Cuando la comunicación flota
en el aire y los sentimientos se transmiten sin voces ni estridencias, es que
estamos en el Camino de Santiago.
En efecto un año más he tenido
el privilegio de compartir Camino con 24 amigos y compañeros miembros de L’Associació d’Amics del Camí de Sant Jaume
del camp de Tarragona. Una nueva experiencia porque el camino siempre es
distinto, cada año surgen nuevas vivencias que nos enriquecen y nos descubren
algo desconocido en nuestro yo interno.
Nuestro caminar ha transitado
por tierras leonesas, desde Lédigos, Sahagún, Bercianos del Real Camino,
Reliegos, llegada a León con obligada visita la Catedral con sus espectaculares
vidrieras. Continuamos a Villadangos del Páramo para finalizar en Astorga que
siempre nos ofrece la huella de Gaudí, casa Botines, y el regalo a la vista del
Palacio Episcopal, y la Catedral gótica de Santa María. Han sido 123 Km. que
hemos vivido caminando con la ilusión de habernos acercado un poco más al Campus Stellae.
Atrás dejamos ya cuatro tramos
del Camino que comenzáramos aquel 2 de Octubre de 2016 en Saint Jean Pie de
Port y que tantos recuerdos nos suscita. Hoy tenemos la sensación de que ya
somos peregrinos curtidos, familiarizados con las célebres y genuinas flechas amarillas que señalan un camino, que
al principio buscábamos con avidez y que ahora parece que son ellas las que
salen a nuestro encuentro. Son la guía del caminante de un entrañable camino
mágico, que al transitarlo todos perdemos cosas vánales, pero también
recuperamos otras esenciales.
En cada etapa, vamos desprendiéndonos de pequeñas
dosis de egoísmo, de soberbia y de orgullo y recuperamos valores que quizá, sin
advertirlo, permanecían aletargados en las alacenas de nuestro ser, y así
durante el camino, casi sin percibirlo, nos mostramos tolerantes, comprensivos,
respetuosos y sinceros. Es un patrimonio personal que aflora espontáneamente en
el camino.
El camino se vive y se
proyecta desde nuestro interior hacia afuera, desprendiendo sinceridad y
aligerando lastre de nuestra condición humana, pero también se absorbe desde el
exterior asimilando generosidad, complicidad y apoyo de cuantos nos rodean.
Seguramente que durante estos días habremos sentido algún desencuentro o
momento de incomodidad, porque cada uno es único, distinto y con su propia
idiosincrasia; y es precisamente entonces cuando afloran la prudencia y el
respeto por las convicciones de cada uno. Es un hálito del Camino que nos
impregna y hace mejores personas. El Camino espiritual es algo especial que el
hombre vive fuera de su contexto habitual, es un paréntesis en nuestras vidas,
quizá por eso somos proclives a mostrarnos más auténticos, sin prejuicios y sin
falsas apariencias.
Algunos nos preguntamos el
porqué del camino, porqué estamos caminando año tras año. La respuesta no es
colectiva, es personal y se alberga en el interior de cada uno mientras algo
nos impulsa, quizá para muchos la ilusión de abrazar al Apóstol.
Hasta entonces
estaremos caminando hasta llegar a Santiago a pesar del esfuerzo que suponga.
Dicen que el camino engancha y ciertamente llegar a la Plaza del Obradoiro es
un atractivo, un reto, un objetivo, pero sobre todo una ilusión indescriptible
y una emoción inevitable para el que llega peregrinando a Santiago por primera
vez. Quizá una ensoñación hecha realidad después de dudar algunos años. El
camino siempre es personal, el Apóstol nunca dejó constancia de cómo y cuando
hacerlo. El simple hecho de convertirlo en proyecto adaptado a las
circunstancias de cada uno ya es estimable
y meritorio.
En el Camino he aprendido a
ofrecer y a recibir de forma natural, sin molestar ni incomodar, porque aquí
compartir se hace norma, y la necesidad es atendida al instante. También he
percibido que cosas que consideraba imprescindibles, en el contexto cotidiano
no lo son.
Aquí
solo cargas en la mochila lo imprescindible y aun sobran cosas porque lo
verdaderamente necesario es muy poco. En la vida tendemos a acumular por
seguridad o por el mero afán de poseer, pero en realidad no hay tantas cosas
necesarias como creemos. En el Camino no se dan lecciones a nadie porque el
propio camino se encarga de enseñarte lo importante.
Ojalá que el próximo año
podamos continuar nuestro Camino aunque solo nos mueva la ilusión de encontrarnos para caminar juntos
hacia Santiago.
¡¡Gracias amigos, deseo seguir
caminando junto a vosotros!!
Tarragona, 7 de Octubre de
2019
Luis Álvarez de Vilallonga