lunes, 8 de julio de 2013

IGLESA Y ESTADO

Hoy nadie duda que Iglesia y Estado sean dos poderes, uno trascendente y espiritual, y otro real y temporal, obligados a convivir separados, pero es conveniente señalar que esta separación no debe forzosamente producir ruptura ni enfrentamiento. Durante más de casi 40 años de estado confesional, donde la religión católica formaba parte fundamental del sistema, es lógico pensar que los escépticos, agnósticos, ateos o simplemente los no practicantes se encontraron en una situación comprometida o cuanto menos incómoda. Alcanzada la democracia, hay que reconocer que a pesar de los aires de libertad y anticlericalismo, la tradición cristiana impresa a través de los siglos ha permanecido en la sociedad y la tendencia a la confesionalidad católica es ampliamente mayoritaria y una evidencia hoy por hoy incontestable. No ocurre lo mismo en otros países que sufrieron la influencia luterana con el resquebrajamiento del poder de la Iglesia al extenderse protestantismo por Europa e Inglaterra.


A pesar de la larga tradición religiosa en España, ha faltado tiempo para que tras la transición y alcanzada la democracia, se haya pretendido ningunear, profanar y escarnecer nuestra religión desde estratos laicistas extremistas, fanáticos, intolerantes y belicosos contra la libertad religiosa bajo el amparo de gobiernos pusilánimes incapaces de imponer un mínimo respeto a las creencias individuales y colectivas de buena parte de una sociedad creyente, alienando el derecho a la libre expresión de su credo. No ocurre lo mismo en Francia e Italia, también países eminentemente católicos, quizá porque los años que nos llevan en democracia les ha enseñado que el respeto y el libre albedrio forman parte del concepto filosófico que enmarca a las personas dentro de la moral colectiva a la que deben responder ante la ley de forma individual como seres pensantes con voluntad propia.


Ahora nos pueda sorprender esta animadversión específica contra el catolicismo, pero la cuestión se remonta al siglo XVIII, (el siglo de las “luces”). La Ilustración, movimiento filosófico y cultural europeo que, junto a ciertos valores, se empecinó en abrazar el pensamiento racional y la ciencia como método para resolver los enigmas del hombre y el universo, preconizando el despotismo ilustrado, ahogando la teología y separando terminantemente la Iglesia del Estado.

No entraremos en los avatares históricos de la reforma y contrarreforma, pero lo cierto es que la implantación del protestantismo en Europa nos aproxima al nacimiento del capitalismo, y en ese sentido su ética es más convincente y laxa que un cuestionado catolicismo en una nueva sociedad imbuida imperialismo, colonialismo y cosmopolitismo. Con todo la influencia de Spinoza se dejó sentir en el siglo XVII, y fue una de las claves del racionalismo que se impondría en el siglo XVIII.

Es posible que en el devenir de los tiempos la Iglesia quede minimizada ante los Estados, sin embargo el concepto religioso, o si se quiere espiritual, es inherente al hombre y esta evidencia nos lleva convenir que, más allá de cualquier fe o creencia, existe una necesidad teológica que ha movido al hombre desde el principio de los siglos.

Finalmente solo nos faltaba conocer la militancia en la masonería de personajes tan relevantes en el poder judicial o la política como Pascual Sala, ex presidente del Tribunal Supremo y del Tribunal Constitucional, y de Fernando Ledesma, exministro de Justicia. Siendo así y conviniendo que debe haber separación Estado-Iglesia, no me cabe duda de la animadversión de ciertos poderes fácticos contra la Iglesia Católica.

Cuando se relega moral y religión, y los gobiernos se embarcan en experimentos docentes, entrometiéndose en derechos individuales, imponiendo adoctrinamientos ideológicos y reduciendo la religión a una mera filosofía moral, el país pierde todo sentido ético. Solo la conciencia individual, desde una introspección objetiva, puede ser capaz de entender y respetar el binomio Iglesia-Estado desde la libertad y el respeto, sin interferencias ni manipulaciones.

Tarragona, 1 de Julio de 2013
Luis Álvarez de Vilallonga

2 comentarios:

Marina-Emer dijo...

hola Luis...todo este hermoso articulo lo leí por casualidad en el Diari no supe ni que lo escribiste.
un abrazo
Marina

Marina-Emer dijo...

feliz fin de semana.
un abrazo
Marina