sábado, 14 de diciembre de 2019

HUÉRFANOS DE INTELECTUALES


La plumilla de mi admirado Antoni Coll, tan variada, actual, histórica y didáctica, con la que nos obsequia diariamente; el pasado día miércoles 4, la titulaba “Intelectuales en declive” ¡cuánta razón tiene!. En efecto su recorrido sobre intelectuales de varios países europeos, nos aproxima a lo que fueron, a los que hoy ya no son y a los que algunos arrogantes pretenden ser.
Si nos ceñimos a lo que uno entiende por intelectual, deberíamos referirnos a una supuesta inteligencia pero ejerciendo el intelecto por encima de cualquier otra función psíquica, y compilar atributos como interés, comprensión, erudición, sabiduría, objetividad, capacidad crítica y capacidad para transmitir el conocimiento de la verdad. Estas prerrogativas aunque nos parecen lógicas, hoy nos planten serias dificultades a la hora de incluir a un personaje en el estadio de la intelectualidad, es así que podríamos enumerar una pléyade de pensadores, escritores, historiadores, sociólogos, periodistas, politólogos, filósofos etc… con reconocido prestigio aventurados en el inagotable universo de las humanidades, sin una clara vocación intelectual. Manifestar un compromiso ético y personal sería una premisa para la credibilidad de sus propuestas, tesis o teorías.

Vargas Llosa, Simon de Bevauvoir, Arias Maldonado, Perez Reverte, Sánchez Ferlosio, Juan Manuel de Prada, González Ferriz, Arcadi Espada, Erich Fromm, José Antonio Sayés o José Antonio Marina, por citar algunos, son firmas prestigiosas elegidas al azar con sus defensores y detractores, en todo caso respetables, aun así uno no sabría si en el sentido formal quienes podrían calificarse como auténticos intelectuales.

Uno prefiere excluir de todo atisbo de intelectualidad a ciertos participantes en foros y tertulias que parecen auténticos bufones, pero lamentablemente esto es lo que prolifera en televisión, carnaza populista para regocijo del populacho, que sin embargo tienen su influencia y desgraciadamente crean opinión.


Lo cierto es que uno encuentra a faltar intelectuales de fuste, con capacidad ética de guiar a la humanidad con perspicacia y sagacidad. Me resisto a creer que no estén presentes en esta sociedad sin rumbo, aunque su voz aparezca tímidamente con sordina y no encuentren la complicidad de los grandes medios. Internet (la gran atalaya de la comunicación), las redes sociales y el mundo digital, es un universo donde todo cabe y no ofrece garantías serias para el usuario que busque verdades objetivas. ¿Acaso serán los Nobel el último reducto intelectual?

Los movimientos intelectuales han forjado la historia y dejado su huella en el mundo a lo largo de los siglos. El renacimiento, el humanismo o la ilustración, han sido corrientes determinantes  para la evolución del pensamiento. Hoy la cultura de masas prolifera a la carta y el nihilismo o el relativismo acechan para destruir conceptos y criterios objetivos. El todo vale impone su ley,
pero uno abriga la esperanza que una nueva generación de intelectuales, sin dependencias ni ataduras, ejerzan su magisterio como en su día lo hicieron Ibsen, Orwell, Teilhard de Chardin, Erich Fromm o José Antonio Sayés.  

La vida es un estruendoso desguace buscando la médula. Lo intelectuales son como profetas que avisan de la catástrofe antes de que la sociedad perezca bajo sus propias miserias. Su momento se nos antoja perene e imprescindible.
 
Tarragona, 7 de Septiembre de 2019

Luis Álvarez de Vilallonga      

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