domingo, 12 de abril de 2015

UCRANIA EN LA ENCRUCIJADA


El derribo del vuelo MH17 y la anexión de Crimea a Rusia a comienzos del pasado año, han provocado una situación preocupante y delicada en una Europa que a corto o medio plazo deberá plantearse, consolidada la unión monetaria, iniciar avances en cuestiones política y fiscal sin los que el proyecto europeo carecería de garantías de futuro.

No cabe duda que Ucrania era un firme candidato para formar parte de la UE aun considerando sus vínculos culturales e históricos con Rusia. Es posible que buena parte de los ucranianos sueñen con Europa; no hay que olvidar que su historia ha sido una continua lucha por lograr su liberación o soberanía. Desde la invasión mongólica, pasando por el pacto de unión del líder cosaco con los zares rusos, las represiones de Catalina II, el sometimiento de los campesinos por el Ejército Rojo, las masacres bolcheviques, o el exterminio y purgas masivas de Stalin tras la Segunda Guerra Mundial, Ucrania ha sido un país convulso y vulnerado.
 

Cuando las tropas rusas violaron la frontera de Ucrania para anexionarse la península de Crimea, nadie reaccionó ante un hecho de extrema gravedad porque las consecuencias no solo afectaban a un país soberano, también a Europa. Putin con la usurpación de Crimea ha agredido la legitimidad de un Estado al tiempo que lanzaba un implícito desafío a Europa, argumentando cínicamente que su ejército salvaguardaba a los ciudadanos de origen ruso.

Una vez más se imponía la razón de las armas mientras Europa permanecía vacilante, expectante e indolente, incapaz de tomar una iniciativa, mientras los independentistas pro rusos provocaban un simulacro de elecciones orquestadas bajo el control de las tropas de ocupación. Putin ha iniciado una guerra encubierta que ha reactivado un nacionalismo ucraniano en una sociedad donde el 50% tiene el ruso como lengua materna aunque el otro 50% también lo domina. La situación de la ciudadanía ucraniana es compleja y difícil; por una parte anhelan la libertad que se respira en los países de la UE y, por otra, pro rusos abogan por una autodeterminación secesionistas dentro de la propia Ucrania.

Así las cosas y ante el incierto alto el fuego alcanzado en Minsk, es más que probable que las facciones con cientos de bajas en sus filas, y sobre todo las muertes en la población civil, no acepten cualquier acuerdo porque los allegados a las víctimas, seguramente no perdonen la grave agresión militar con miles de muertos. La diplomacia debe jugar un papel incuestionable pero la UE necesita el apoyo de Estados Unidos para mediar en un conflicto en el que Rusia es quien ha violado militarmente las fronteras de Ucrania, pero también es necesaria una fuerza militar disuasoria en contraposición a la exhibición soviética. Putin sabe que Europa sola no intervendrá militarmente, pero las sanciones pueden debilitar sus pretensiones, sin embargo solo una unión solidaria de Europa puede mermar la dependencia de suministros energéticos de Rusia.

En esta crisis de ucraniana se juegan intereses y soberanías que pueden decidir el futuro de la UE. Lo que está en juego es el poder de los Estados, de los bloques que han ido perdiendo su hegemonía y del nuevo orden mundial que se avecina. Las ideas sobre política y sociedad hace tiempo que escaparon del encorsetamiento decimonónico, hoy ideas sublimes podrían tener  cabida aunque no alcancen valor efectivo y los pueblos obligados por la irreversible globalización tecnológica buscan el abrigo, al margen de sus ancestros, en valores universales (vida, amor, paz, libertad, justicia)    que no entienden de razas, ni credos.
El espectáculo moral repugnante que ofrecen ciertos gobernantes en este y muchos otros affaires, provocando consciente e impunemente la muerte de miles de civiles en el ejercicio de un poder hegemónico despiadado e irracional, nos cuestiona nuevamente si continua vigente  el humanismo liberal del siglo XIX de los Chesterton o Victor Hugo.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 15 de febrero de 2015             




MAS NUEVE MESES MÁS


Efectivamente, después de un sinfín de especulaciones, muchos catalanes hemos sentido alivio después del anunciado final anticipado de una legislatura autonómica que se hacía ingobernable sin el imprescindible apoyo de ERC en un parlamento, que se preveía paralizado e inoperante.
Mas; un político que arrincono el seny català a cambio de un pretendido mesiánico independentismo, tan edénico como irreal, una utopía arrastrada por interpretaciones históricas interesadas,  sesgadas y arbitrarias. Un personaje que se ha hecho notable a fuerza de lanzar órdagos, retos y desafíos al Estado (del cual forma parte), de ignorar al Tribunal Constitucional, discriminando a la Cataluña que no comulga con sus postulados y fracturando una sociedad que convivía en armonía. Un político que se echó, contra natura, en brazos de un socio que lo embauco, haciéndole transitar por arenas movedizas y senderos engañosos e inútiles, pero esquivando cualquier responsabilidad política, para finalmente forzar unas elecciones anticipadas cuya rentabilidad fuera productiva para Junqueras y contraproducente para Mas.

Es evidente que ante la prohibición de la consulta y el pulso pretendido con la osada desobediencia, Mas esperaba una reacción de fuerza policial por parte del gobierno, que inteligentemente no se produjo (pudiendo legalmente haberlo hecho) y así el Estado actuó aplicando los mecanismos legales a quien incumple las decisiones de los altos tribunales.

Pero el sueño de la independencia para Cataluña, entre otras connotaciones, también pretendería encubrir acciones y actuaciones cuestionables, parece que enterraría una serie de asuntos pendientes, cuanto menos incómodos de inciertos resultados en el ámbito  político, judicial, público y privado, y las prisas, la improvisación, el deseo más que la realidad de acelerar un complejo proceso soberanista, condujo a promover proclamas secesionistas, manifestaciones multitudinarias, cadenas humanas y uves llenas de senyeras y esteladas; todo para autoconvencerse erróneamente de que la mayoría del pueblo catalán respondería mayoritariamente.

Cuando se quiere abordar una empresa de tal calado y magnitud, primero debe conocerse con  rigor el apoyo con que se cuenta, y es evidente que si nos atenemos a la pseudo consulta efectuada, los números no cuadran con la euforia y autocomplacencia independentista. En efecto  dos tercios de los catalanes no votaron, y así se me antoja imposible alcanzar ningún objetivo, los que depositaron su voto no sobrepasaron los 2.300.000 contabilizando los menores de 16 años, y de éstos solo un 20% marcó las dos casillas del sí.


Para ser realista uno piensa que la verdadera oposición a la independencia de Cataluña, se encuentra en el propio principado y que el problema se  ha querido emponzoñar lanzando soflamas desde el seno del gobierno autonómico contra el gobierno central. Con todo el sueño de edén independentista continua vigente en muchos ciudadanos, es así que Cataluña necesita de una alternativa que resuelva el problema por la vía de la negociación con Madrid; pero ahora corren tiempos distintos y no es lo mismo negociar en la abundancia que a cuestas con una demoledora crisis, y los apoyos en la cámara para otorgar la gobernabilidad a los partidos hegemónicos parece que tienen fecha de caducidad a tenor del próximo arco parlamentario que anuncian las encuestas, pero de aquí a entonces todavía habrá mucho que hablar. Primero habrá que considerar los resultados de las autonómicas en Andalucía y valorar los comicios municipales y observar en Cataluña si la oposición a la independencia se manifiesta masivamente en unas elecciones autonómicas postuladas por muchos en clave secesionista.

Luis Álvarez de Vilallonga     
Tarragona, 6 de febrero de 2015