jueves, 7 de agosto de 2014

DE HONORBLE A REPROBABLE


No sé si la reflexión es una necesidad, una virtud o un vicio, lo cierto es que uno se plantea con cierta asiduidad el porqué de muchas actitudes y comportamientos en relación con el ser humano.


En estos días de verano, ordenando mi modesta biblioteca, cayó en mis manos un estudio sobre las teorías de Thomas Hobbes, nada menos que un filósofo del siglo XVII, pero que tras releer sus tesis, se me antojan a la medida de nuestros días.

En efecto, refiriéndome al hombre insertado en el contexto público, hoy, no encuentro más razón de su comportamiento, corrupto, desleal, ambicioso y hasta perverso que las razones que esgrimió Hobbes; una antropología pesimista donde las conductas naturales del hombre son valorados en términos materialistas, una sociedad humana enfrentada donde el hombre transige con el hombre, pacta con el poderoso para sobrevivir y así en ese contexto social el fuerte crea un poder político que garantiza su hegemonía al tiempo que condiciona la supervivencia de una humanidad resignada.

Aquel estado regulaba el derecho, la propiedad, el conocimiento, algo que ya sucedió con la ilustración y con el sueño del humanismo, pero lo cierto es que hoy, en un estado de derecho, cabe sin cortapisas el proteccionismo, el populismo, la adulación, las prebendas, el narcisismo, el resentimiento, la traición y el odio.

Los políticos se mueven por intereses y su discurso los aparta de la realidad y la razón recurriendo a argumentos irracionales, poniendo en entredicho la democracia constitucional o apelando a sus personales y subjetivos conceptos democráticos.

Jugar con los sentimientos para llevar a cabo una determinada acción política es algo muy manoseado a lo largo de la historia.
El adoctrinamiento, desde el resentimiento y el victimismo como fundamento ha sido utilizado en el mundo por muchos poderes con la fuerza que se obtiene desde una planificación elaborada minuciosamente, con el alcance que el aparato propagandista del Estado dispone aplicado en los ámbitos más eficaces y sutiles como la cultura o la educación, que desarrollaran una labor emocional identitaria que trasladada al campo político logrará desatar apasionados sentimientos, de aparente racionalidad, sustentados en argumentos manipulados, falsos o engañosos.



Ahora, a toro pasado, (aunque algunos desde el afer de Banca Catalana ya teníamos claro el talante moral de Pujol), es fácil cargar tintas sobre el que fuera el prohombre de Cataluña, el glorioso político de estado que debía conducir a la “nación” catalana a las más altas cotas de bienestar y autonomía; pero Pujol nunca fue un convencido independentista, sin embargo sí un ferviente catalanista que quiso obtener el mayor autogobierno de la Generalitat aunque sin apartarse del guión constitucional.




Ahora nos preguntamos qué le conduzco a un cambio tan radical hacia el independentismo. Desde luego que existen algunas respuestas teóricas, pero puestos a especular uno se inclina a considerar que después de tantos años sin haber encontrado el momento para confesar su “desliz” ¿qué le impedía alargar un poco más su silencio?, quizá confiaba llegase, sino la independencia, si al menos la cacareada tercera vía, merced a la cual la Generalitat obtendría la plena y exclusiva autonomía en materia de justicia, educación y gestión tributaria propia, y alcanzado este escenario, ¡aquí no ha pasado nada!.
Pero las previsiones del honorable fallaron y se cruzó en su camino la Unidad de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía (UDEF) con investigación abierta en varios frentes y en uno muy avanzada. Probablemente Pujol tuvo conocimiento del cerco legal y siempre es más decoroso confesar que exponerse a un arresto domiciliario.

Un episodio de la reciente historia de Cataluña muy lamentable, tanto, que mi sentimiento como catalán, no por adoctrinamiento sino por propia convicción, racionalidad cognitiva, e interpretación versátil de la historia, se ha sentido herido, porque un personaje con pies de barro ha ofendido y mancillado la dignidad de cada catalán de bien.

Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona 6 de Agosto de 2014

1 comentario:

Marina-Emer dijo...

Querido Luis tu crónica es maravillosa no puede estar mejor escrita y mejor entendida por el lector,pero es un desengaño muy grande que el hombre que nos gobernó tantos años,ha sido el mayor ladrón para toda Cataluña .es una verguenza...Yo Luis no entiendo de politica pero si de ladrones y este señor no tiene otro calificativo.
UN ABRAZO
MARINA