lunes, 30 de abril de 2012

HACIA UNA REGENERACIÓN DEL SISTEMA

Con la caída del muro de Berlín y el desmembramiento de la URRSS, Europa cierra el capitulo de un rancio comunismo ideológico y encara un renovado socialismo pero principalmente un liberalismo enarbolando la imperiosa bandera democrática. La ideología liberal, emergente en todo occidente, se vio progresivamente adulterada al adoptar los gobiernos una forma de gestión económica que desembocó en el capitalismo de Estado. Paralelamente la sociedad económica desarrollaba un capitalismo de mercado. Así las cosas, la democracia liberal y la social democracia, con ideologías dispares, aproximaban sus posturas en el campo económico arrastrados por un sistema capitalista que enmascarado bajo la “panacea” de la democracia se permitía sobrevolar las tradicionales ideologías. Europa en su larga historia ha soportado regimenes absolutistas, totalitarios, autárquicos, déspotas y dictatoriales. En el siglo XX hemos visto emerger democráticamente líderes xenófobos y populistas enarbolando la bandera del nacionalsocialismo. El fascismo provocó un sentimiento nacionalista que rápidamente se propago a determinados estados y aledañamente a comunidades menores (flamencos, valones, vascos, lombardos etc.), no olvidemos que unos rasgos del fascismo son el etnicismo no exento de tentación discriminatoria y autoritaria. La gota que colma el vaso y nos lleva a cuestionar el sistema es la crisis desencadenada en 2008. Esta crisis ha golpeado de forma contundente al capitalismo, tanto de estado como económico y de forma sangrante a la U.E. provocando el desencanto de una sociedad que contempla el fracaso de un sistema agotado pero con el drama de carecer de una alternativa. Es así que cada vez se hace más palpable la existencia de movimientos de “indignados” y estudiantiles en todo Europa que, en el fondo cuestionan, no la democracia en si misma sino su representatividad y a su amparo surgen intereses con ansias por implantar un poder autoritario y, la sombra de un populismo antidemocrático merodea amenazante, al fin y al cabo es la “casta” política amparada en el régimen democrático la que ha corrompido un sistema sometido a la dictadura de partidos políticos presididos por mediocridades cuando no, por inútiles e iluminados dispuestos a saltarse los códigos constitucionales con tal de conseguir pactos y permanecer en el poder. Son los nuevos ricos de la política y sus adláteres que aspiran a recoger sus migajas. Es una avidez enfermiza e insaciable de riqueza y poder donde la vanidad, el cinismo, el engaño, la mezquindad y la codicia transitan libremente. Hoy tenemos orfandad de líderes honestos capaces de regenerar la política. Una falsa conciencia lastra el panorama de las últimas legislaturas. La sociedad debe abrir los ojos a la legalidad moral sin quedarse en lo superficial llegando hasta el tuétano de la cuestión. El resultado de 34 años de democracia plantea muchas reservas si nos atenemos a las perspectivas que nos ofrecía la mágica palabra, bajo su amparo se han cometido mil y una irregularidades, desde la “dictadura silenciosa” hasta el control de los tres poderes y hoy el desencanto y la frustración han hecho mella en una sociedad hastiada sin capacidad de reacción y nada nos hace pensar, que a corto plazo, esto vaya a cambiar. A estas alturas algunos de nuestra generación tienen una convicción nostálgica, conservadora de que todo lo que venga será peor y que las cosas que funcionaban no debieron cambiarse. Quizá porque el hombre casi nunca actúa basándose en la razón, antes bien se mueve por impulsos deseos, incitaciones, provocaciones o pasiones, no es capaz de considerar que eslabón le ata al sistema y que condicionantes adquiridos, consciente o inconscientemente, coartan su libertad. Hoy somos más homo faber que homo sapiens, el primero hace, el segundo piensa. Las ficciones en política pasan factura a quien las crea pero el lastre que deja tarda años en regenerarse. Se apela constantemente a la justicia social y todos sabemos discernir lo justo de lo injusto, el problema estriba como actuar con justicia desde las instituciones y todos los estamentos de la sociedad. El hombre tiende al beneficio personal y material sin considerar la situación ajena pero en el fondo el sentido de justicia le hace reflexionar que sin compartir la riqueza la ambición no tiene sentido. Quizá la solución pase por una profunda reforma y regeneración del propio sistema donde la equidad prive sobre las diferencias y el hombre no sea engullido y superado por los monstruos burocráticos y financieros que el mismo ha creado. Tarragona, 2 de Mayo de 2012 Luis Álvarez de Vilallonga

domingo, 15 de abril de 2012

CRISIS Y NECESIDAD SUBSTANCIAL DEL HOMBRE


Inmersos en esta crisis sangrante, nos preguntemos el porque de esta dramática situación, buscamos culpables y responsables. Gobiernos, políticos, sindicatos, empresarios, entidades financieras, multinacionales, sistemas financieros, mercados, capitalismo, Banco Central Europeo, o Fondo Monetario Internacional, sin duda todos tienen algo que ver, pero es obvio que en todos estos organismos e instituciones está presente, incardinado, gobernando y proyectándose el hombre como individuo.

En el siglo XXI el hombre sigue caminando sobre los sedimentos de sucesivas civilizaciones, de revoluciones ideológicas, sistemas sociales en constante proceso evolutivo, enormes progresos científicos y grandes transformaciones mediáticas, pero casi siempre incapaces de lograr estabilidad, equilibrio y satisfacción vital.

La progresiva pérdida de valores sitúa la hombre ante un solo objetivo: acumular bienes materiales al menor costo posible. El hombre hoy adolece de la riqueza de los valores morales que precisa el espíritu para alcanzar la plenitud. El nihilismo, el apoyo desmesurado en la ciencia como base y explicación a toda cuestión existencialista, la globalización de los problemas y el abandono del sentimiento individualizado de que cada ser es único e irrepetible en su esencia, lo sumen en un estado de permanente ansiedad, esquivando el problema de fondo que subyace en la humanidad.

Hoy el hombre es victima del desencanto de la Razón ilustrada, espejismo de una respuesta soberbia que enmascara sus propias limitaciones y que en modo alguno satisface sus necesidades anímicas y al final cae en la trampa de creer que cuenta más lo que se tiene que lo que se es. El desmesurado estado de bienestar rompió el equilibrio de las cosas y lo que ayer era necesario hoy se hace prescindible, se valora más lo justo y la mesura porque el ahorro ahora está vetado a muchas familias.

Las grandes y eternas cuestiones sociales pendientes continúan sin resolverse, y así el hombre perdido en un mar de dudas, yermo su espíritu, cuando el baluarte de sus logros terrenales se tambalea, su status se desvanece y sin el poso espiritual a donde acudir ya nada puede detener su zozobra. En un último e infructuoso intento, desguazará la vida buscando inútilmente la médula que, lejos de pertenecer al mundo se encuentra insertada en su propia esencia.

Cuantos sinceros soliloquios serian deseables ante el bochorno de expresar lo que se piensa en coherencia con lo que se hace. Cuando la crisis económica afecta a nuestro entorno y se vive en primera persona, paradójicamente los valores olvidados por dejación, afloran con generosidad y reconocen al hombre integro, capaz solidario y trascendente que, otrora agazapado en la abundancia, ahora irrumpe con fuerza en su anonimato para paliar las necesidades a los abandonados a la adversidad.

No, no nos engañemos, de esta crisis no es responsable el sistema, lo es el hombre, el hombre hedonista, egocentrista, y relativista. El hombre del siglo XXI, precisa respuestas válidas que lo catapulten hacia una nueva concepción de la vida. El sentido a su existencia debe escapar a cualquier planteamiento meramente accesorio basado en valores materiales e inútiles. Solo el fruto espiritual será capaz de recuperar, su sentimiento, noción y concepto del humanismo cristiano.
Tarragona, 4 de Abril de 2012
Luis Álvarez de Vilallonga