de la Semana Santa debieran ser eminentemente religiosos y exentos de toda manifestación festiva, o quienes piensan que más allá de la religiosidad, la tradición y la dimensión de este acontecimiento universal (la muerte y resurrección de Jesús)trascienden al hecho religioso.
 
En realidad la Semana Santa es de todos, creyentes o no, solo es exigible respeto y seriedad de cuantos participan en ella o la presencian, es así como se ha ganado la admiración y prestigio de cuantos nos visitan en estos días.
 
Tarragona, 2 de abril de 2015
Luis Álvarez de Vilallonga