Un año más hemos logrado completar un tramo del Camino. El Camino de Santiago se puede realizar de mil maneras distintas, cada cual lo adapta a su forma, condición y circunstancia personal; solo hace falta proveerse de una mochila, real o virtual llena de ilusiones, una credencial y el reto de alcanzar el objetivo previsto; es más, para algunos puede ser una ruta turística o gastronómica más sin que por ello deje de ser el Camino, porque aún sin percibirlo, su tránsito nos imbuye de una magia que nadie puede explicar.
Los numerosos caminantes y peregrinos que encontramos a lo largo de las etapas albergan en su mochila muchas vivencias, historias, vicisitudes íntimas, lastres que arrastran y les ha marcado la vida que nunca han explicitado en su devenir cotidiano pero que solo en el Camino son capaces de liberar. Es así que el Camino es un paréntesis en nuestra vida que rompe la monotonía, nos libera de convencionalismos y nos hace más auténticos.
El camino siempre es distinto y siempre enseña. En estos días he aprendido mucho de cada uno de mis acompañantes, observo y reconozco que podía haber sido más humilde, evitar el ego y el protagonismo que siempre acecha la idiosincrasia de uno. En el Camino no se dan lecciones a nadie porque el propio camino se encarga de enseñarte lo importante.
Uno está seguro de que todos estamos satisfechos de los días que hemos caminado juntos, de nuestros momentos difíciles, de nuestro esfuerzo, de nuestra buena disposición hacia los demás, pero sobre todo de haber vivido una experiencia enriquecedora a la que seguramente el propio camino nos convocara cada año hasta que el Apóstol nos reciba en Santiago de Compostela, es una llamada a la que no podremos sustraernos porque el Camino ya vive en nosotros y su experiencia, sin duda, nos ha hecho mejores personas y crecer en valores y virtudes.
Han sido más de 120 Km. entre St. Jean de Pie de Port y Villamayor de Monjardín, recorridos con tesón, alegría, esfuerzo y la satisfacción de haber logrado cada uno su objetivo. La Venera o concha de tipo vieira, como gran atributo jacobeo, y la Tau de madera, signo protector que la orden monástica de San Antón (antonianos) establecida en Castrogeriz entregaban a los peregrinos, han sido los distintivos que orgullosamente hemos incorporado a nuestro atuendo de peregrinos y que si Dios quiere nos acompañarán en las próximas aventuras del extraordinario, exclusivo y excepcional Camino de Santiago.
Luis Álvarez de Vilallonga
Roncesvalles 2 de Noviembre de 2016