domingo, 2 de noviembre de 2014

SECTARISMO Y NACIONALISMO

Uno de los actos cívicos más democráticos, aunque también aventurados, es el  razonamiento  público con exposición de argumentos que aborden una querella social  a favor o en contra.

El fondo de la cuestión es el poder político, en efecto, cualquier vocablo sobre el tema que nos ocupa (nacionalismo, separatismo, secesionismo o independentismo) conduce finalmente a la implantación del poder emergente frente al legalmente establecido.

La historia nos muestra como siempre, desde el poder, se ha intentado adoctrinar a las masas utilizando cualquier medio e instrumento, hasta el juego con los sentimientos. Esta práctica universal puede entenderse en oligarquías, dictaduras, o pseudo- democracias de corte populista, pero en democracias avanzadas no debieran tener cabida, sin embargo sigue ocurriendo. Partidos instalados en el gobierno lanzan proclamas nacionalistas desde medios públicos y privados subvencionados con fines propagandísticos, esgrimiendo toda clase de argumentos, historia adulterada o análisis arbitrarios sin detenerse a considerar la posibilidad de que un discurso continuado, porfiado y tenaz pueda escapar al control de multitudes  y provocar un enfrentamiento callejero de consecuencias imprevisibles; de hacho la fractura de la sociedad catalana es evidente y preocupante.

El creciente y vociferante independentismo en Cataluña tiene su explicación y principio embrionario no en el pueblo llano sino en la clase política que pretende así perpetuar su hegemonía ejerciendo un poder mesiánico sobre las masas.  La manipulación de la historia alimenta resentimientos, animadversiones y hasta enfrentamientos cuando la ignorancia o la ingenuidad es terreno abonado para el engaño y las medias verdades.

En los últimos años el sentimiento nacionalista ha sido alentado desde los medios públicos y desde el poder político, pero también es cierto que  el problema lingüístico, económico, fiscal y de endeudamiento, han favorecido ese crecimiento de abajo a arriba, donde el paro, los recortes y la pobreza han alimentado el sentimiento secesionista, porque parece que toda la responsabilidad en la falta de recursos proviene del Gobierno Central, recordemos la célebre frase  “España nos roba”.

Hoy disputas sectarias se producen en el seno de muchas familias cuando hace solo unos años gozaban de buena armonía, entendimiento y respeto a diferentes criterios y posicionamientos políticos. Ahora parece que el problema social de empobrecimiento, cultural, étnico o religioso queda minimizado ante el órdago independentista de CiU ERC, ANC u Òmnium.

La aventura independentista, parece que se desinfla. El globo secesionista hinchado por historiadores folcloristas y filólogas de palacio, que sacrifican el contexto histórico cuando interesa y extrapolan hechos, acontecimientos y episodios, dándoles el sentido que buscan que no se corresponden con la realidad, y así han dejado lamentables escenarios de enfrentamientos estúpidos y sectarios con símbolos de banderas, cantos y ese victimismo permanente que distancia a unos pueblos de otros.
Hay mitos i perjuicios que debieran quedar disipados. Los nacionalismos periféricos, durante los 40 años de franquismo fueron discriminados cultural e ideológicamente, sin embargo parece que ahora hay que regenerar todo lo que se perdió, que no fue mucho ni poco, y que en todo caso se ha recuperado a marchas forzadas; pero hay que pensar que en ese nacionalismo no todo es progresista (si se me permite utilizar este término tan ambiguo y manipulado), por sí misma la ideología nacionalista es un término que expresa una corriente reaccionaria y discriminatoria y consecuentemente de raíces antidemocráticas.  

Próximos al 9N parece que la consulta, aunque previsiblemente masiva,  no dejará de ser un simulacro sin mayor trascendencia formal. En cualquier caso la incertidumbre sobre el hecho y sus consecuencias se mantendrá hasta el último momento aunque a nadie escapa que el problema catalán es real e irreversible y habrá que encontrar una solución negociada, y esa negociación pasa por una reforma constitucional. Habrá que esperar a las próximas legislativas y la composición de fuerzas en un nuevo arco parlamentario, que se me antoja variopinto, para consensuar las tres quintas partes de las cámaras para cierto articulado y los dos tercios para los Títulos Preliminar, 1º y 2º, y acometer esa reforma que está llamando a las puertas del Congreso que, no solo debe afectar al tema catalán sino a otros muchos aspectos y capítulos  de la Carta Magna cuya actualización no debiera demorarse atendiendo a la demanda de las nuevas generaciones, ajenas a aquellas Cortes Constituyentes que sirvieron entonces para consensuar pacíficamente el cambio vital a una Nueva Ley Constitucional que hoy garantiza nuestro estado de derecho, y que por tanto debemos acatar y respetar en tanto no se modifique a través de los mecanismos democráticos establecidos.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 28 de Octubre de 2014