jueves, 5 de diciembre de 2019

AUGE Y PROBABLE DECLIVE DEL INDEPENDENTISMO


Es cierto que Enrique de Villena podría haber sido rey, pero su abuelo fue descartado entre los diversos candidatos que se postularon en el Compromiso de Caspe. No se puede perorar en historia sin conocer a fondo La Concordia de Alcañiz y El Compromiso de Caspe.
Todo “empezó” con La Renaixença, un movimiento eminentemente literario por recuperar un pasado prestigioso de obras escritas en lengua catalana, sin que ello constituyese ningún inconveniente, es más se produce la circunstancia de que clásicos castellanos se editan en catalán y viceversa. Pero como ocurre, desde que la historia es historia, la política viene a entorpecer todo lo que emana de forma altruista, legítima, romántica y cultural desde la sociedad civil. Es en el último tercio del siglo XIX cuando el catalanismo político de adueña de la intelectualidad catalana provocando tensiones con el resto de publicaciones del Estado. Pensemos que en aquella época El Diario de Barcelona y La Vanguardia gozaban del más alto prestigio, cada uno en su ámbito.


Como no se trata de rememorar publicaciones del pasado nos centraremos en los elementos que vertebraron la tela de araña que hoy sostiene el independentismo. Dejando atrás los episodios de octubre del 34 y julio del 36, fechas que uno conoce por la historia (ya que uno todavía no había tenido la suerte de nacer, soy de los que piensa que cada vez que respiro hago un canto la vida) me referiré a lo que he vivido en primera persona.

Entre 1980 y 2003 un personaje con vitola de gran estadista, hábil como pocos, oportunista inagotable y negociador inconmensurable, consiguió para Cataluña lo que, tras su declive, nadie ha podido, ni siquiera llegarle al tobillo hablando en términos políticos. Recuerdo que en agosto del 2014 escribí un artículo titulado “De Honorable a reprobable” naturalmente refiriéndome a Jordi Pujol; nada más que añadir. Le siguió el nefasto tripartito y el presuntuoso y ambicioso Arturo, Arthur o “Artur” Mas. Iniciada la sensibilización de la nación catalana, todo era cuestión de paciencia y atender al método preestablecido para ir avanzando paso a paso en el proyecto de una Cataluña independiente. 
La crisis económica y social  fue una cortina de humo hábilmente utilizada para responsabilizar de todas las carencias, deudas y adversidades al Gobierno Central, la desafortunada célebre frase “Madrid ens roba” aduciendo a la balanza fiscal, caló muy hondo en los sentimientos del poble, pero pronto quedo desarbolada con la publicación de “Las cuentas y los cuentos de la independencia” de Josep Borrell y Joan Llorach, con argumentos difícilmente rebatibles. Un descarado clientelismo, una tv3 adoctrinadora, cierta prensa y radio fuertemente subvencionada para la causa, una inmersión lingüística que iba más allá del lenguaje y su particular aplicación por parte de no pocos maestros en las escuelas, unas asociaciones pseudo-civiles que aglutinaban un poder de difícil justificación, y un simbolismo de parte ostentado en todos edificios públicos dependientes de 
La Generalitat y la mayoría de Ayuntamientos, y por desgracia, también visibles en campanarios de muchos templos religiosos, unido a ciertas homilías, ponía de manifiesto la politización de una parte de la etiquetada como “iglesia catalana” cuando uno siempre entendió que la iglesia era universal.
Unos cuantos iluminados radicales fueron más allá de lo legalmente permitido, jugando con la sensibilidad del pueblo, formalizando el engaño del proces, poco menos que a un nirvana catalán, llegando a lo más profundo de su sus sentimientos.   
La declaración unilateral de independencia y el “sainete” de aquel simulacro de referéndum, fueron episodios que demostraron que los tiempos y la añagaza del proces carecían de fundamento y viabilidad, y así llegaron junto con la indignación las primeras decepciones, la crispación y la evidente división de la sociedad catalana. Sería muy largo relatar todo lo ocurrido y otorgar credibilidad a los detractores o a los adscritos al proces, porque nunca toda la razón está siempre de una parte.
Lo cierto es que hoy la ruptura de la coalición independentista, la torpeza e incapacidad de nuestros políticos, representantes que dejan a la nacionalidad catalana a la altura de un “vodevil” cuando en otras constancias hoy seriamos la sociedad moderna, abierta y admirada de otros tiempos y motor del Estado. Pero ya no hay marcha atrás.

Las inevitables elecciones autonómica, más pronto que tarde, despejarán muchas incógnitas, porque el desencanto social es evidente y a pesar de las nuevas movilizaciones que están por venir (el veredicto del juicio y en su caso las sentencias para los procesados están en la mente de todos) uno no descarta que puedan arbitrarse otras difíciles fórmulas de solución; en política nada es imposible. Aun así el atisbo de un debilitamiento o renuncia, al menos de la vía unilateral parece generalizado, y en ese sentido seria premonitoria la sentencia final de Canio en la célebre Ópera I pagliacci de Ruggero Leoncavallo “La comedia è finita!”

Tarragona, 31 de Julio de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga

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