miércoles, 25 de noviembre de 2015

CATALUÑA ENTRE LA FRACTURA Y EL PIÉLAGO

Parece que un virus de la sinrazón ha contaminado a la presidenta y ciertos sectores del Parlamento catalán. Presumir de una fuerza que no se tiene y arrogarse la decisión del pueblo catalán en el sentido secesionista, que en ningún caso se ha producido, es una falacia de los partidos independentistas Junts pel Sí habiendo quedado palpablemente demostrado en las pasadas elecciones autonómicas que la propuesta del voto secesionista no alcanzó el 50%.
La megalomanía de  autoalimentar la supremacía de Cataluña sobre el resto de España es una percepción que en el siglo XXI y finales del XIX quizá tuviera cierta justificación, pero en los años en que vivimos no tiene ningún sentido y menos visos de realidad; junto con el manido fet diferencial ha provocado un desprecio zafio por el resto de comunidades, exceptuando el País Vasco por razones obvias.
Aunque uno no vivió los infaustos hechos de octubre del 34 y julio del 36, la experiencia de 72 años de vida repartida entre Madrid y Cataluña, podemos constatar que el nacionalismo catalán, a partir de los primeros años de la transición, se produjo a través de un adoctrinamiento encubierto a través de la ley de la inmersión lingüística que en su día nos pareció útil, reconociéndola necesaria, si no fuera porque iba más allá del mero aprendizaje y conocimiento de nuestra propia lengua. Desde las instituciones e instrumentos mediáticos públicos como TV3 y privados subvencionados, nunca se dejó de invocar la “intrínseca” modernidad catalana, la autosuficiencia, el victimismo y el desequilibrio económico provocado por Madrid. Ya desde los gobiernos de Jordi Pujol, pasando por Maragall con su nuevo Estatut (que nadie reclamaba), el tripartito de Montilla hasta Artur Mas (Junqueras), el proceso de nacionalización de la sociedad catalana ha sido constante con un goteo de gestos, símbolos y un nuevo lenguaje postizo y distinto al que practicamos toda la vida.
Pero esa fractura de la sociedad catalana no se entendería sin dos premisas muy bien articuladas desde los distintos gobiernos de la Generalitat. Uno el programa de las escuelas y centros educativos cuyas consecuencias hoy se hacen notar cuanto menos en una generación perdida que solo han tenido la posibilidad de acceder académicamente a la historia oficial de Cataluña sin contrastar otras versiones tan objetivas o subjetivas, tan ciertas o partidistas como las oficialistas, unido a ello el entorno social y mediático, es comprensible la fractura generacional en el seno de las propias familias; y segundo el hábil clientelismo instaurado por CIU (Jordi Pujol entre 1980 y 2003, Artur Mas entre 2010 y 2015) sin olvidar al nefasto tripartito. Todo ello unido a la crisis y a  la escandalosa corrupción del PP antes de conocerse la trama del “honorable”.
Por otra parte la utilización partidista del prestigio de catalanes universales para su causa, es una manipulación ostensible. Un ejemplo es la del insigne violonchelista Pau Casals que si levantase la cabeza seguramente se avergonzaría de aquellos que ahora enarbolan la bandera del independentismo. En 1971 recibió la medalla de la Paz de manos de U-Thant , secretario general de Naciones Unidas, y en aquel discurso que pronunció a los 95 años señalamos frases como “Cataluña es la nación más grande del mundo”, “tuvo un parlamento mucho antes que Inglaterra”, “sentó las primeras bases para las Naciones Unidas”, pero al margen de estas declaraciones Casals fue un genio universal, compositor y director que hablaba con el violonchelo y su universalidad la debe principalmente por su virtuosismo con el instrumento,  pero intenta ocultarse que junto con su gran catalanismo, con el que nos identificamos y que ahora es denostado por los independentistas, siempre afirmó su españolidad “soy catalanista pero jamás he sido separatista”, ligado a la monarquía través de su amistad con la reina María Cristina, en plena república lo hicieron hijo adoptivo de Madrid.   
Así las cosas hoy nos encontramos ante un probable final de un “proceso” con el fracaso del simulacro de referéndum del 9-N de 2014 -con una participación inferior al 40%, la ruptura de la coalición CiU tras las recientes elecciones municipales y autonómicas, la irrupción de un populismo que Mas necesita para formar gobierno, pero vista la propuesta unilateral de secesión y república catalana anunciada por la señora Forcadell, intuyo que el final está cerca aunque antes haya que resolver trámites jurídicos, legales y constitucionales. Solo nos queda investir a un nuevo President o proclamar un nuevo “mártir catalán” pero dudo si los Junqueras, Forcadell, Romeva, Rull o Franco estarán en ello, en todo caso el choque de intereses contrapuestos entre formaciones políticas tan opuestas hace difícil un consenso.
Uno hoy no es capaz de imaginar siquiera nuevos puentes de entendimiento, pero pasado el 20 de diciembre no cabe duda que los nuevos responsables de gobernar que salgan de las urnas, deberán forzosamente hallar fórmulas de entendimiento que sin apartarse de la legalidad democráticas satisfaga a las partes, empresa que se nos antoja harto difícil.
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 30 de Octubre de 2015







 

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