miércoles, 22 de abril de 2020

TRIBUNALES DE JUSTICIA: UNA CUESTIÓN DE FE


En estos últimos tiempos el proceder de los tribunales como abstracción de lo que es o debiera ser justo, ha ratificado nuestro escepticismo sobre la justicia y su aplicación.

En efecto, el fallo del Tribunal de Justicia de la Unión Europea que declara la inmunidad del condenado Oriol Junqueras tras haber sido elegido diputado, ha puesto en tela de juicio a las altas instancias o cortes de justicia; por otra parte queda pendiente la inhabilitación de Quim Torra del recurso al Supremo sobre el fallo del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña que lo condena a dieciocho meses de inhabilitación por desobediencia. 
Tampoco se nos escapa el alcance de la inmunidad de Junqueras dictada por el tribunal de Luxemburgo que afecta a Puigdemont y Comín que, en efecto, han podido acreditar su calidad de diputados en el Parlamento Europeo. 

La fiscalía del Estado tendrá algo que decir en todo este afer jurídico y preservar la soberanía de las sentencias producidas por los altos tribunales del Estado, sin menoscabo de acatar en su medida el fallo del TJUE. 
Otra cosa es que la politización de los Tribunales de Justicia pudiera considerar la anulación de las sentencias dictadas en su día, la apelación al Tribunal Europeo de Derecho Humanos o dudar de la solvencia de nuestros tribunales y conceder absoluta credibilidad los tribunales de otros países de la U.E. Ya tenemos suficiente experiencia en las decisiones de la corte de Estrasburgo y es hora de que la fiscalía ponga veto a determinadas decisiones de la U.E. sin duda contaminadas por Bélgica contra nuestra soberanía jurisdiccional.
El caso Pujol, ha venido indignar al ciudadano de a pie que, no entiende de los vericuetos de la justicia, y en este sentido el trato a Pujol, será todo lo legal que se quiera, pero de justo no tiene nada (la prescripción de delitos es un tema digno de estudio). 

Conciliar y concretar lo justo con lo legal es una tarea pendiente que tienen tribunales de justicia y legisladores, adaptándose a la sociedad del siglo XXI. En el código penal no pueden permanecer condenas atendiendo a la jurisprudencia de siglos pasados. Urgen reformas que se adapten a los tiempos que vivimos y que un mismo delito no pueda juzgarse basándose en distintas doctrinas, con la gravedad que en justicia supone agravios comparativos. Mientras no exista una plena, objetiva y real separación del poder judicial del político, la credibilidad de la justicia estará en entredicho. Los políticos deben permanecer al margen de cualquier nombramiento en el estamento judicial y especialmente de los altos tribunales.      

Una Unión Europea creíble, necesita de un consenso sólido de la justicia en los tribunales de cada territorio, aunque para ello los países miembros hayan de ceder soberanía jurídica.
A pesar de que todavía estamos muy lejos de alcanzar una unión jurídica así como una unión fiscal, el espectro de una U.E. fallida, a estas alturas, no figura en su hoja de ruta, y se deberán aunar esfuerzos para avanzar en la consolidación de una Europa fuerte constituida en un territorio integral que pueda asumir los retos futuros frente a un mundo globalizado.
La democracia real de la U.E. pasa por que los ciudadanos sean responsables de sus actos, que su madurez los impela a la auto comprensión de lo que la sociedad necesita de ellos y velen para que los responsables políticos estén a la altura del pensamiento europeo.  

 




Luis Álvarez de Vilallonga

Tarragona, 24 de Diciembre de 2019


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