jueves, 12 de julio de 2012

CODICIA, CRISIS, Y REALIDAD


No cabe duda que esta crisis, al margen de golpear a muchos inocentes, ha vuelto a la realidad a muchos españolitos de a pie.

Hace apenas cuatro años los políticos con competencia tanto autonómica como municipal, alentaban a promotores para que presentasen proyectos de viviendas y urbanizaciones, conscientes de que el ladrillo era su principal fuente de ingresos, y ahí entraba el juego oscuro de recalificaciones de suelo con la presunta, cuando no evidente, corrupción ligada a la burbuja inmobiliaria. La ambición por obtener dinero fácil mediante la compra hoy y la venta mañana con un beneficio del 30 al 40% sobre un valor ficticio que no se correspondía con la realidad, solo tenía el sentido de la especulación y favorecía la circulación de dinero negro.

No vamos a incidir sobre lo ya archisabido del colapso financiero tras las subprime, pero esta crisis ha puesto al descubierto las vergüenzas de la gestión política y económica de cada país, y la del nuestro con sus políticos ya sabemos ha donde nos han llevado. El contexto de esta crisis nos ha descubierto la realidad de un estado del bienestar sobredimensionado con un crecimiento construido sobre falsos cimientos y desmontado en un abrir y cerrar de ojos. Nuestra particular crisis ha dado al traste con las falsas expectativas de futuras generaciones que confiaban en un bienestar consolidado. En el fondo todo es más simple de lo que parece. Se ha gastado más de lo que podía soportar el bolsillo de cada español, engañado y dejándose engañar por créditos golosos que ofrecían la posibilidad de vivir como ricos sin serlo.

El sistema financiero español (comunidades autonómicas incluidas) con su irracional endeudamiento padece una enfermedad contagiosa de difícil curación. Las medicinas que hasta ahora se están aplicando no parece tengan efectividad y la previsible vacuna que se está elaborando nos tiene a todos angustiados.

Seguramente a pesar de la incertidumbre, la zozobra y desolación, esta crisis pasará llevándose por delante proyectos, ilusiones, voluntades, y dejando tras de sí muchos cadáveres en su recorrido, siempre ha sido así, basta con echar la vista atrás y observar las penurias de épocas pasadas, la recuperación y la vuelta a la prosperidad, si bien las secuelas que ésta deja privará y ejemplarizará a próximas generaciones a no vivir con la alegría económica anterior al 2008 y evitar el marasmo productivo de una sociedad con sus 445.000 políticos y unos 3 millones de funcionarios públicos, que son el reflejo de una sociedad civil que todavía cabalga sobre la picaresca y prefiere prescindir del rigor en el funcionamiento y gestión de las administraciones, a cambio de prebendas, enchufes o amiguismos que atentan contra el orden, la ética y la estricta aplicación de normas y reglamentos. Un país donde funciona la pillería, la evasión de impuestos, blanqueo de capitales, como se ha constatado en escándalos protagonizados por personajes que están en la mente de todos, es solo una muestra de lo que puede haber y lo que irremediablemente quedará impune en la clandestinidad, ocultado y olvidado.

La realidad es la que es. Deberemos soportar recortes, subida del IVA, y más que vendrá y de nada servirá lamentarse. Ahora solo queda arrimar el hombro y ser implacables con los culpables de la situación que hoy vive el país, por más que sepamos que los auténticos responsables del caos financieros, casi siempre quedan camuflados en la nebulosa impunidad.

Tarragona, 12 de julio de 2012
Luis Álvarez de Vilallonga