martes, 28 de febrero de 2012

HACIA UNA EUROPA ISLAMISTA

Que nadie se alarme por una teoría que podría ser creíble, inverosímil, o utópica, en todo caso los datos conocidos parecen objetivos aunque en tal supuesto hasta la generación de nuestros biznietos, posiblemente no se alcanzaría este hipotético escenario.
El continuo goteo de migración musulmana a través de toda Europa y especialmente desde el Magreb, ha supuesto una nueva realidad social. Las comunidades musulmanas que residen en barrios periféricos de grandes ciudades o que representan un significado porcentaje de residentes en pequeños municipios, lejos de integrarse en la modernidad de la sociedad europea, pretenden mantener sus ritos y costumbres más ancestrales, perfectamente respetables si ni fuese por que todo lo que se mueve en el entorno musulmán dimana del hecho religioso, del Islam, razón y ser de todo lo tangible e intangible.
Los apologistas de regímenes islámicos defienden la aplicación de leyes que permiten matrimonios forzados de mujeres menores de edad, lapidaciones, latigazos por no usar el velo obligatorio y otras vejaciones son el reflejo de las atroces leyes del Islam aplicadas en los regímenes tiránicos de las republicas Islámicas. A las dictaduras del mundo árabe recientemente derrocadas sucederán poderes islámicos que ahogaran todo atisbo de libertad, imponiendo el fundamentalismo religioso y la Jihad en su versión mas cruenta en defensa de su propia fe, cercenando toda libertad religiosa. Los actos de violencia y extrema crueldad “legitimados” por la sharía o ley islámica, no tienen cabida en nuestra civilización.
Pretender que Europa acepte el Islam ignorando y tolerando la aplicación impune de la “sharia”, es de todo punto inaceptable en una sociedad civilizada donde los derechos humanos y el respeto a la dignidad de las personas deben ser inviolables.
Ya se ha hecho habitual observar en pueblos y ciudades europeas a mujeres enfundadas en sus “chador” o “niqab”, cargadas y empujando cochecitos de críos y a unos pasos por delante a sus amos o esposos. Por otra parte la exigencia de mezquitas en cualquier localidad, la presión por obtener subsidios, ayudas y todo lo que en ocasiones es negado a los oriundos, son consignas de los imanes a las familias cuya actividad controlan, prohibiendo Internet, el alcohol, o la relación con personas de otros credos, para ellos solo existe el Islam y fuera de él los infieles.

Hay estudios que indican que en algunas ciudades europeas, los musulmanes alcanzan una cuarta parte de la población y se calcula que 54 millones viven en Europa y si los natalicios se producen al ritmo actual, se calcula que en pocos años el 25% de la población europea será musulmana.
El problema estriba en la escasa integración de este colectivo en los países que los acoge, muy al contrario, el fundamentalismo de su religión y el concepto indisoluble de religión-estado se lo impide. El Islam y sus leyes están por encima de cualquier deber y respeto por las normas de la sociedad que les acoge. Su objetivo es alcanzar una mayoría musulmana que les represente en las instituciones y obtener poder político por los medios democráticos que ofrece nuestro sistema y que ellos denostan.

Cuando los musulmanes entran en política, entra el Islam y con ello los salafistas radicales, los hermanos musulmanes, y el fundamentalismo religioso haciéndose inevitable el choque de civilizaciones, religiones y tradiciones. La incapacidad de su quehacer secular les impide acomodarse minimamente a los hábitos occidentales, su religión entendida como algo obligatorio, implica empaparse de suras en mezquitas, practicar las abluciones y la oración. La génesis islámica no admite interpretaciones ni reformas, es el totalitarismo islámico que impone leyes deleznables.
No imagino a una sociedad islámica instalada en Europa con mayoría relativa en órganos de poder permitiendo libertad religiosa, igualdad de género, o libertad en orientación sexual. Hoy por hoy solo Noruega ha sido capaz de prohibir mezquitas en su territorio en tanto no exista reprocidad para construcción de iglesias en Arabia Saudita.

El estéril y necio debate que se ha planteado sobre la utilización del “hiyab”, “chador” o “niqab” hacen un flaco favor a la nuestra libertad democrática, solo el burka es susceptible de veto por cuanto oculta completamente la identidad de la persona. En nuestra cultura, la moda impone el atuendo sea clásico, moderado o rompedor. El problema no radica en la indumentaria sino en los principios de la ley islámica, cuando transgrede los umbrales democráticos más elementales. Son otras cuestiones de fondo las que debieran plantearse a nivel legislativo. Solo hay que detenerse y analizar la “sharia” para condenarla y que nadie pueda tratarnos de xenófobos, muy al contrario, en democracia y libertad todos los pueblos culturas y religiones caben.

Tarragona, 4 de Febrero de 2012

Luis Álvarez de Vilallonga