martes, 9 de septiembre de 2008

ESTAR BIEN CONSIGO MISMO

Pocas veces el hombre siente satisfacción, paz, bienestar o serenidad interior, en el acontecer de su ajetreada vida. Esporádicamente nos invaden retazos de felicidad que no son mas que efímeros espejismos de ilusiones banales que se desvanecen y extinguen como brasas.

Es indudable que el ser precisa de alicientes e ilusiones que lo mantengan en una dinámica positiva para afrontar su existencia, son como esbozos de felicidad momentánea que consumimos y que cubren la necesidad anímica de júbilo.

La cuestión estriba en los valores morales y espirituales en que apoyarnos para lograr que una estabilidad anímica presida nuestra condición humana, en lugar de valernos de engañosas dosis de felicidad, que quizá consigamos con bienes materiales, pero que su efecto limitado acaba por devolvernos al estado de ansiedad, o lo que es peor a la insatisfacción permanente del vacío interior.

No hay nada comparable a la sensación que se experimenta después de un acto generoso, útil o benefactor sobre el prójimo y su efecto tanto más gratificante si está presidido por el anonimato. Gozar de la felicidad ajena puede tildarse de cándido idealismo, pero no cabe duda que la satisfacción personal se encuentra en mayor medida en actos que emanan de altos ideales y valores ético morales.

¡Hay tanto que hacer!: ayudar, compartir, acompañar; actos que solo necesitan de la aportación personal, algo tan sencillo como difícil. Dedicar un poco de nuestro tiempo a los demás parece ser más complicado e inusual que la fría y cómoda práctica de la aportación económica, que siendo una contribución importante y necesaria, no deja la huella de la vivencia personal que nos sitúa en la autentica dimensión de la necesidad, la penuria, la enfermedad o la soledad.

Con todo, lo más reconfortante se encuentra en el brillo de la mirada agradecida de aquel que falto del calor humano, nos transmite, quizá desde su plenitud interior. Es como un mensaje ausente de voz pero que expresa un sentir que no alcanzan las palabras, que nos enriquece con creces a través es esa luz en los ojos, que hace que nos sintamos realmente bien con nosotros mismos.