sábado, 20 de agosto de 2016

LAS CARENCIAS DE NUESTRA DEMOCRACIA



En más de una ocasión hemos escuchado o leído en caracteres tipográficos que nuestra democracia había alcanzado su mayoría de edad; nada más lejos de la realidad.
Etimológicamente democracia se deriva del griego (demos = pueblo y kratos-ia = gobierno-cualidad, “el gobierno del pueblo”). Algunas proposiciones esgrimen sobre el concepto democracia, nosotros nos inclinamos por la que considera el tipo de organización política en el que la soberanía emana del pueblo, es decir de los ciudadanos. La primera democracia fue la ateniense, y cabe distinguir la democracia directa, en la que los ciudadanos ejercen su poder directamente en asamblea, y la democráticamente parlamentaria o representativa, en la que se delega el poder, pero a estas alturas no vamos a cuestionar la democracia parlamentaria sobre la directa que tantos fracasos y calamidades ha llevado a la sociedad. 

Asumiendo este postulado ocurre como en las leyes que primero se promulgan y luego necesariamente debe publicarse un reglamento que posibilite su desarrollo para mayor claridad de interpretación. La democracia debe garantizar la igualdad jurídica al margen de la igualdad exenta de calificativos, aprobando leyes parlamentarias, sin embargo tendemos a asociar al concepto democracia algún epíteto como democracia social, constitucional u obrera, cuando la democracia por sí misma no necesita de muletillas ni epítetos, si bien es verdad que según el color de cada gobierno, éste incidirá ideológicamente sobre el concepto, desnaturalizando su verdadera esencia al arrimar el ascua al régimen oficialista de turno.
La democracia sustancial se dota de reglas e instrumentos que “democráticamente” han de prevalecer en tanto no sean modificados por la aritmética de los votos, y aquí entramos de lleno en los defectos o carencias de la nuestra. Hacen falta leyes orgánicas que no colisionen con la Constitución y que puedan ser modificadas sin que afecten a la esencia de la Carta Magna. El ideal democrático debe ser un bastión de la ética y una vacuna inmisericorde contra la corrupción, sin embargo del entusiasmo de los primeros años pasamos al escepticismo y al desencanto; el engaño ha sido exponencial a medida que avanzaban las legislaturas, lo que interesaba era el poder, las corrupciones se tapaban, hasta que el sistema estalló, porque la justicia no dicto todas las sentencias procedentes. El resarcimiento del engaño ya no fue posible y así llegó el populismo, los antisistema, el anarquismo, y el bolchevismo con piel de cordero, hoy todo sobrevuela el espectro político de nuestro país, ¡qué mal lo hemos hecho!    

Que nos queda? La democracia sí, que con todas sus carencias, nos permitirá emitir nuestro  sufragio una vez más y será decisivo analizar los programas electorales de cada partido, no las promesas sino su viabilidad, el europeísmo y la realidad del capitalismo democrático de nuestro siglo.

Uno nunca ha militado en un partido, pero la democracia me permite expresar la libre opinión sin censuras. Urge el cambio de la ley electoral, a todas luces injusta, la separación real de poderes, la autogestión del poder judicial, una fiscalía ajena al gobierno de turno, y un pluralismo que permita el ejercicio libre de la iniciativa privada sin trabas ni competencia desleal de las administraciones; en cuanto a las pensiones, no cabe duda que se  deberá proveer un fondo que se nutra de los impuestos de todos para hacer sostenible el sistema.

La salida del comunismo de Europa propició el sistema capitalista y con él llegó una sociedad mercantilizada con sus luces y sus sombras que abrazó la democracia pero que se olvidó del humanismo y que en una economía de libre mercado se ha ido devorando a sí misma.  

En toda elección cuenta la influencia de las finanzas, también los intereses de ricos y pobres o la transparencia informativa, pero sobre todo para 3,8 millones de parados cuenta la esperanza de salir del suburbio de la crisis.

 
Luis Álvarez de Vilallonga

  Tarragona, 15 de junio de 2016







CULTURA, UNIVERSIDAD Y ACADEMICISMO

Hoy día cualquiera se pierde por las redes de Internet, creyendo que la cultura virtual puede gozar de rigor, autenticidad, solvencia o fundamento; en realidad cuando se trata de la cultura que asociamos a sabiduría, conocimiento o erudición, acudimos a las fuentes más antiguas que permanecen incólumes a través delos tiempos.

El gran salto cultural se produce con la aparición de la imprenta de Gutenberg, pero anteriormente, instituciones dogmáticas (didácticas y pedagógicas) ya le habían otorgado  carta de naturaleza basándose en la cultura popular que las clases dirigentes habían refinado y puesto bajo tutela, primero de los monarcas de la época, y sobre todo en la Edad Media de la Iglesia. Las Universidades nacen de cooperativas y de gremios con poder autónomo pero pronto son sometidas por el Estado que las confiere oficialidad, imponiendo su propia tutela sobre la de la Iglesia, y así se establece una cultura oficial, se regula quienes pueden enseñar, que libros se permiten, o que profesiones, materias o programas se autorizan; son las credenciales universitarias.

En todo este desarrollo de la cultura, el elemento determinante es el libro. El libro es por antonomasia el transmisor del saber.
 
El Renacimiento fue  el movimiento definitivo que marcó una Europa en busca de sus raíces; sus grandes maestros, desde Petrarca a Erasmo, pasando por Tomas Moro, Nebrija, Valla, Poliziano o Vives,  nos dejaron obras inmortales, pero sobre todo el humanismo fue el sueño de una cultura completa, de un estilo de vida, de un saber inherente al hombre, que propició una oligarquía del saber.
Al margen de la universidad se desarrolla una cultura libre que basa su conocimiento en la lectura de textos ajenos a las cátedras, el diálogo y contraste particular, y así nacen las academias que, a lo largo de los años, han de adquirir un prestigio y una disyuntiva cultural a la hegemonía de las universidades que gozaban de grandes sedes y poder económico considerable.
 
Después del Renacimiento y a partir del siglo XX, el desarrollo moderno de la cultura, del saber, viene determinado, al margen del academicismo, por la libertad en el trabajo intelectual, taller artístico, u oficio profesional libre de condicionantes, constituyendo el germen del proceso creativo del hombre, apoyado en el estudio de obras y tratados considerados referentes en cada materia, una importancia decisiva para la eclosión de personajes ilustres, innovadores e influyentes con sus obras y descubrimientos, no tanto por su formación universitaria sino por su resolución libre y personal en cuanto a la autonomía e independencia creadora. Hoy las Universidades son una fuente de educación académica, disponen de medios para la investigación, convenios con empresas,  es la institución jerárquica y oficial del saber, pero el desarrollo cultural pertenece a otro status post universitario.

El deseo cultural emerge de cada hombre y tendrá reflejo en la sociedad si las instituciones cuidan las iniciativas. Las personas por sí mismas, son capaces de crear obras admirables, y en una sociedad abierta a la cultura, (en el sentido estricto del término, porque hoy a todo se le llama cultura) la importancia del  cultivo del conocimiento y perfeccionamiento personal a través de las relaciones humanas, la lectura de textos clásicos, unido al interés por el progreso científico, crea una auténtica dimensión cultural ajena a la burocratización, jerarquización e institucionalización del saber.

 La cultura no es el epítome literario que se repite machaconamente; es el estudio detenido y profundo de cualquier materia, es la reflexión serena y detallada del concepto y llegar a lo singular, a lo exclusivo y a lo trascendental, donde solo los sabios sin patrón alcanzan, quizá sin percibirlo, el nirvana cultural.

 

Luis Álvarez de Vilallonga

 Tarragona, 24 de Mayo de 2016


 

jueves, 18 de agosto de 2016

LOS REFRANES DEL QUIJOTE


Cumpliéndose el  IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, uno no quiere dejar pasar la ocasión para desde mi modesta inclinación hacia la obra y admiración por sus personajes, rendir  homenaje al insigne escritor que, perdiendo el uso de la mano izquierda, nos dejó desde su diestra la obra más universal de la literatura española. Tras el éxito de la primera parte, de todos es conocido que apareció una continuación apócrifa atribuida a un tal Alfonso Fernández de Avellaneda, seudónimo que todavía oculta la personalidad del autor, dándose la circunstancia que fue editada en Tarragona.
Ante la Inagotable tinta vertida con el rigor de tantas plumas autorizadas, no ya de la biografía de Cervantes sino del análisis de su insigne obra: Unamuno,  Arrabal, Rico, Blecua, Ortega, Ayala, Alvar Ezquerra y tantos otros cervantinos, de los que destacaría sobre todos un nombre, Martín de Riquer. Fue hace años cuando el amigo y admirado profesor Juan Estil·les me descubrió este estudioso intelectual enamorado de el Quijote, y fue a través de dos  imprescindibles obras de Riquer “Aproximación al Quijote” y “Para leer a Cervantes” que comprendí el sentido del relato caballeresco, de la moraleja que se desprende de cada capítulo o de los episodios intercalados y, más allá de consideraciones de comicidad, tragicidad o de contenido ético, la dimensión del Quijote puede abordarse desde un sinfín de aspectos cuyos estudiosos han afrontado con mayor o menor acierto ya que ningún texto se presta tanto a la interpretación como el Quijote, pero que al fin y al cabo nos da idea de la magnitud de erudición que nos proponen sus dos principales personajes Don Quijote y Sancho. Es por ello que uno, a pesar de considerarse un aficionado, no puede sustraerse a la tentación de aportar su grano de arena en homenaje a este IV centenario.
Uno de los aspectos que me han interesado es la abundancia de refranes que van apareciendo, durante el transcurso de todo el relato, tanto en la boca de D. Quijote, de Sancho, como en la del narrador u otros personajes.


Refrán, según el diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, es Dicho agudo y sentencioso de uso común. Según el diccionario de uso del español María Moliner, es Cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable. En particular, las que son en verso o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles de retener y les da estabilidad de forma, y de sentido figurado. Como “más vale pájaro en mano que ciento volando” o “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.  


Hemos extraído algunos de los más conocidos y que todavía en la actualidad están en uso.

 
 

De la primera parte:
Quijote: “Una golondrina sola no hace verano” (cap.13)
Sancho: “Andar de Ceca en Meca y de Zoca en colodra” (cap.18)
Leonela: “El que luego da, da dos veces” (cap. 34)
Quijote: “Ni sabe de la misa la media” (cap.37)
Cautivo: “Más vale migaja de rey que merced de señor” (cap.39)

De la segunda parte:
Sancho: “Dime con quién andas, decirte he quién eres” (cap.10/23)
Sancho: “Más vale pájaro en mano que buitre volando” (cap.12/71)
Sancho: “Cada oveja con su pareja” (cap.19/53)
Quijote: “Venderme a mí el gato por liebre” (cap.26)
Sancho: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra cobija” (cap.32)
Sancho: “De noche todos los gatos son pardos” (cap.33)
Quijote: “Del dicho al hecho hay gran trecho” (cap.34)
Sancho: “A Dios rogando y con el mazo dando” (cap.35)
Sancho: “Entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares” (cap.43)
Sancho: “Cuando en Roma fueres, haz como vieres” (cap.54)
Sancho: “Del dicho al hecho hay gran trecho” (cap.64)
Sancho: “Ojos que no ven, corazón que no quiebra” (cap.67)
Quijote: “No con quien naces sino con quien paces” (cap.68)

El Quijote nos ofrece una visión de la sociedad en el tránsito del siglo XVI al XVII, abordando el costumbrismo de la época, la relevancia del divertimento de acciones de excelente comicidad o por contra el tono trágico de episodios que el autor intercala. El quijote es una fuente inagotable de sensaciones nuevas para quien revive su lectura, pero quizá la forma más recurrente de abordar con ataraxia la primera experiencia seria no buscar  en la semántica de los diálogos una lectura mimética ni interpretaciones que trasciendan más de la significación expresada. Toda la obra constituye una síntesis de la filosofía de vida de don Quijote y Sancho que en su disparidad se complementan y forman un compendio de valores materiales e ideales morales vigentes en nuestros días.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 3 de Mayo de 2016

LOS REFRANES DEL QUIJOTE


Cumpliéndose el  IV centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, uno no quiere dejar pasar la ocasión para desde mi modesta inclinación hacia la obra y admiración por sus personajes, rendir  homenaje al insigne escritor que, perdiendo el uso de la mano izquierda, nos dejó desde su diestra la obra más universal de la literatura española. Tras el éxito de la primera parte, de todos es conocido que apareció una continuación apócrifa atribuida a un tal Alfonso Fernández de Avellaneda, seudónimo que todavía oculta la personalidad del autor, dándose la circunstancia que fue editada en Tarragona.
Ante la Inagotable tinta vertida con el rigor de tantas plumas autorizadas, no ya de la biografía de Cervantes sino del análisis de su insigne obra: Unamuno,  Arrabal, Rico, Blecua, Ortega, Ayala, Alvar Ezquerra y tantos otros cervantinos, de los que destacaría sobre todos un nombre, Martín de Riquer. Fue hace años cuando el amigo y admirado profesor Juan Estil·les me descubrió este estudioso intelectual enamorado de el Quijote, y fue a través de dos  imprescindibles obras de Riquer “Aproximación al Quijote” y “Para leer a Cervantes” que comprendí el sentido del relato caballeresco, de la moraleja que se desprende de cada capítulo o de los episodios intercalados y, más allá de consideraciones de comicidad, tragicidad o de contenido ético, la dimensión del Quijote puede abordarse desde un sinfín de aspectos cuyos estudiosos han afrontado con mayor o menor acierto ya que ningún texto se presta tanto a la interpretación como el Quijote, pero que al fin y al cabo nos da idea de la magnitud de erudición que nos proponen sus dos principales personajes Don Quijote y Sancho. Es por ello que uno, a pesar de considerarse un aficionado, no puede sustraerse a la tentación de aportar su grano de arena en homenaje a este IV centenario.
Uno de los aspectos que me han interesado es la abundancia de refranes que van apareciendo, durante el transcurso de todo el relato, tanto en la boca de D. Quijote, de Sancho, como en la del narrador u otros personajes.


Refrán, según el diccionario de la lengua castellana de la Real Academia Española, es Dicho agudo y sentencioso de uso común. Según el diccionario de uso del español María Moliner, es Cualquier sentencia popular repetida tradicionalmente con forma invariable. En particular, las que son en verso o al menos con cierto ritmo, consonancia o asonancia, que las hace fáciles de retener y les da estabilidad de forma, y de sentido figurado. Como “más vale pájaro en mano que ciento volando” o “cuando las barbas de tu vecino veas pelar, pon las tuyas a remojar”.  


Hemos extraído algunos de los más conocidos y que todavía en la actualidad están en uso.

 
 

De la primera parte:
Quijote: “Una golondrina sola no hace verano” (cap.13)
Sancho: “Andar de Ceca en Meca y de Zoca en colodra” (cap.18)
Leonela: “El que luego da, da dos veces” (cap. 34)
Quijote: “Ni sabe de la misa la media” (cap.37)
Cautivo: “Más vale migaja de rey que merced de señor” (cap.39)

De la segunda parte:
Sancho: “Dime con quién andas, decirte he quién eres” (cap.10/23)
Sancho: “Más vale pájaro en mano que buitre volando” (cap.12/71)
Sancho: “Cada oveja con su pareja” (cap.19/53)
Quijote: “Venderme a mí el gato por liebre” (cap.26)
Sancho: “Quien a buen árbol se arrima, buena sombra cobija” (cap.32)
Sancho: “De noche todos los gatos son pardos” (cap.33)
Quijote: “Del dicho al hecho hay gran trecho” (cap.34)
Sancho: “A Dios rogando y con el mazo dando” (cap.35)
Sancho: “Entre dos muelas cordales nunca pongas tus pulgares” (cap.43)
Sancho: “Cuando en Roma fueres, haz como vieres” (cap.54)
Sancho: “Del dicho al hecho hay gran trecho” (cap.64)
Sancho: “Ojos que no ven, corazón que no quiebra” (cap.67)
Quijote: “No con quien naces sino con quien paces” (cap.68)

El Quijote nos ofrece una visión de la sociedad en el tránsito del siglo XVI al XVII, abordando el costumbrismo de la época, la relevancia del divertimento de acciones de excelente comicidad o por contra el tono trágico de episodios que el autor intercala. El quijote es una fuente inagotable de sensaciones nuevas para quien revive su lectura, pero quizá la forma más recurrente de abordar con ataraxia la primera experiencia seria no buscar  en la semántica de los diálogos una lectura mimética ni interpretaciones que trasciendan más de la significación expresada. Toda la obra constituye una síntesis de la filosofía de vida de don Quijote y Sancho que en su disparidad se complementan y forman un compendio de valores materiales e ideales morales vigentes en nuestros días.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 3 de Mayo de 2016

LA UTOPIA IGUALITARIA


Hoy más que nunca se cuestiona la igualdad del ser humano, es cierto que nacemos en contextos diversos y ello condicionará nuestra existencia, si bien la naturaleza política y social del hombre amparada a partir del siglo XIX, avala, al menos teóricamente, la igualdad de oportunidades,  en ese sentido el Estado debiera ser el garante de una sociedad igualitaria en lo que en occidente conocemos por acceso a una “vida digna” aun con toda la ambigüedad que quiera concedersle al término. En realidad es el progreso social el que nos conduce hacia la libertad, que solo es viable a través de una ética espiritual que vaya más allá del acomodo personal.

La sociedad siempre se ha estructurado desde el poder: la clase dirigente y el resto. El pueblo sirve según sus intereses al rey, al amo o al preboste de turno y así a lo largo siglos, surgen en diversas civilizaciones, las castas, esclavos, la gleba, los patricios, plebeyos o équites, los nobles y aristócratas, los siervos, los criados y los lacayos, y así se establece una injerencia cuando no complicidad entre poder y subordinación, no existe amo sin sirviente, ni reino sin súbditos, ambos se necesitan para subsistir. La burguesía del siglo XIX tuvo mucho que aprender de la aristocracia para acceder a las altas esferas de la sociedad.

La lucha de clases ha sido una constante en la historia, aún en el siglo XXI continúa vigente. Podríamos establecer que la diferencia estriba en lo económico, sin embargo existe otro factor diferencial de mayor importancia, el entorno cultural y educativo. Los nuevos ricos acceden  a los círculos selectos en decadencia necesitados de su aval económico, y así se produce la amalgama de una sociedad soez y purificada a la vez donde prima el dinero pero el saber estar también tiene su rédito. Ciertamente el rango social y el statu quo han ido perdiendo terreno en favor de los “nuevos indianos” con cuentas corrientes desmesuradas y fortunas salidas de una chistera, pero, sin pretender generalizar, hoy se echa de menos la educación, la urbanidad y la cortesía, y uno se sorprende por la ausencia de las buenas formas en una buena parte de la juventud y de una generación no tan joven, porque ser educado no está de moda.   
Recuerdo de mi niñez cuando mi tía y mis abuelas, con quienes me crie, me decían machaconamente: -cuando te cruces con una señora cédele la acera, -frente a una puerta cede el paso a los mayores, -nunca te sientes antes que lo hagan las señoras-; excuso decir el énfasis que ponían cuando se trataba del comportamiento a observar en la mesa: -se corta con la derecha, -mastica con la boca cerrada, -no levantes el codo etc... Los de mi generación habíamos logrado aglutinar en un todo, educación urbanidad y cortesía, de forma que a fuerza de ejercer su uso, afloraban de forma espontánea casi inherente a la persona cualquiera de estos atributos y el comienzo de uno era la prolongación del otro y ello convertía, en mayor o menor medida en talante de buen gusto la relación entre las personas, algo que lamentablemente tanto se encuentra a faltar en la actual convivencia "moderna". Por fortuna las normas elementales de educación permanecen en buena parte de nuestra sociedad, no así las reglas de urbanidad y cortesía de las que adolece por lo general la ciudadanía.

Hace poco escuché sorprendido la paupérrima excusa ante una interpelación a la falta de cortesía aludiendo el reprendido que se trataba de protocolos obsoletos. Pues bien sería bueno y edificante distinguir lo protocolario de las buenas costumbres, la educación, la cortesía y el buen gusto de lo grosero, lo vulgar y hasta de lo soez; no cabe duda que el cultivo entre los jóvenes de esa forma de entender la convivencia y la relación entre las personas, necesita de un ejercicio permanente desde la propia familia, lo que llamamos crear buenos hábitos.


En esa sociedad donde la capacidad económica se sobrevalora, ante un supuesto status óptimo de la mayoría en esa materia, ¿qué es lo que distinguiría realmente a los grupos sociales?, pues no cabe duda que, entre algunos rasgos y peculiaridades, la pauta concluyente en la relación la determinaría el nivel educacional en cuanto al comportamiento y actitudes personales en el trato, la comunicación y la correspondencia en el entorno social.

Nada tiene que ver el ser pobre o rico, ser educado no cuesta dinero, eso sí, es una opción libre que distingue a las personas, grupos y comunidades, es una cuestión de buen gusto, de calidad en la convivencia que proyecta a los pueblos hacia un futuro mejor y en ese sentido la utopía igualitaria pasaría previamente por la educación, la honradez y el sentido humanitario de la vida.

 Luis Álvarez de Viallonga

Tarragona, 31 de Marzo de 2016