sábado, 3 de agosto de 2019

CON PEDRO SÁNCHEZ LA UTOPIA CONTINUA


El hartazgo del procés nos ha hecho finalmente poner en cuestión principios que toda sociedad avanzada tenia asumidos como válidos, y así la democracia venía a corroborar un sistema en el que el estado de derecho estaba garantizado, sin embargo alguien pretende que las leyes, los instrumentos que todos nos dotamos para articular el gobierno de un estado, se banalicen, se ignoren o se transgredan, aduciendo que la democracia prevalece ante todo, cuando es desde la propia democracia desde donde emergen todas las leyes, códigos, reglamentos y jerarquías establecidas que deben respetarse, en tanto no se alteren, modifiquen o deroguen democráticamente. Queda por tanto claro que todo intento secesionista de forma unilateral, atenta contra el estado de derecho y la propia democracia, por otra parte el independentismo es claramente excluyente y enemigo de la democracia pluralista.

Hoy vemos que una buena parte de políticos proviene del activismo radical de izquierdas que encontraron su momento en la crisis de 2012 cuando la izquierda sociológica de Zapatero encontró causas concretas que ideologizadas atrajeron a una juventud desengañada que se alineó con una izquierda rupturista y electoralmente competitiva.
Tras muchos años de un “proces” relativamente encubierto y luego descaradamente ostensible y desafiante ante unos gobiernos débiles y en la inopia, el Parlament sentó unas bases y promulgo leyes que luego declaró simbólicas para cubrirse de posibles responsabilidades penales.

Dos nuevos partidos habían protagonizado cierto desasosiego en el panorama electoral:    
Podemos y ciudadanos, el primero frustrado al no haber materializado el sorpaso y ciudadanos con cierto éxito sobre el centro derecha pero sin cuajar una alternativa posible; así las cosas el eje de la política nacional se centró sobre Cataluña, el principal problema a abordar desde el gobierno. Si ciertamente a la nueva izquierda en parte se la reconoce como heredera del 15M, su postura frente al nacionalismo denota una cierta ambigüedad y posicionamiento oportunista, no así Ciudadanos que desde su origen catalán nació en contraposición a la discriminación lingüística que planteaba la llamada “nurmalització” y su desigual aplicación en las distintas escuelas del territorio, un bilingüismo que paulatinamente iba desapareciendo de las instituciones catalanas en favor su lengua autóctona; por otra parte la independencia de Cataluña desde el punto de vista de la izquierda pristína se presenta cuanto menos ambigua, no olvidemos que durante 36 años un gobierno burgués ha impuesto su mayoría en el Parlament, pactando tanto con PESOE como con PP acuerdos ventajistas para su autogobierno y a pesar de ello produjo durante la crisis los mayores recortes en Cataluña de entre todas las autonomías del Estado.

A partir de la implicación independentista del expresident Mas, la deriva secesionista ha sido una carrera frenética hacia adelante, pactos y componendas contra natura con partidos de izquierda y anti sistema se han producido con tal de imponer un relato secesionista idílico ante parte de una sociedad catalana rendida a sus quimeras. El éxito de una demanda independentista obligaba a obtener un apoyo porcentual bastante superior al 50% que refrendase una hegemonía secesionista aparentemente democrática, sin embargo la mayoría expresada en votos no alcanzaba ni siquiera el 50% y había que prolongar el proces hasta lograr una mayoría suficiente en términos democráticos, y surgió el manoseado “derecho a decidir, un concepto inexistente en nuestro ordenamiento jurídico que se antepone al principio democrático, medidas plebiscitarias de apariencia democrática para sortear nuestra ley fundamental, en definitiva embrollar el proceso y ganar tiempo para manipular voluntades e incorporar nuevos adictos.

No cabe duda que la aventura secesionista ha creado prevención social, inestabilidad política, recesión económica, una ostensible fractura social y un obstáculo para la convivencia entre el mestizaje del pueblo catalán, porque si bien el movimiento separatista no es en sí mismo violento, tampoco es pacífico porque ha engendrado un sentimiento propagandístico de rechazo con matices que rozan el odio hacia todo lo que se anteponga a los postulados independentistas.

Tras el relato oficial secesionista, subyacen históricamente para el catalán de finales del XX y principios del XXI figuras tan contrapuestas como Cambó, Casanovas, Companys, Tarradellas o Pujol, y hoy se nos antojan increíbles en Cataluña pactos tan hipócritas como irreales entre la burguesía, el socialismo, izquierdas y partidos antisistema o asamblearios. Por otra parte, nunca los medios de la Generalitat han expresado en términos económicos, sociales, nacionales e internacionales el alcance de una hipotética Republica Catalana, las ventajas y los inconvenientes, las realidades y las ficciones, que para algunos catalanes de buena fe, otros por desconocimiento o ignorancia y la mayoría llevados por un sentimiento ancestral como pueblo, éste sea un proceso necesario y democrático, pero no lo es, en efecto, nuestra Constitución fue votada plebiscitariamente y sancionada por una mayoría abrumadora, y la propia Constitución establece los mecanismos para su reforma o derogación. El arte del parlamentarismo democrático consiste en alcanzar las mayorías que permitan lograr los objetivos propuestos.

Los nuevos actores y su declarada voluntad de negociar, se nos antoja un brindis al sol, ya que desde posturas tan firmes y radicales por ambas partes solo es previsible negociar paja. Desde puntos de partida intocables como la continuación del proces hacia la Republica Catalana o el respeto a la indisolubilidad del Estado y a la Constitución, no hay nada que parezca negociable, pero España es diferente y aun con las cartas boca arriba, la utopía separatista continuará.

Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona, 09 de Junlio de 2018





No hay comentarios: