jueves, 11 de septiembre de 2014

PODEMOS O REGENERACIÓN DEL SISTEMA



En estos tiempos difíciles, de crisis, desengaños, desilusiones y frustraciones, el espectro político está en primer plano ante una sociedad buscando una alternativa que le devuelva el sosiego y la seguridad y ciertas garantías exigibles, ante las negras expectativas que el CIS pronostica.

Al margen de los anti sistema, el movimiento 11- M y otras formaciones de corte radical, no sería lógico pensar que toda la sociedad se apunte a cambios tan radicales, inciertos e inviables; ¿acaso no existen más alternativas?

Quizá haya un interés general por satanizar un liberalismo en el que hoy por hoy ningún partido se sentiría cómodo, ya que todos, en mayor o menor medida, cuando alcanzan el poder, practican un paternalismo intervencionista sobre la sociedad civil.

En todo caso, nuestros políticos adolecen del sentido representativo que se les concedió en las urnas y en una democracia representativa debieran considerar las inquietudes, quejas y propuestas de sus representados y asumir los errores y críticas. Es obvio que esta democracia debiera acometer cambios substanciales sin miedos ni reticencias, son síntomas que emanan de una sociedad hastiada de tanto blindaje y aforamiento, es la clase política la que huye y se resiste a cambios transparentes, leyes electorales o reglamentos camerales que puedan afectar a su estatus privilegiado.

La fragilidad de los sistemas hace sino que ratificar la debilidad del hombre integrado en una determinada ideología cuando sus intereses personales no le satisfacen. Las mentalidades totalitarias son delirios, patologías que someten pero que nunca llegan a imponerse en el tiempo. Ni el estalinismo ni el nazismo hitleriano tenían escrúpulos ante perjuicios antisemitas y paranoias de aquellos sistemas que provocaron millones de muertos.

La memoria es frágil pero peor es la ignorancia; las dictaduras o los regímenes populistas, alcanzado el poder, eliminan o desarticulan todo lo que pueda hacerles la más leva sombra y se arrogan la única ordenación legítima, son Estados habitualmente de corte comunista donde se reparte miseria para todos excepto para el partido que medrará subrepticio en un auténtico capitalismo.

No hay progreso político sin progreso moral a pesar de que la historia se repite con periodos cíclicos en lo esencial aunque vestidos con atuendos, artíficos y avances tecnológicos de su época. Pero ese monoteísmo de observar la historia desde su miseria, barbarie y crueldad como algo ya vivido en otra frecuencia, pone de manifiesto el convencimiento de considerar al progreso moral como algo inevitablemente necesario para el desarrollo de la humanidad.

Es así que las tesis políticas con moral pervertida pueden imponerse a nivel teórico pero cuya praxis fracasa en el tiempo. El elemento que compromete, garantiza y trasciende al ser humano es el sentido estético de religión sobre el que después de dos mil años se continúa discutiendo.

En nuestra joven democracia nadie pensaba que pudiera haber margen para un hipotético populismo, pero hoy contemplamos con estupor que ya está llamando a las puertas del Congreso. Ante postulados leninistas, sistemas trasnochados, comunas y otras beldades, se impone una profunda reflexión y considerar que el esfuerzo de generaciones por levantar un país no puede echarse por la borda. Quien hasta ahora ha permanecido impávido ante las urnas porque el sistema no les afectaba negativamente o podían soportar sus decretazos, que empiecen a preocuparse porque los bienes, patrimonios y libertades ganadas estarían a precario, si las generaciones perdidas consiguen romper el sistema.

En política todo es posible y no debemos menospreciar a nadie. Cada partido cabal deberá valorar su situación y actuar en beneficio de un país miembro de la UE. Solo el consenso, para la regeneración de un sistema corrompido, de todos aquellos que votamos la Democracia Constitucional puede evitar aventuras populistas de calado leninista.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona 09 de Septiembre de 2014