miércoles, 20 de noviembre de 2019

MEDRAR ENTRE EL PODER Y LA COMEDIA POLÍTICA


En el siglo XXI, hablar de derechas e izquierdas parecería anacrónico, eso pensaba uno en cuanto a axiomas dogmáticos, pero no en el sentido moderno de los términos El hecho diferencial  entre gobiernos de uno u otro signo, estriba en la concepción que se tenga del Estado y del poder que se le otorgue, principalmente en la gestión socio-económica de dirigir la sociedad. Dejar en manos del Estado el desarrollo y el progreso de la sociedad es una postura de izquierdas; por el contrario confiar en que su avance, transformación y crecimiento ha de producirse desde la propia colectividad civil, sería una postura de derechas, aunque hoy el intervencionismo del Estado esté condicionado por el brutal endeudamiento.


Si nos remontásemos a los antiguos partidos de los trabajadores veríamos como sus rancios postulados continúan siendo utopías y batallas perdidas sin redención. En nuestros días, una nueva generación de amalgamas a la izquierda transitan en un inevitable capitalismo amortiguado, velado e inconfesable, que les otorga cierta esperanza, en su discurso populista para llegar al poder.

Por otra parte, el pretendido partido liberal, no solo dista mucho de los postulados de Locke o Adam Smith, también de los políticos del XIX, siglo por excelencia liberal, que verá degenerar las ideas, y el capitalismo invadir sus posiciones. Poco que ver con el concepto liberal de Friedrich Von Hayek. Hoy no se puede hablar de liberalismo sin anteponer el término democracia, es decir democracia liberal con libertad económica y garantías jurídicas a la propiedad privada. En España, la Constitución de 1812 en las Cortes de Cádiz, el liberalismo tuvo su oportunidad con figuras como Martínez de la Rosa o Alcalá Galiano, que truncó la revolución de 1848.      

Ya situados en la llamada sociedad del bienestar, basada en la dinámica de la productividad, la competitividad de mercados, y el equilibrio de recursos, frente a la globalización, el hedonismo de los políticos, (reflejo de la sociedad) y el abandono de valores tradicionales del humanismo cristiano, es evidente que su sostenibilidad se hace más que dudosa.

La experiencia de los diversos gobiernos que nos han manejado en mayor o menor grado, desde “la panacea democrática” queda claro que la ambición de poder es el común denominador de todas las formaciones políticas, ocupar cargos remunerados es su principal objetivo defraudando a sus votantes cuando consiguen “poltronas”, incumpliendo sus promesas, falseando la realidad y adulterado sus programas. Me da lo mismo, que lo mismo me da quien se siente en el banco azul, hemos llegado a un extremo que a lo único que podemos aspirar los ciudadanos de a pie es, que quien ocupe la próxima cartera de hacienda no nos acribille con más impuestos.
 
Conseguir fortuna sin trabajar, no está al alcance de todos: los delincuentes comunes, los de guante blanco, o quienes manejan irregularmente la ingeniería financiera, tienen posibilidades de hacerlo con el riesgo de enfrentarse a la justicia. Los políticos han descubierto, o mejor dicho, se sirven de un medio legal para llenar sus arcas sin riesgo y provocando con su inaptitud un paro real en las “empresas” que ellos mismos gestionan (Congreso de Diputados, Senado, y Gobiernos Autonómicos) sin que sus nóminas se vean mermadas en absoluto.

El desengaño social es clamoroso pero como España es diferente continuamos dándoles crédito y oportunidades. El espectáculo que estamos viendo estos días en el Congreso es bochornoso, tanto, que al principal “comediante” en funciones podríamos aplicarle, en términos taurinos, aquella célebre cita  “Has quedado como Cagancho en Almagro”.

Tarragona, 24 de Julio de 2019

Luis Álvarez de vilallonga








LA NEO-LENGUA POLÍTICA



El lenguaje quizá es la forma más cómoda de expresar, modular y adulterar una idea, pensamiento, convicción o ideario, hasta el punto que puede llegarse a intrincar la percepción de la realidad.
Sin duda el lenguaje nace con la necesidad de comunicarse. A través de los siglos, el hombre ha descubierto la gran utilidad de la lengua como instrumento para manipular a aquellos, que por carencias culturales no han podido alcanzar el nivel social e intelectual para descubrir el auténtico significado del léxico empleado en cada momento, para una circunstancia determinada o para transmitir un mensaje subliminal oculto en un discurso o entre las líneas de un texto.


A estas alturas, cuando el desarrollo económico, cultural y social han alcanzado, al menos en el primer mundo, un evidente desarrollo, es cuando paradójicamente más se utiliza el lenguaje como herramienta para invadir espacios ideológicos en el ámbito político, donde proliferan artículos, entrevistas, declaraciones o debates que parece más un “juego” beligerante donde las partes aprovechan los medios como escenario de batalla, que un foro constructivo para la exposición de ideas. Los debates se suceden, a veces insoportables, con moderadores dirigidos permitiendo la superposición de intervenciones, convirtiéndolos en una auténtica “olla de grillos” utilizando vocablos premeditadamente escogidos para fijar un impacto vehemente; son parte importante del altavoz ideológico que unos y otros pretenden trasladar a la sociedad. El lenguaje también se diferencia en lo ético y lo moral marcando tendencias en los medios, y por tanto, los políticos lo saben y lo controlan al dedillo a la hora de influir en la sociedad.


Por otra parte fueron, precisamente los políticos los primeros en pervertir las reglas de concordancia del lenguaje en concomitancia con los medios televisivos, en una estúpida cruzada por adherirse a un feminismo que atiende más a las formas que al el fondo, y así se entró en el las ridículas   concordancias como “miembros y miembras, médico y médica, estudiante y estudianta, ministro y ministra, representante y representanta etc.”, todo un despropósito que obedece a la imposición de un absurdo lenguaje inclusivo.

Sin pretender dar lecciones de nada, (la sapiencia está en el legado de obras, manuales y epítomes) los que hemos estudiado gramática en los años de bachillerato elemental y superior, tenemos automatizadas las concordancias y nos resulta cognitivamente insoportable aceptar estas fórmulas lingüísticamente aberrantes. En español los artículos determinan el género y el número, y el plural masculino abarca los dos géneros gramaticales. En los modos verbales, la utilización del participio activo por razón de su significado, en los verbos de la segunda y tercera conjugación terminan en ente o iente, es decir nombramos al que ejecuta la acción: escribiente, comerciante, atacante, etc., independientemente de su género; si bienes es cierto, y de ahí el error, que la mayor parte de los participios activos se utilizan con valor de sustantivos.
Hoy los lingüistas puristas lo tienen crudo, pero más los académicos de la RAE admitiendo tesis que sostienen que el lenguaje lo cambia el pueblo o aceptando el políticamente inclusivo.

Es cierto que la lengua evoluciona en el tiempo pero con base y fundamento, adaptando previamente las reglas y normas a través de la RAE.  Pero la democracia manda, también en la lengua, y así el pueblo nos la va cambiando a fuerza de consumir cada vez más horas mirando la “caja mágica”. 

Tarragona, 17   de Julio de 2019
Luis Álvarez de Vilallonga