jueves, 4 de agosto de 2011

MILTAR EN LA IZQUIERDA AQUÍ Y AHORA...

Quedan atrás, en la memoria de la vieja Europa, el desmantelamiento de los postulados comunistas, el rechazo al marxismo y la crítica hacia la antigua URSS fuente de la quimera del proletariado. Hoy, en el siglo XXI, es cuanto menos complejo incardinar el pensamiento de izquierda contemporáneo en el sistema capitalista, por más que la metamorfosis experimentada en el socialismo, desde las antiguas teorías, marxistas, toroskistas o leninistas, que establecían el binomio estado-partido, hasta la social democracia, parece un tránsito lleno de renuncias, contrasentidos o subordinaciones a la realidad de un sistema que no convence a nadie pero huérfano de alternativa.

Sin eximir a la derecha de sus errores, manejos, clientelismos u otros vicios endémicos de la clase política, las dos ultimas legislaturas socialistas nos dejan un sinfín de rémoras, nos sumergen en un limbo de sospechas y nieblas, desvirtúan la apuesta por la participación democrática y abanderan los aspectos más negativos de la sociedad, propiciando el auge del relativismo y el fundamentalismo. Todo obedece a intereses, y el desconcierto, la frustración, el desengaño y crispación se apoderan de una sociedad incapaz de reaccionar si no es a modo de “indignados”.

Ser de izquierdas hoy pasa por aceptar que la sociedad civil debe ser el motor de la economía. El intervencionismo del Estado debe reducirse a los servicios básicos e imprescindibles. Paradójicamente la tendencia “moralizante” del gobierno del PSOE contrasta con la tradicional crítica conservadora sobe cuestiones morales, hoy insertadas en leyes que invaden la conciencia individual. Es el intervencionismo puro y duro de un Estado empecinado en “protegernos” fiscalizando nuestra propia libertad de pensamiento, un moralismo hipócrita basado en la imposición de una determinada ética de izquierdas que arrase con la ancestral moral judeo-cristiana arraigada en Europa.

Hoy cualquier persona moderada de izquierdas, no militante, podría votar las siglas PP. y viceversa con las PSOE, exceptuando la calamitosa gestión de las dos últimas legislaturas, pero la militancia supone un caldo de cultivo para una incondicional servidumbre y predispone al clientelismo político, al sometimiento ideológico y la renuncia a la autocrítica.

Las libertades conseguidas en el ámbito político, sexual, religioso o económico no son propiedad de izquierdas ni derechas, han sido la contribución democrática de unas generaciones ávidas de emular referentes de la Europa más avanzada, sin embargo esa teórica libertad es, en muchos aspectos es objetivamente inalcanzable, solo hace falta dar un repaso a nuestra Carta Magna para convenir que derecho y libertad no suelen ser siempre vasos comunicantes, excepto en sectores privilegiados de la sociedad, y en este sentido cuestionamos que nuestra democracia disipe las reservas sobre la capacidad de corregir el desequilibrio social y económico donde cualquier ideología está obligada a rendirse a la globalización de los mercados.

Hoy más que nunca el paro, la pobreza y la marginación son amenazas presentes en muchas familias y nos resulta pueril considerar que la izquierda tenga la solución a un problema que en buena parte ha creado. La mentira, con su envoltorio de fraude, nos ha llevado a una situación alarmante, mientras resulta patético el espectáculo de diputados y senadores oyéndoles refocilar ante cualquier desatino del adversario. No nos queda más que esperar a que el ansiado ya de paso al ¡por fin!
El camino está en recuperar la escala de valores que devuelva a la sociedad una concepción humanista integradora, frente al actual individualismo ególatra que domina al hombre de hoy.

Quizá la derecha tropiece en las mismas piedras, pero deberá tener presente que se gobierna por delegación de las urnas y que presidir un gobierno no significa propiedad ni usufructo.

Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona, 3 de agosto de 2011