jueves, 18 de febrero de 2016

LA INDIGNIDAD DEL HAMBRE

 
El fenómeno de las hambrunas es tan antiguo como el hombre; ya la Sagrada Biblia en el segundo libro del Pentateuco nos relata las plagas sufridas por israelitas y egipcios. Hoy en el siglo XXI continúa el oprobio de una situación que el hombre no ha sido capaz de resolver por mor de la desigualdad entre los siete mil millones de habitantes que pueblan el planeta, de los que tres mil millones viven en la pobreza o en su umbral.

Se trata pues de afrontar dos cuestiones, una la producción de alimentos y otra su distribución, añadiendo el alarmante crecimiento de la población mundial. Hoy por hoy, especialistas como Cormac ó Grada, o Günther Bauer alertan de que la situación empieza a ser alarmante; solo en el mundo occidental, considerando los países desarrollados, el precio de los alimentos genera un problema para muchas familias que viven en una considerable precariedad de medios económicos y se ven incapacitadas para adquirir siquiera alimentos básicos; solo hace falta observar a las personas que acuden semanalmente a las Cáritas parroquiales en busca de suministros, y nos referimos a familias normales con hijos, que han perdido el empleo y el subsidio de paro no alcanza sus necesidades; si a esto añadimos un goteo constante de inmigrantes, transeúntes y desheredados de la vida, nos situamos ante un panorama desolador.

Por el contrario uno ve con indignación la pérdida de infinidad de alimentos que terminan en vertederos por exceso de oferta en la sociedad de consumo, y el despilfarro de aquellos que hacen acopio estando saciados y no valoran el despendio moral que supone dejar comida “en el plato”.
Por otra parte, las remesas de productos alimentarios que vergonzosamente son desechados por fecha de caducidad nos indignan, y que bien gestionados podrían haber solucionado el sustento de muchas familias. Es el inmisericorde rodillo de la burocracia que entorpece, cuando no imposibilita, de forma irracional, que la ayuda llegue de forma inmediata a los que verdaderamente la necesitan.

El mundo rico hace previsiones y valora las consecuencias, a nivel global, que puedan derivarse de la falta de alimentos para los más desfavorecidos que forman parte de la sociedad de los países desarrollados; sin embargo, el verdadero drama se vive en los países del tercer mundo en desarrollo, donde las guerras, las dictaduras y las persecuciones étnicas, políticas y religiosas producen migraciones masivas hacia una Europa que se ve incapaz de absorber, y que preocupan por lo que puedan afectar a la población incardinada de cada Estado de la UE que no contaba con un fenómeno migratorio a tan gran escala.
Por otra parte, si la población mundial sigue aumentando, es posible que en 25 o 30 años nos situemos en nueve mil millones de habitantes, lo que necesariamente deberá provocar un cambio sustancial en la producción de alimentos, condicionado por las alteraciones climáticas que afectaran de forma incuestionable a las cosechas agrícolas, y en ese sentido el cambio climático acrecentaría el desplazamiento masivo de gente procedente de regiones donde la sequía imposibilitaría  producir alimentos básicos suficientes; sin embargo hay quien apuesta por soluciones tecnológicas para una nueva era de producción alimentaria.
Hoy, casi ya no nos conmueve, a costa de ver día tras día imágenes de precarias embarcaciones que consiguen alcanzar la isla de Lampedusa o las costas de Sicilia dejando decenas de cadáveres en un Mediterráneo convertido en cementerio de hombres, mujeres y niños que, presas de las mafias arriesgan sus vidas para sobrevivir.

Son los miles de inmigrantes procedentes del África subsahariana, Siria, Libia y otros lugares que huyen de la miseria y del estado Islámico.
Pero la catástrofe humanitaria producida por el hambre y la imposibilidad de acceder a una vida digna podría producirse en el hemisferio sur del planeta, donde la falta de recursos y el crecimiento demográfico jugarían un papel mortal. El reto de los países desarrollados es hallar la fórmula viable y sostenible para librar al mundo de la pobreza extrema y el hambre.
Estoy seguro que podría llegarse a un consenso, a una solución técnica en cuanto al sustento del género humano a través de la evolución científica y sintética alimentaria, que probablemente no tardará en llegar; pero la verdadera la espada de Damocles se encuentra en los principios morales e ideológicos de los políticos que aboguen por el derecho de todos los seres humanos al acceso a los alimentos y en consecuencia apuesten por políticas de consenso moral por encima de postulados ideológicos,  del lucro de mercados, y del control industrial y competente sobre materias primas.
 Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 13 de Febrero de 2016    


LOS NUEVOS CHAMANES

Hablar de política en tiempos complejos, difíciles o complicados entiendo que es, para los que escribimos, una imposición moral que cada cual decide a la hora de posicionarse públicamente, aunque ello en democracia no suponga ningún mérito.
No cabe duda que los períodos de crisis son terreno abonado para la floración de personajes populistas de fácil retórica maniquea y reduccionista, salvadores de las desigualdades sociales, que prometen erradicar la pobreza y ofreciendo un cambio idílico en el que el Estado se hará cargo de todas las carencias de los ciudadanos donde no habrá pobres ni ricos; pero más allá  de su impureza ideológica o la dejación de sus principios, estos nuevos chamanes cubren y gravitan sobre un amplio espectro social frustrado, desde posiciones socialistas pasando por el centro, la derecha hasta un liberalismo ataviado. Es su momento y han florecido en los nuevos partidos pero también en algún otro tradicional ha emergido el salvador de todos los males de la derecha, mostrando una semántica gratuita y un nuevo significado del término progresista.

En su ABC populista inciden machaconamente en el cambio social, en una nueva forma de hacer política, cierto euroescepticismo, pero no delimitan los fines de los medios y cargan tintas sobre la corrupción como si su origen político fuera impoluto.
Vivimos un período en el que la política se ha vuelto extremadamente ideológica y no se reconocen los avances conseguidos tras la dictadura. Se pone en cuestión los beneficios de la transición y hasta algunos señalan que el paso de dictadura a democracia no existe sin ruptura, y en ese sentido aunque el argumento pueda tener cierta base científica, en el caso de nuestra transición es la excepción que confirma la regla, de ahí lo extraordinario del proceso y el reconocimiento unánime internacional.

Pero donde más se concreta y personaliza el líder populista es en el contexto nacionalista. En efecto, el sentir identitario proviene de un origen trivial que lo identifica y, salvando las distancias, todo lo que esté fuera de la tribu es nocivo para   ella;  en el fondo todo catalán que no esté involucrado en el proces soberanista, cuanto menos molesta y aunque sean mayoría no se tienen en cuenta.
 El iluminado ex President estaba ya consumido, humillado, moralmente deslegitimado, y hasta denostado por buena parte de la sociedad catalana,  pero nos sorprendió con su último golpe de mano nombrando a un nuevo presidente catalán, un nuevo chaman que cumple a la perfección el encargo de su antecesor. Su discurso de nombramiento a presidente del Parlament,  no tiene desperdicio y cumple con todos los requisitos de lo que debe ser el ejemplo de buen chaman. Con todo debo reconocer que, si no se demuestra lo contrario, hoy por hoy es mi nuevo President y como tal debo acatarlo en tanto no se pronuncien las instancias superiores del Estado.

Hemos visto, más que oído, la constitución de las nuevas Cortes Generales, en una sesión que fue un espectáculo variopinto, cuando no esperpéntico, protagonizado por la nueva savia de “señorías” que se estrenaron en el hemiciclo, pero la democracia tiene cosas que gusten o no deben aceptarse, y si la educación, las formas, o el decoro deben dejarse a un lado porque así lo demandan los nuevos representantes elegidos, habrá que resignarse pero no evitará, sin ánimo de ofender, que uno tenga la impresión de que la sesión de la que hablamos fue una feria  vivida en el congreso.       

Finalmente todos los políticos debieran tener claro que la UE es algo determinante en las políticas de los países miembros y aunque los retos que se avecinan para su fortalecimiento y consolidación pasan por la unión fiscal que tarde o temprano debe llegar. Alemania y Francia tienen mucho que decir al respecto y llegar a acuerdos que afectarán a su soberanía y  a la todos los países miembros que en mayor o menor medida deberán ceder parte de la suya. Ante este reto España debe solventar cuanto antes su gobernabilidad y no dejar resquicios que puedan quebrar su unidad.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 14 de enero de 2016


ADA COLAU Y SU SOLSTICIO DE INVIERNO


Cuando apareció la noticia en los medios de comunicación sobre el decreto de la ex activista Ada Colau (hoy convertida nada menos que en Alcaldesa de Barcelona), que sustituía la festividad de Navidad por el Solsticio de invierno, no nos sorprendió en absoluto, conociendo su trayectoria y pasado insurgente.

Las personas se definen por si mismas a tenor de sus hechos y declaraciones, y Ada Colau nos demuestra una vez más su talante demagógico y populista junto a una evidente animadversión hacia todo cuanto simbolice o conmemore connotaciones religiosas de índole cristiana con tal de alimentar el más puro laicismo radical de la izquierda.

La falta de sensibilidad de Colau es evidente. Las fiesta de Navidad, más allá del hecho religioso, trasciende la liturgia cristiana y conserva en la mayoría de la ciudadanía una tradición que invita a la concordia, al amor, a la reconciliación y a un sentimiento fraterno y solidario hacia las familias más deprimidas, especialmente con los niños que a través de las distintas campañas ven satisfacer en lo posible su ilusión en la fiesta de la Epifanía (los Reyes magos).

Uno se pregunta ¿Qué mal se hace con dejar celebrar la Navidad como se ha hecho toda la vida desde que uno tenía uso de razón? Nuestra sociedad tiene arraigado este sentimiento navideño, e independientemente que se cumplan los ritos católicos, es tradicional, en la mayoría de los hogares, la presencia del pesebre, construido con ilusión por abuelos padres y nietos que estos días recorren los típicos mercadillos navideños en busca de nuevas figuras y en nuestra tierra la del célebre cagané , (hoy representado por celebres deportistas, artistas o políticos).

La obsesión de la Colau por convertir toda festividad en fiesta pagana lo viene demostrando desde que cuestionase el mantenimiento de la capilla existente en el interior de las dependencias municipales, la negativa a la celebración de una misa en sufragio de las víctimas de la Guerra Civil en el castillo de Montjuic o  la exclusión de los actos oficiales en la Basílica de la Merced con motivo de la festividad de Santa Eulália, patrona de Barcelona. Siendo así ya no nos extrañaría que las  próximas fiestas de la Mercè, fueran sustituidas por un Equinoccio de otoño. Afortunadamente nuestro Edil tiene la sensatez, cordura y seriedad para afrontar con ecuanimidad y sentido común estas cuestiones que, en nuestro consistorio, ni siquiera se plantean, porque no nos imaginamos ni en sueños un Equinoccio de otoño superpuesto a las fiestas de Santa Tecla.

Pero  la sustitución de la Navidad por  del Solsticio de invierno es algo ilógico e inadmisible  impuesto por un equipo de gobierno que trivializa la conciencia, banalizando el sentido de la vida a través de un ateísmo nihilista, donde el  relativismo moral pretende justificarlo todo,  erradicando virtudes que emanan de la propia Natividad y que la sociedad identifica como como valores universales: la paz, el amor, el sentido de la belleza o la felicidad.

 ¡No Sra. Colau! La Navidad impregna la esencia de nuestras costumbres, y sin entrar en contradicción ni oposición a que cada religión celebre su festividad cuando le toque, España y concretamente Cataluña conserva tradiciones y costumbres profundamente arraigadas en la sociedad; creyentes, agnósticos y no practicantes, respetan la Navidad, sus símbolos y sus alegorías, cada cual la vive a su manera pero acepta la Navidad como una renovación de los mejores sentimientos del hombre en una realidad humanitaria y universal.

A mi edad uno ya va asumiendo la ausencia de aquellos iluminados símbolos navideños que iluminaban calles y plazas: estrellas, pesebres, palmeras, siluetas de reyes magos acompañados por sonoros villancicos que daban auténtico sentido al tiempo navideño. Hoy las luces no faltan en una gran diversidad de formas y contornos, pero intuyo que se pone extremo cuidado en no explicitar imágenes que pudieran tener relación directa con la Navidad, (que en realidad es la celebración de la Natividad de Jesús), no fuera que pudiese herir la sensibilidad de quien no profesa nuestra fe.

A pesar de todo, uno tiene el convencimiento de que el hombre es un ser lleno de valores, con la libertad y rectitud de conciencia necesarios para nutrir de virtudes el fondo de su espíritu. Solo desde el respeto y la buena voluntad pueden conciliarse diferencias que pudieran herir las creencias de cada cual.

Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona 30 de Noviembre de 2015