viernes, 30 de septiembre de 2011

FORÇA, EQUILIBRI, VALOR I “SENY”


Septiembre se desprendió del calendario y nos queda el regusto de las fiestas de Santa Tecla con el protagonismo relevante d’els Castells. Siempre las colles dan ese toque de identidad, de autoafirmación a nuestra idiosincrasia.

Este año nos ha llenado de satisfacción y de de orgullo, la gesta de la Joves dels Xiquets de Tarragona con un monumental cinc de nou carregat en plaça de la Font el día de nuestra patrona por primera vez en su historia.

Analizando el slogan que titula este artículo, convenimos que un castell es una combinación de estos cuatro atributos aunque en lo referente al seny uno plantearía cierta reserva. En efecto, el arraigo del fet casteller en nuestras comarcas es algo consustancial con la forma de ser, de manifestarse y hasta de vivir en un amplio sector de nuestra ciudadanía. Es así que el riesgo que supone levantar torres humanas de tanta envergadura, es asumido por todo el món casteller. El debate, la cuestión o la duda se suscita cuando, desgraciadamente, se produce un accidente mortal y este mínimo porcentaje de riesgo y afortunadamente exigua pero cruel estadística es asumido voluntariamente por personas adultas. Pero el dilema ineludible gravita en el pom de dalt: dosos, l’aixecador i l’enxaneta integrado por menores y criaturas que llevadas por la tradición castellera de sus progenitores soportan un riesgo real, que sin su aportación no sería posible alcanzar las impresionantes construcciones que nos entusiasman.

Es aquí donde el seny bascula entre el sentimiento, la tradición y el entorno de quien vive esta ancestral experiencia desde adentro con el riesgo, quizá inconsciente, que asumen los progenitores, en todo caso sin plantearse, o acaso veladamente, un peligro latente que por pequeño que sea esta ahí y, el razonamiento frío y cabal de algo que entraña un riesgo, sin entrar en mayores disquisiciones.

Uno que vive els Castells desde afuera, no estaría dispuesto a que un vástago se encaramara a la cúspide de un castell por mucho orgullo que suponga levantar l’aleta, pero entiende que un planteamiento meramente racional no encaja en la famìlia castellera cuyas collas son parte de un espíritu, un concepto identitario y una especial personalidad.

Sin establecer un paralelismo estricto, en términos generales podríamos señalar que en los castellers, el riesgo que asumen se asemeja al del profesional de la F-1 o moto GP que compite en los circuitos, la diferencia estriba en que unos lo soportan como profesionales remunerados y el casteller lo asume altruistamente, por un sentimiento, un arraigo y una tradición que se prolonga más allá de su yo personal. La fuerza de la tierra, el origen, y la realidad cultural de todo un pueblo avalan una pasión que, personalmente, frente a hitos como el del pasado día 23, provocara que a uno se le humedecieran los ojos.
El respeto a la opción libre y personal de cada individuo hace que mí personal reflexión no pretenda constituir una estrategia en defensa de una determinada causa. A cualquier postura diametralmente opuesta a la de uno le sobrarían razones en un debate público para una defensa razonable.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 1 de octubre de 2011

sábado, 3 de septiembre de 2011

INTELECTUALES Y PROFANOS


Ya desde la antigüedad, y en todas las épocas, el establecimiento de niveles del saber ha sido una constante con períodos fuertemente marcados que establecían una barrera social limitando el desarrollo del conocimiento en el “vulgo” condenándolo a permanecer en el ostracismo ilustrativo. Horacio despreciaba a la “chusma” entendida como masa ignorante.

La misión del intelectual es el ejercicio permanente del magisterio. Hoy en una sociedad sensibilizada por el conocimiento y la sabiduría donde, la paidología constituye un elemento importante para el desarrollo integral de los niños y la escolarización es un derecho establecido por ley, los jóvenes, una vez alcanzada su madurez, deberían estar en disposición de absorber los mensajes de los intelectuales. Sin embargo, lamentablemente la simplificación y el reduccionismo imperante en el sistema educativo, sobre todo en determinados campos de la educación y el conocimiento, son una losa que se arrastra marginando elementos fundamentales para la formación de los jóvenes. Sin el esfuerzo, la constancia y la tenacidad el mecanismo intelectual se atrofia y ya no se es capaz de discernir entre lo burdo y lo exquisito, lo académico y lo vulgar, o lo culto y lo prosaico.

La destrucción del intelecto implica la destrucción de la cultura en términos formales y así la lengua y las formas degeneran en nuevos fenómenos instrumentados que responden al fracaso en los procesos formativos y académicos desde la escolarización.
Constantes como el exceso de tolerancia en la ruptura o en la trasgresión de la norma educativa, la adulteración semántica, el abandono de principios básicos en la docencia y la desmotivación de los profesionales, conduce a intuir que el conocimiento no es producto del intelecto solitario y unilateral, sino la percepción colectiva volitiva del conjunto social.

Los intelectuales no debieran considerarse una casta. Nietzsche distinguía la sociedad en dos estratos uno superior, cuyo alimento es la cultura, y otro inferior para el que la sapiencia se asemejaba a un virus del que había huir. Hoy las mayorías se encuentran a caballo entre las dos, es decir ni intelectuales ni profanos, no obstante el hombre estereotipado necesita del intelectual para ampliar su capacidad cognitiva. Sin perder de vista la arrogancia y pedantería de ciertos intelectuales, que acaparan conocimientos sin ánimo de desprenderse de ellos, la elite suele conectar mediante la pluma fácil y legible, la circulación de ideas y el dialogo con el pueblo llano, afortunadamente hoy, ya despojado de epítetos despectivos como vulgo, chusma o plebe.

La educación no solo corresponde a los centros académicos, también los intelectuales, los medios de comunicación, los políticos y los referentes sociales tienen una gran responsabilidad en el tránsito del estrato profano hacia el conocimiento y el saber. Sin embargo queda todavía muy lejos el desarrollo de la cultura de masas, sobre todo en el terreno de la filosofía y las bellas artes.

Lamentablemente un medio tan poderoso como la TV no solo ha renunciado a la función formativa, muy al contrario, ciertos programas tienden a desculturizar no solo por su contenido, también un lenguaje soez y vulgar penetra en las casas donde la pantalla ha desplazado al libro. Sin embargo un espectáculo como el fútbol es capaz de acaparar cotas altísimas de audiencia sin detrimento de la cultura, porque la imagen y la competición prevalecen sobre cualquier otro concepto, es la simbiosis perfecta con el medio y de esa droga nadie se salva, eruditos, aristócratas, titulados o gente corriente beben de este fenómeno sociológico de masas que escapa a cualquier análisis objetivo y donde convergen intelectuales y profanos.
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 1 de septiembre de 2011