Parece que un virus de la
sinrazón ha contaminado a la presidenta y ciertos sectores del Parlamento
catalán. Presumir de una fuerza que no se tiene y arrogarse la decisión del
pueblo catalán en el sentido secesionista, que en ningún caso se ha producido,
es una falacia de los partidos independentistas Junts pel Sí habiendo quedado
palpablemente demostrado en las pasadas elecciones autonómicas que la propuesta
del voto secesionista no alcanzó el 50%.
La megalomanía de autoalimentar la supremacía de Cataluña sobre
el resto de España es una percepción que en el siglo XXI y finales del XIX
quizá tuviera cierta justificación, pero en los años en que vivimos no tiene
ningún sentido y menos visos de realidad; junto con el manido fet diferencial ha provocado un
desprecio zafio por el resto de comunidades, exceptuando el País Vasco por
razones obvias.
Aunque uno no vivió los
infaustos hechos de octubre del 34 y julio del 36, la experiencia de 72 años de
vida repartida entre Madrid y Cataluña, podemos constatar que el nacionalismo
catalán, a partir de los primeros años de la transición, se produjo a través de
un adoctrinamiento encubierto a través de la ley de la inmersión lingüística
que en su día nos pareció útil, reconociéndola necesaria, si no fuera porque
iba más allá del mero aprendizaje y conocimiento de nuestra propia lengua.
Desde las instituciones e instrumentos mediáticos públicos como TV3 y privados
subvencionados, nunca se dejó de invocar la “intrínseca” modernidad catalana,
la autosuficiencia, el victimismo y el desequilibrio económico provocado por
Madrid. Ya desde los gobiernos de Jordi Pujol, pasando por Maragall con su
nuevo Estatut (que nadie reclamaba),
el tripartito de Montilla hasta Artur Mas (Junqueras), el proceso de
nacionalización de la sociedad catalana ha sido constante con un goteo de
gestos, símbolos y un nuevo lenguaje postizo y distinto al que practicamos toda
la vida.
Pero esa fractura de la
sociedad catalana no se entendería sin dos premisas muy bien articuladas desde
los distintos gobiernos de la Generalitat. Uno el programa de las escuelas y
centros educativos cuyas consecuencias hoy se hacen notar cuanto menos en una
generación perdida que solo han tenido la posibilidad de acceder académicamente
a la historia oficial de Cataluña sin contrastar otras versiones tan objetivas
o subjetivas, tan ciertas o partidistas como las oficialistas, unido a ello el
entorno social y mediático, es comprensible la fractura generacional en el seno
de las propias familias; y segundo el hábil clientelismo instaurado por CIU
(Jordi Pujol entre 1980 y 2003, Artur Mas entre 2010 y 2015) sin olvidar al
nefasto tripartito. Todo ello unido a la crisis y a la escandalosa corrupción del PP antes de
conocerse la trama del “honorable”.
Por otra parte la utilización
partidista del prestigio de catalanes universales para su causa, es una
manipulación ostensible. Un ejemplo es la del insigne violonchelista Pau Casals
que si levantase la cabeza seguramente se avergonzaría de aquellos que ahora
enarbolan la bandera del independentismo. En 1971 recibió la medalla de la Paz
de manos de U-Thant , secretario general de Naciones Unidas, y en aquel
discurso que pronunció a los 95 años señalamos frases como “Cataluña es la
nación más grande del mundo”, “tuvo un parlamento mucho antes que Inglaterra”,
“sentó las primeras bases para las Naciones Unidas”, pero al margen de estas
declaraciones Casals fue un genio universal, compositor y director que hablaba
con el violonchelo y su universalidad la debe principalmente por su virtuosismo
con el instrumento, pero intenta
ocultarse que junto con su gran catalanismo, con el que nos identificamos y que
ahora es denostado por los independentistas, siempre afirmó su españolidad “soy
catalanista pero jamás he sido separatista”, ligado a la monarquía través de su
amistad con la reina María Cristina, en plena república lo hicieron hijo
adoptivo de Madrid.
Así las cosas hoy nos
encontramos ante un probable final de un “proceso” con el fracaso del simulacro
de referéndum del 9-N de 2014 -con una participación inferior al 40%, la
ruptura de la coalición CiU tras las recientes elecciones municipales y
autonómicas, la irrupción de un populismo que Mas necesita para formar
gobierno, pero vista la propuesta unilateral de secesión y república catalana
anunciada por la señora Forcadell, intuyo que el final está cerca aunque antes
haya que resolver trámites jurídicos, legales y constitucionales. Solo nos
queda investir a un nuevo President o
proclamar un nuevo “mártir catalán” pero dudo si los Junqueras, Forcadell,
Romeva, Rull o Franco estarán en ello, en todo caso el choque de intereses
contrapuestos entre formaciones políticas tan opuestas hace difícil un consenso.
Uno hoy no es capaz de
imaginar siquiera nuevos puentes de entendimiento, pero pasado el 20 de
diciembre no cabe duda que los nuevos responsables de gobernar que salgan de
las urnas, deberán forzosamente hallar fórmulas de entendimiento que sin apartarse
de la legalidad democráticas satisfaga a las partes, empresa que se nos antoja
harto difícil.
Luis Álvarez de Vilallonga
Tarragona, 30 de
Octubre de 2015
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