miércoles, 9 de noviembre de 2011

LA OTRA CARA DEL LAICISMO


En las democracias laicas, el poder mediático constituye un elemento fundamental desde donde se instrumenta el debate de ideas siendo esta la principal fuente que el ciudadano tomara como referencia para informarse, razonar y formar criterios sobre política, religión, educación y otras cuestiones menores.

En nuestra joven democracia la libertad de expresión es una asignatura que hemos superado con nota. Sin embargo, siendo el Estado aconfesional resulta, hasta cierto punto normal, que desde el sector público se de una orientación laica que de coherencia al sentido de la norma establecida constitucionalmente, pero de ahí a ejercer un proselitismo salvaje de un laicismo agresivo que pretende impedir el derecho al libre ejercicio de de las enraizadas prácticas religiosas, permitiendo impunemente la ofensa, el ultraje, la vejación y profanación de signos, lugares o símbolos religiosos, sin tomar acciones drásticas que penalicen estos comportamientos indignos, son la muestra palpable de hasta donde puede llegar la permisividad de los responsables de un gobierno en cuestiones religiosas, complaciendo a los sectores más intolerantes y belicosos contra la libertad religiosa.
Vergonzosos episodios como el acaecido en la capilla de Somosaguas de la Universidad Complutense, donde irrumpieron unos asaltantes zarandeando al capellán, rodeando el altar gritando proclamas obscenas e insultos contra la religión católica, al tiempo que mujeres desnudando su busto llenaban capilla de carteles ofensivos contra la Iglesia, el Papa y los cristianos. Este es el resultado de una política de intoxicación donde el Estado pretende ejercer el control de todo y evitar las manifestaciones religiosas, el rezo o la creencia en Dios.
Organizaciones laicistas pretendían escenificar la pasada Semana Santa en Madrid procesiones “ateas” paralelas, con pasos como La Hermandad de la Santa Pedofilia, La Cofradía del Papa del Santo Latrocinio, o La Cofradía de la Virgen del mismisimo c…
con el beneplácito de las autoridades. Solo la protesta de más de 100.000 personas consiguió la prohibición de la delegada del Gobierno.

Toda una muestra de la orientación laicista que no se detiene ahí. Afortunadamente esta actitud nefasta, carente del respaldo de la ciudadanía , incluidos aquellos apartados de la práctica religiosa y de infinidad de personas ajenas a la religión pero respetuosas con la opción libre de cada individuo, demuestran que solo ciertos grupos, llevados por la adhesión política, el nihilismo, el relativismo y la sinrazón, pueden transformarse en fanáticos intransigentes pisoteando derechos y libertades en contra toda manifestación religiosa, especialmente la católica, es contemplado impasiblemente por los responsables de la libertad y el orden. La corriente antirreligiosa que nos invade, exclusivamente contra el cristianismo, no es casual, las actitudes antirreligiosas en política resultan fáciles de identificar y este gobierno ha dado sobradas muestras de ello.

Contrasta el modélico comportamiento de los participantes en el JMJ. Miles de jóvenes católicos, creyentes y no creyentes, atraídos por el mensaje del Santo Padre, son un ejemplo de civismo que colisiona con la inaceptable actitud agresiva de grupos radicales (indignados o no) instalados en la Puerta del Sol. Y es que los mensajes de de paz, concordia y amor calan en las conciencias de las personas de buena voluntad.

Cuando la religión y la moral se relegan de la conciencia aparece la crisis de valores, la dignidad humana se desmorona y ante la desnudez de espíritu, aflora el hombre ególatra, hedonista, epicúreo, perdido en un ateismo nihilista e incapaz reconocer su insignificancia frente a la realidad de su propia esencia.

Pero libertad y religión van mucho más allá de las convicciones individuales de cada individuo, el Estado es parte vital de esa relación. Aunque lo fácil sea inhibirse alegando que la religión es cosa privada, es innegable que su liturgia, la percepción del bien y del mal o una determinada actitud frente a la vida, trasciende el ámbito meramente privado ya que este sentir impele a una enorme realidad colectiva y por tanto implica una evidente connotación política y social, de forma que la religión no puede desligarse plenamente de lo público.

La idea del liberalismo, que parece tomar fuerza en los últimos tiempos, nos plantea cuestiones espinosas como la libertad de cultos en el más estricto rigor, sin tomar en consideración las raíces, tradición y arraigo del hecho religioso en nuestro país, poniendo en el mismo saco la validez y legitimidad de cultos ajenos a nuestra civilización europea, importados de otras culturas etnias y continentes.
Frente a este panorama, a los creyentes, no nos toca más que reafirmar nuestras convicciones, sin ocultar nuestras creencias, respetando otras opciones pero exigiendo el mismo respeto por las nuestras que, desde Erasmo o Tomas Moro son fundamento e identificación del hombre con el humanismo cristiano.

Luis Álvarez de Vilallonga

3 comentarios:

Marina-Emer dijo...

Tuve el gusto de leer tu ultimo articulo del Diari , lo supe por mi hermano que él lo vio y me hablaba de lo que decía ...estuvo muy bien escrito como tú sabes escribir...también está muy bien el de tu entrada al blog
saludos
Marina

Marina-Emer dijo...

Te deseo feliz fin de semana
saludos
Marina

Artur dijo...

España ha sido siempre un país anticlerical. El "laicismo" ha sido importado como expresión europeísta sin tradición, pero el substrato es puramente anticlerical, derivado hacia anti-religioso o anti-cristiano.

La larga tradición de nuestra condición de súbditos en históricas monarquías y dictaduras hacen de nuestra moral una moral siempre impuesta socialmente, nunca pensada, nunca introyectada.

Si faltan valores es que quizás los que han existido no han sido interiorizados. El anticlericalismo acaba siendo también una "creencia" quasi-religiosa