miércoles, 20 de noviembre de 2019

LA NEO-LENGUA POLÍTICA



El lenguaje quizá es la forma más cómoda de expresar, modular y adulterar una idea, pensamiento, convicción o ideario, hasta el punto que puede llegarse a intrincar la percepción de la realidad.
Sin duda el lenguaje nace con la necesidad de comunicarse. A través de los siglos, el hombre ha descubierto la gran utilidad de la lengua como instrumento para manipular a aquellos, que por carencias culturales no han podido alcanzar el nivel social e intelectual para descubrir el auténtico significado del léxico empleado en cada momento, para una circunstancia determinada o para transmitir un mensaje subliminal oculto en un discurso o entre las líneas de un texto.


A estas alturas, cuando el desarrollo económico, cultural y social han alcanzado, al menos en el primer mundo, un evidente desarrollo, es cuando paradójicamente más se utiliza el lenguaje como herramienta para invadir espacios ideológicos en el ámbito político, donde proliferan artículos, entrevistas, declaraciones o debates que parece más un “juego” beligerante donde las partes aprovechan los medios como escenario de batalla, que un foro constructivo para la exposición de ideas. Los debates se suceden, a veces insoportables, con moderadores dirigidos permitiendo la superposición de intervenciones, convirtiéndolos en una auténtica “olla de grillos” utilizando vocablos premeditadamente escogidos para fijar un impacto vehemente; son parte importante del altavoz ideológico que unos y otros pretenden trasladar a la sociedad. El lenguaje también se diferencia en lo ético y lo moral marcando tendencias en los medios, y por tanto, los políticos lo saben y lo controlan al dedillo a la hora de influir en la sociedad.


Por otra parte fueron, precisamente los políticos los primeros en pervertir las reglas de concordancia del lenguaje en concomitancia con los medios televisivos, en una estúpida cruzada por adherirse a un feminismo que atiende más a las formas que al el fondo, y así se entró en el las ridículas   concordancias como “miembros y miembras, médico y médica, estudiante y estudianta, ministro y ministra, representante y representanta etc.”, todo un despropósito que obedece a la imposición de un absurdo lenguaje inclusivo.

Sin pretender dar lecciones de nada, (la sapiencia está en el legado de obras, manuales y epítomes) los que hemos estudiado gramática en los años de bachillerato elemental y superior, tenemos automatizadas las concordancias y nos resulta cognitivamente insoportable aceptar estas fórmulas lingüísticamente aberrantes. En español los artículos determinan el género y el número, y el plural masculino abarca los dos géneros gramaticales. En los modos verbales, la utilización del participio activo por razón de su significado, en los verbos de la segunda y tercera conjugación terminan en ente o iente, es decir nombramos al que ejecuta la acción: escribiente, comerciante, atacante, etc., independientemente de su género; si bienes es cierto, y de ahí el error, que la mayor parte de los participios activos se utilizan con valor de sustantivos.
Hoy los lingüistas puristas lo tienen crudo, pero más los académicos de la RAE admitiendo tesis que sostienen que el lenguaje lo cambia el pueblo o aceptando el políticamente inclusivo.

Es cierto que la lengua evoluciona en el tiempo pero con base y fundamento, adaptando previamente las reglas y normas a través de la RAE.  Pero la democracia manda, también en la lengua, y así el pueblo nos la va cambiando a fuerza de consumir cada vez más horas mirando la “caja mágica”. 

Tarragona, 17   de Julio de 2019
Luis Álvarez de Vilallonga  

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