domingo, 4 de agosto de 2019

LAS CUNETAS DEL ODIO

No cabe duda que en toda confrontación hay vencedores y vencidos, pero en una contienda civil las consecuencias, en uno y otro bando, suceden de forma terrible y despiadada, y a lo largo del tiempo generan actitudes revanchista y vengativas.

Leía hace pocos días un excelente artículo titulado “Verano sangriento del 36 en Tarragona” de Salvador Caamaño Morales; la espantosa realidad expuesta por el autor en nuestras comarcas, bien podría extrapolarse a las provincias españolas que la historia señala como zonas republicanas, donde asesinato de sacerdotes, quema de iglesias y conventos y persecuciones a todo lo vinculado con lo religioso fue una constante.

Finalizada la guerra civil, nadie duda de la represión ejercida por el bando vencedor que imposibilitó, durante una dictadura de más de 40 años, una utópica reconciliación entre las dos Españas, pero transcurrida una modélica transición, parecía que era posible. Sí, quedaban heridas aun no cicatrizadas del todo que el tiempo y las generaciones posteriores a la contienda habían conseguido atenuar a pesar de la sangrante realidad de lo ocurrido.
Se trataba de conciliar las voluntades y la generosidad de los herederos de una fratricida guerra, pero he aquí que una vez más el dislate histórico se produjo. En efecto, durante el gobierno de Rodríguez Zapatero se promulgo la Ley de Memoria Histórica, que reabría heridas y un debate innecesario y perverso, que en el fondo buscaba revertir una derrota en victoria política de un pasado que nunca debió suceder.

Si bien es a todas luces justo, humano y necesario que se recuperen los restos de todos aquellos que fueron arrojados a las cunetas, la Memoria Histórica, pretende ir más allá con un ataque sistemático a personalidades relevantes o ciudadanos significados en cualquier ámbito de la vida que alcanzaran un reconocido prestigio durante la dictadura, o retrotrayéndose en el tiempo, pretender borrar del recuerdo, eliminando la rotulación de calles, de ilustres personajes de siglos pasados que nada tenían que ver con la dictadura. Por otra parte es lamentable reconocer que muchos españoles republicanos, tras la guerra, se adhirieron al régimen del Movimiento Nacional y una vez restaurada la democracia, fueron los primeros en declararse vehementes antifranquistas apuntándose al carro socialista, ocultando hipócritamente su pasado; son precisamente estos los que más han dañado el espíritu conciliador de la transición siendo incondicionales valedores para transmitir la interpretación más abyecta de la Ley de Memoria Histórica, el odio y la confrontación.

Basta de políticos ineptos, procaces y grotescos. Hoy hace falta una nueva generación íntegra, libre de rencores, que supere de una vez secuelas y perdone pasados desmanes, odios y locuras que sucedieron en aquel irracional período de nuestra historia y nos devuelvan desde una auténtica conciencia política el discurso humano y conciliador que nunca debió abandonarse.
Quizá uno sea objeto de ensoñación, pero a veces los sueños tarde o temprano se cumplen.

Tarragona, 27 de Junio de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga 
 
 
 
 
 
 





No hay comentarios: