El título provisto de este artículo, bien podría circunscribirse a la figura retórica oximorón, ya que Navidad y laicismo tendrían un significado opuesto o en todo caso antagónico, pero en realidad, y a fuerza de descontextualizar el término Navidad, darle preponderadamente un sentido lúdico, festivo, comercial o consumista, buena parte de la sociedad se ha olvidado de lo que verdaderamente significa, asociándolo a días de fiesta y vacaciones que por otra parte y complementariamente no está en contraposición con la auténtica vivencia de la culminación del tiempo de adviento.
Para uno (creyente y practicante) la Navidad es un tiempo feliz. Cierro los ojos y me remonto a mi infancia. Eran tiempos en que tradicionalmente se creía en los Reyes Magos, en el “caga tió”, en la ilusión de ver el árbol iluminado, pero sobre todo en la esperada construcción del belén; aquellas figuritas de barro, los rebaños de ovejas y cabras, los ríos de papel de plata, los puentes y las casitas de corcho, el “cagané” que siempre intentábamos ubicar en un lugar semioculto, o aquel musgo tierno recién cogido del campo; finalmente el pesebre presidido por la estrella de oriente y en el interior del establo la mula y el buey, la sagrada familia, José, María y el niño Jesús, y adorando, los reyes magos sobre camellos, caballos o a pie llegados para ofrecerle oro, incienso y mirra.
Eran tiempos en que la Navidad tenía toda la magia, encanto y significado. Hoy la Navidad continua presente pero, para muchos, las connotaciones religiosas han quedado apartadas. Cierto es que cada cual tiene el derecho a creer o no lo que considere y celebrarla en coherencia con sus convicciones, pero para los cristianos la Natividad es ante todo la conmemoración del nacimiento de Jesús, su llegada al mundo para redimirnos. Pero también de las virtudes cristianas se derivan los valores humanos que en estos días la gente de bien pone de manifiesto, la caridad, la solidaridad, la tolerancia y comprensión, la amistad, la generosidad y la entrega, todo esto debiera generar alegría, felicidad, reconciliación, perdón y paz.
Tarragona, 22 de Diciembre de 2014
Luis Álvarez de Vilallonga