viernes, 24 de abril de 2020

LAS TRAGADERAS DEL PUEBLO

Parece inverosímil que la mentira y la corrupción no hayan causado mella de forma contundente y definitiva en nuestra sociedad, so pena de aceptar que la moral es un concepto complejo hoy ausente de muchas conciencias, relegado a una expresión sin compromiso ni consideración a la hora de valorar la integridad de las personas.

Posponiendo la lacra de la corrupción como un mal endémico favorecido por la clase política, a pesar su jactancia sobre los inútiles portales de transparencia, nos centraremos en la vergonzante y prolífica actualidad de la mentira pública.


En el ámbito político es habitual que unas mentiras sean consecuencia de otras y que la irresponsabilidad de unos políticos voluntaristas, hagan de la mentira su hoja de ruta.

El tan manido “diálogo” se ha convertido en un mantra sin sentido porque cuando se parte de posiciones equivocas e inamovibles que transgreden la ley, no hay nada de que hablar, salvo de recetas inútiles que disfracen el problema de fondo y que mantengan latentes las reivindicaciones soberanistas.



Nuestro “pinocho” de turno, con tal de seguir ejerciendo el poder, se ha puesto a los pies de los caballos de sus socios y se permite desde la tribuna del Congreso tildar de mentirosos a sus contrincantes políticos, en un ejercicio de desvergüenza inusitada; pero eso de mentir ya está asumido en la Cámara, y fuera de ella, por buena parte de la sociedad.



No cabe duda de que Sánchez es un político hábil, con una ambición desmesurada y sin escrúpulos, de los que venderían su alma al diablo con tal de mantenerse en el poder, y con una pléyade de lacayos a los que ha sabido y engatusar y manejar. Uno no sabe hasta dónde puede llegar, la clave podría estar en el pueblo y sus tragaderas, porque uno no sale de su asombro observando todos los episodios inadmisibles protagonizados por Sánchez y su gobierno, sin que la sociedad civil se haya manifestado de forma rotunda, empezando por uno mismo; y es que la derecha, instalada tradicionalmente en la comodidad, hoy no tiene agallas para expresar alto y claro dónde estamos y hacia dónde vamos.


La democracia es el mejor sistema conocido, tanto, que en su nombre y basándose en mayorías, se han alcanzado auténticas dictaduras encubiertas por pactos y concesiones aparentemente democráticos.



La intoxicación de los grandes medios al servicio del poder cumple su cometido, el fake news desconcierta y crea dudas, y los seguidores de las redes sociales transitan por una amalgama de contradicciones, engaños y esperpentos. Así las cosas, mucho nos tememos que el laiseez faire continúe y las “tragaderas” del pueblo se consoliden. 

Tarragona, 12 de febrero de 2020

Luis Álvarez de Vilallonga


jueves, 23 de abril de 2020

UN PINOCHO SIN VERGÜENZA Y UNA EXCELSA ORAMA

Finalmente Pedro Sánchez fue investido presidente. Contrasta la falta de ética, amor propio y dignidad de una auténtico trilero de la política con la coherencia, honestidad y valentía de la diputada por Coalición Canaria Ana Orama; posiblemente una de las pocas personas que se salvan del bochornoso espectáculo ofrecido en el debate de investidura.
Durante estos días nuestro pabellón auricular ha tenido que percibir las más bajas expresiones nunca pronunciadas en el Parlamento, y desde luego barbaridades emitidas en nombre de la democracia que hace que nos replanteemos su verdadero sentido, porque parece que la expresión democracia sea el talismán que lo justifica todo.

Subirse al estrado de la Cámara de Diputados no es algo que esté al alcance de todos, por ello los oradores deberían tener un mínimo respeto y pulcritud a la hora de exponer sus alegatos, reivindicaciones o réplicas, sin embargo vamos de mal en peor. De la elocuencia verbal hemos pasado a una burda charlatanería con toda retahíla de insultos, descalificaciones y ofensas que nos constriñe a considerar el bajo nivel de nuestra cámara y en consecuencia señalar a muchos parlamentarios sin un mínimo sentido del saber estar, del respeto, y desconsideración a la representación que ostentan.  

Aquello de que en política todo vale, ahora se personifica en el Parlamento, uno diría que se ha dado un paso más; en efecto Meritxel Batet, otra “perla” que preside la Cámara, ha dado luz verde a toda ofensa que se quiera pronunciar en el hemiciclo ignorando y desatendiendo  cualquier interpelación ajustada al incumplimiento del reglamente.
 
Una vez más parece que la democracia ampara la libertad de expresión por encima de la honorabilidad incluso del Jefe del Estado, sentado las bases para que en ese sentido no haya límites. Así no nos sorprendería que en esta legislatura pudiéramos llegar a escuchar insultos y ofensas acordes con la estopa de algunos parlamentarios: “es Vd. un hijo de… o un perfecto cab…” sin mayor problema pues la ilimitada libertad de expresión, al menos en el lugar más representativo y soberano del pueblo, parece estará permitido por la actual presidenta.

Que nadie se llame a engaño o me malinterprete, no se pone en duda la legitimidad de nuestro Presidente en una coalición y pactos todo lo rocambolescos y mercantilistas que se quiera, pero al fin y al cabo legales. Uno que es justamente demócrata, acepta el juego dentro de los límites establecidos por la Ley de leyes, y esta investidura, aunque no ha sido un ejemplo de moralidad, si ha discurrido dentro de la legalidad. Transitar por el filo que separa lo legal de lo legítimo tiene sus riesgos y aunque la moral adquiere su peso específico en la política, no es determinante. Si en justicia la reparación exige una penitencia, en política el perdón exige un arrepentimiento que solo afecta a la moral, y en todo caso no tiene efectos prácticos porque política y justicia no van siempre de la mano.

Hemos de asumir que estamos ante un cínico hedonista que ha tenido la habilidad de manejar todos los manuales facticos a su alcance para alcanzar el poder, pero esto es lo que el pueblo ha querido, y por mucho que los varones del PSOE hayan sacado pecho en su momento fiscalizando ciertos pactos, a la hora de emitir su voto, ha pesado más la retribución del puesto que ocupan a las convicciones morales, de las que me remitía al inicio, de la Sra. Orama. En cuanto a los pactos con ERC todavía hay mucho por conocer y solo Sánchez sabe o cree hasta dónde puede llegar.

Confiemos que la cordura regrese al parlamento y se recuperen las formas. Aunque no soy quien para dar consejos, propondría a buena parte de los diputados que leyeran o en su caso releyeran el Pigmalión para no desentonar.

Tarragona, 8 de Enero de 2020

Luis Álvarez de Vilallonga



miércoles, 22 de abril de 2020

TRIBUNALES DE JUSTICIA: UNA CUESTIÓN DE FE


En estos últimos tiempos el proceder de los tribunales como abstracción de lo que es o debiera ser justo, ha ratificado nuestro escepticismo sobre la justicia y su aplicación.

En efecto, el fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que declara la inmunidad del condenado Oriol Junqueras tras haber sido elegido diputado, ha puesto en tela de juicio a las altas instancias o cortes de justicia; por otra parte queda pendiente la inhabilitación de Quim Torra del recurso al Supremo sobre el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que lo condena a dieciocho meses de inhabilitación por desobediencia. 
Tampoco se nos escapa el alcance de la inmunidad de Junqueras dictada por el tribunal de Luxemburgo que afecta a Puigdemont y Comín que, en efecto, han podido acreditar su calidad de diputados en el Parlamento Europeo. 

La fiscalía del Estado tendrá algo que decir en todo este afer jurídico y preservar la soberanía de las sentencias producidas por los altos tribunales del Estado, sin menoscabo de acatar en su medida el fallo del TJUE. 
Otra cosa es que la politización de los Tribunales de Justicia pudiera considerar la anulación de las sentencias dictadas en su día, la apelación al Tribunal Europeo de Derecho Humanos o dudar de la solvencia de nuestros tribunales y conceder absoluta credibilidad los tribunales de otros países de la U.E. Ya tenemos suficiente experiencia en las decisiones de la corte de Estrasburgo y es hora de que la fiscalía ponga veto a determinadas decisiones de la U.E. sin duda contaminadas por Bélgica contra nuestra soberanía jurisdiccional.
El caso Pujol, ha venido indignar al ciudadano de a pie que, no entiende de los vericuetos de la justicia, y en este sentido el trato a Pujol, será todo lo legal que se quiera, pero de justo no tiene nada (la prescripción de delitos es un tema digno de estudio). 

Conciliar y concretar lo justo con lo legal es una tarea pendiente que tienen tribunales de justicia y legisladores, adaptándose a la sociedad del siglo XXI. En el código penal no pueden permanecer condenas atendiendo a la jurisprudencia de siglos pasados. Urgen reformas que se adapten a los tiempos que vivimos y que un mismo delito no pueda juzgarse basándose en distintas doctrinas, con la gravedad que en justicia supone agravios comparativos. Mientras no exista una plena, objetiva y real separación del poder judicial del político, la credibilidad de la justicia estará en entredicho. Los políticos deben permanecer al margen de cualquier nombramiento en el estamento judicial y especialmente de los altos tribunales.      

Una Unión Europea creíble, necesita de un consenso sólido de la justicia en los tribunales de cada territorio, aunque para ello los países miembros hayan de ceder soberanía jurídica.
A pesar de que todavía estamos muy lejos de alcanzar una unión jurídica así como una unión fiscal, el espectro de una U.E. fallida, a estas alturas, no figura en su hoja de ruta, y se deberán aunar esfuerzos para avanzar en la consolidación de una Europa fuerte constituida en un territorio integral que pueda asumir los retos futuros frente a un mundo globalizado.
La democracia real de la U.E. pasa por que los ciudadanos sean responsables de sus actos, que su madurez los impela a la auto comprensión de lo que la sociedad necesita de ellos y velen para que los responsables políticos estén a la altura del pensamiento europeo.  

 




Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona, 24 de Diciembre de 2019


martes, 21 de abril de 2020

PROGRESISMO Y REGRESIÓN MORAL


El diccionario de uso María Moliner define como Progresismo político: “Conjunto de ideas políticas de quienes son partidarios del cambio o evolución rápidos y profundos en las formas de vida colectiva” (progresista) 

Para abordar el concepto es necesario  considerar el mencionado progresismo político junto al moral y estético, circunstancia de la que suelen adolecer los políticos que lo utilizan voluntariosamente.    
En principio, el empirismo antropológico sobre esta materia indica que en la moral humana no existen, en origen, estadios predeterminados.

A través de la historia se han sucedido grandes progresos morales en la sociedad substanciados a través de leyes y derechos institucionalizados: Abolición de la esclavitud, Declaración Universal de los Derechos Humanos, reconocimiento de los derechos de los trabajadores, emancipación de la mujer, supresión de la discriminación por raza, orientación sexual, religión, xenofobia o violencia de género, hasta alcanzar un cierto estatus moral teóricamente irreversible.

Las izquierdas se llenan la boca de una forma machacona, casi convulsiva, del término progresista, como si hubiesen heredado el usufructo de su transcendencia, al tiempo que son incapaces especificar con claridad en que consiste este engreído progresismo, si no es aludir al siempre genérico progreso social, bienestar de la clase trabajadora, sindicalismo de clase y democracia.
Si progresismo es desproteger al nasciturus con una nueva ley “progresista”, impedir la reforma del código penal con endurecimiento de penas a violadores o asesinos de mujeres por violencia de género, en lugar de adopción medidas proteccionistas insuficientes y sin efectos reales; sería bueno considerar (aunque la justicia castigue no por lo que se es, sino por lo que se hace) actitudes, entornos y antecedentes de personas susceptibles de tipificar sus perfiles como potenciales maltratadores y delincuentes, antes de que se produzcan desenlaces irreparables. La supresión de corridas de toros, los movimientos animalistas sectarios o exonerar de responsabilidad a políticos y concederles el estatus de aforado, son medidas que nada tienen que ver con una progresismo positivo.
La regresión moral, para muchos es una realidad. La sociedad se ha acostumbrado a la corrupción, a la delincuencia, a la ocupación de viviendas, a ver un parlamento carente de representación real, cuando se decepciona al votante y los principios que le llevaron a confiar en un discurso político; cuando la seguridad en las calles tiene horario para los ciudadanos, o cuando los símbolos tradicionales de nuestra fe son ultrajados impunemente. En ese sentido la regresión moral es evidente.
Las redes sociales se han apoderado de un rumbo, político y social donde la ofensa es un derecho y el internauta se somete a la norma colectiva, desafía  cualquier límite que pueda coartar su libertad de expresión y la transgresión de reglas morales es una constante.

Sin embargo el manejo de la semántica ha sido un gran logro desde lo políticamente correcto. Ya nadie utiliza el término despectivo “marica” porque la homosexualidad está reconocida y empleamos el término gay, también el término “subnormal” como discriminatorio ha desaparecido y sustituido por discapacitado, que a su vez ha sido finalmente substituido por  diversidad funcional. En ese sentido el progresismo ha sido una realidad importante, sobre todo en las formas.

Un progreso significativo, incuestionable, efectivo y moral, fue el cese de enfrentamientos, por cuestiones de venganzas enquistadas tras años de la sangrienta guerra civil y la dictadura que dejaron paso al entendimiento, aceptando la concordia substanciada en una ley común aprobada mayor y democráticamente (es el caso de nuestra modélica transición). 

El progresismo estético, no se concibe sin una autonomía independiente del ente político y su poder. Recordemos una obra de Balthus que denota una mirada complaciente sobre menores cuya cosificación es moralmente insana o cuanto menos dudosa. Miles de firmas solicitaron su retirada del Metropolitan Museum de Arte de Nueva York, (ciertamente que en EEUU existe una pate de la sociedad eminentemente puritana) la propuesta no prosperó, la autonomía estética prevaleció sobre la moral.
Arrogarse la propiedad, del progreso es una falacia que encierra el peligro que termine por restringir las libertades civiles, la pérdida de confianza en los tribunales de justicia y la deriva  hacia formatos populistas alternativos que se aparten del régimen de libertades democráticas del que todos en su día nos dotamos.

Es evidente que más allá del juicio punitivo, la moral colectiva está enferma, urge pues una regeneración que aporte un vasto orden de valores que ocupe los vacíos morales.

Tarragona, 16 de Diciembre de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga